lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Por dónde íbamos?

Hemos dado tantas vueltas al asunto de circular por la ciudad que ya empezamos a estar un poco mareados o mucho. Tanto que ya hemos perdido el norte y, lo más importante, estamos empezando a perder la perspectiva.

Hemos complicado cosas que eran sencillas intentando buscar soluciones a algo que era irresoluble: el tráfico en la ciudad. Hemos ampliado las calzadas hasta límites insospechados, hemos condenado el paso de los peatones como si fueran unos apestados que molestan en el tránsito masivo, el de los coches, hemos apartado a las bicis de la circulación intentando relegarlas a pasillos imposibles porque eran lentas y débiles, hemos ninguneado al transporte público comprometiendo su eficacia, y, una vez hecho todo eso, hemos ordenado la ciudad para el coche. Grandes viales, oferta descomunal de aparcamiento, semáforos, rondas, rotondas... todo al servicio del coche.

Todo iba bien hasta que llegaron "los apocalípticos"

Nada hubiera resultado problemático si unos cuantos estúpidos visionarios atormentados por sus perspectivas apocalípticas no se hubieran dedicado a alertar al mundo con sus mensajes alarmistas hasta llegar a convencer a muchos ayuntamientos de la necesidad imperiosa de reducir el uso del coche drásticamente en las ciudades para poder salvar el planeta y para poder recuperar las ciudades para su uso y disfrute, en vez de para ser atravesadas lo más rápidamente posible. ¡Menuda idea!


El objetivo de esta banda de profetas no era otro que cambiar el orden de las cosas a base de invertir las prioridades de circulación. Para ello pusieron en lo más alto a los inútiles peatones. ¡Ja! Y detrás de ellos colocaron a los anticuados ciclistas con sus ridículas bicicletas. ¡Cómo no! Después vendrían el transporte público, las motos y al final los coches.

El problema llegó cuando intentaron poner en práctica sus teorías. Se encontraron con que la gente estaba demasiado aferrada a una forma de vida en la que el coche se había convertido en algo imprescindible, tan imprescindible que no entendían la vida sin él. Y así ocurrió que, pese a los intentos más o menos simbólicos de coartar la utilización del coche a través de la limitación de velocidades, la tarificación del aparcamiento y la peatonalización de las zonas centrales, la gente que utilizaba el coche siguió usándolo con la misma convicción.

Peor les fue a los ciclistas, que vieron como las promesas de protegerlos y mejorar sus condiciones de circulación se quedaban reducidas a unos cuantos kilómetros de carriles bici estrechos, difíciles de transitar, sin márgenes de seguridad y la mayor parte de las veces implementados en aceras o por detrás de los coches aparcados. Si andaban mal, ahora además tenían que entendérselas con los peatones. Toda una provocación. Eso además de unos cuantos aparcabicis y, en las ciudades más ambiciosas, un juego de bicicletas públicas, conformaban la oferta para esa especie que ahora tenía la categoría de ser "especie protegida".

Los grandes beneficiarios de este nuevo orden, que iban a ser los peatones, vieron cómo sus aceras fueron invadidas de una manera prescriptiva por las bicicletas. Algunas fueron divididas con los ciclistas, el resto fueron automáticamente compartidas. Y hubo que reordenar todas las normas para intentar comprender el desaguisado. Eso y unas cuantas islas peatonales que por la mañana se llenaban de camiones y furgonetas intentando hacer llegar las mercancías a los negocios y a los residentes en esas áreas. Encantados.

La llegada de "los otros" acabó de desquiciar la cosa

Llegados a este extremo, una vez que todo esto está hecho y la gente está empezando a asumirlo como normal van y aparecen otros, mucho más estúpidos que los anteriores visionarios, y dicen que esto no sólo es insuficiente sino que es inconveniente y, para más inri, peligroso. Y reclaman sentido común. ¿Es que se han vuelto locos? ¿Sentido común a estas alturas de partida? ¿Ahora que tenemos todo este cotarro montado?


Y nos tratan de convencer de que todo hubiera sido mucho más sencillo y más natural con menos intervención sobre el terreno y más intervención sobre la circulación motorizada y con una buena dosis de educación y respeto. ¡Venga ya! ¿Ahora que nos hemos gastado un montón de millones haciéndoos cositas para que estéis contentos? Ahora no. Ahora, de hecho, nos vamos a servir de algunos de los vuestros, que han tragado, para desautorizaros y presentaros como extremistas radicales y enemigos de la promoción de la bicicleta, además de inconscientes, retrógrados y asesinos de niños y ancianos. Así se os curará un poco lo vuestro.

Hasta que todo dio la vuelta...

Todo perfecto y ordenado... hasta que un buen día nos desayunamos con una crisis monumental que nos deja sin fondos y empezamos a recular. Y donde dijimos infraestructuras fabulosas, lo vamos a dejar en respeto mutuo, y donde propusimos segregación ahora vamos a aventurarnos con el calmado del tráfico y promulgamos la convivencia. Así de fácil. Y vamos a ir por donde íbamos: los peatones por las aceras y los vehículos por las calzadas. Tremendo descubrimiento. Y además nos vamos a llevar bien porque no nos queda otro remedio. Y encima vamos a estar contentos con todo esto porque es lo mejor que nos puede ocurrir y, sobre todo, lo más barato. ¿Lo pilláis?

6 comentarios:

  1. Excelente artículo, no hay mucho que añadir. Me gusta especialmente el párrafo donde describes la situación actual : "Hemos complicado cosas que eran sencillas intentando buscar soluciones a algo que era irresoluble: el tráfico en la ciudad. Hemos ampliado las calzadas hasta límites insospechados, hemos condenado el paso de los peatones como si fueran unos apestados que molestan en el tránsito masivo ...". Es algo de lo que me dí cuenta hace mucho tiempo, paseando por Barcelona, las personas que habitamos la ciudad parecemos insectos que nos movemos por donde podemos, apartándonos del camino de los verdaderos dueños de la ciudad, los coches, que invaden todos los espacios y inundan el aire con ruido y polución. Ojalá esto cambie, las ciudades deberían ser para las personas, no para los vehículos que se suponía que tenían que facilitar su vida y acaban complicándola.

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  2. Volvemos a lo de siempre. Mucha gente está descubriendo ahora el ciclismo urbano, pero carecen de habilidad, experiencia, e incluso sangre fría para circular entre los coches. Muchos son conductores y saben muy bien el peligro que suponen los coches. Si no existen zonas 30 o carriles bici la mayoría se busca la acera para no tener que lidiar con los coches. La mayoría de los que montamos en bici lo hacemos para movernos eficientemente y no para dar ejemplo o pelearnos con el farruquito de turno que va de chulo con su coche. Además, según veo la evolución de este blog ya mismo se pedirá que las sillas de ruedas y carritos de bebé transiten por la calzada porque tienen ruedas como los coches. Pienso que desde aquí se está creando una guerra que no existe, entre otras cosas porque las bicis aún no han matado a ningún peatón, cosa de la que los coches no pueden presumir. El enemigo es el exceso de tráfico de coches que están destruyendo poco a poco la habitabilidad de las ciudades, no las bicis.

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  3. "Wagen Faust", las aceras simplemente no son para ordenar su tráfico. ¡¡¡Son para el libre albedrío que no debe interrumpir tu bici!!! Mejor será que vayas andando, quizá llegues antes.

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  4. Para Wagen Faust debe haber muertos para acabar con el disparate de las bicicletas por las aceras, eso dice mucho de hasta donde está llegando la impunidad de los ciclistas de acera.

    Y llama "un problema que no existe" al estado de continuo estrés al que someten a los peatones, por no hablar de altercados múltiples y lesiones varias, que haberlas haylas.

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  5. En realidad lo del respeto mutuo se aplica aún cuando haya carriles bici, así que no es contradictorio. Parece como que si te pusiesen una línea en el suelo no hiciese falta que los coches adelanten con precaución o que los peatones sepan lo que es eso. El mensaje en realidad sigue siendo válido y necesario y no significa (a pesar de que para los autores del cartel de la entrada así sea) que no tenga que haber carriles bici.

    Lo de las aceras que dice Wagen es cierto, pero también lo es que al final hay idiotas que van con la bici como si fuesen una moto. Ninguna bici debería ir por ahí por la acera salvo que lo vea muy mal en la calzada. Y si lo ve mal, puede ir andando. Pero si vas montado como si fueses andando tampoco se molesta a nadie (no más que alguien con un carro de la compra). Creo que se exagera con este tema. Además, en Madrid al menos está prohibido ir por las aceras ¿hay acaso multas al respecto? Ni una. Las autoridades también tienen su culpa en esto.

    Hablando de las autoridades y sobre el modelo de promoción de la bicicleta, lo importante, como en tantas cosas, es tener un modelo y aplicarlo. Da un poco igual que el modelo sea de carriles bici (bien hechos), o de "compartir la calzada" (esto no se ha hecho en ninguna parte donde se pretenda popularizar la bicicleta, aunque se podría intentar), o algo intermedio pero con sentido. El ejemplo de incoherencia en este sentido es Madrid, que te monta aceras bicis de mierda, paseos compartidos con peatones, zonas peatonales donde hay un símbolo de bicicleta en el suelo en alguna parte y no se sabe qué significa y, a la vez, te dice que vayas por el centro del carril en la calzada. Se supone que el ciclistas tiene que lidiar con todo eso, pero es que no tiene ningún sentido. Desastre.

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  6. Hola! Excelente articulo. Los comentarios anteriores me han quitado las palabras de la boca, por lo que no queda mucho por agregar. Solo me gustaria hacer hincapie en lo que dice eulez sobre lo que sucede en madrid. Saludos

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