2011 ha sido un año crítico. En él se ha desvelado, por un lado, que esta crisis no es un bache sino más bien un escalón que nos ha colocado un peldaño más abajo, sin duda más cerca del suelo, aunque todavía a una cierta altura desde la que podemos otear un futuro incierto.
Pero ha sido crítico también porque ha dejado patente el descontento ciudadano, que ha salido sucesivas veces a manifestarse y que, si bien está todavía en estado embrionario, apunta, una vez más, que la sociedad civil está un paso por delante del poder y que alimenta una cultura que nada tiene que ver con el aparato que tienen montado los que mandan.
Ha resultado decisivo porque se ha acabado de consumar el fracaso político a la hora de intentar gestionar la intervención financiera, que, no contenta con haber provocado una burbuja suficientemente importante para hacer temblar los cimientos del sistema bancario y del juego inmobiliario, ahora intenta especular con la financiación de los estados y está poniendo en solfa todo el sistema de bienestar social a base de inyectar miedo en una sociedad paralizada para traficar con la deuda pública de los paises. En este aspecto aún nos queda por ver lo peor, que ya viene apuntando la tecnocracia: recortes sociales para seguir jugando a la usura.
Ha sido un año de elecciones, por duplicado en algunas plazas, que nos ha dejado un mapa teñido de azul y ha consumado un giro a la derecha de dimensiones casi planetarias, después de la debacle socialista que ha decidido asumir la culpabilidad y pagar el pato de esta crisis sistémica, como si eso fuera así de sencillo.
¿Y en lo que a la bici respecta?
En el asunto de la bicicleta, que es lo que nos ocupa, la cosa no pinta tan negra. Nunca pinta tan negra cuando hablamos de bicis. La crisis ha acabado con la vorágine de la implementación de absurdos y nefastos carriles bici porque sí y parece que va a dar paso a una época donde va a haber que retomar la cosa de manera más juiciosa, luego estamos de enhorabuena.
También ha sido el año del anuncio permanente del cambio de reglamentación de la circulación de la DGT, que al final no ha podido consumarse, según las fuentes, por el adelanto de las elecciones generales. Ahora veremos en qué queda todo esto con el nuevo gobierno.
2011 ha sido el año del Velocity en Sevilla y del cambio de orientación del discurso de ConBici, que han pasado de postulados monolíticos respecto a la imperiosidad del carril bici, a posiciones más sensatas que buscan una ciudad calmada en la que es posible compartir la calzada, donde se hace innecesario habilitar vías ciclistas exclusivas, donde el peatón vuelve a recuperar su espacio y su libre albedrío en las aceras. Aunque suena un poco oportunista y aún no hayamos visto una disculpa formal hacia los peatones después de la afrenta que supuso la celebración la permisividad propuesta por la DGT en su proyecto de nuevo Reglamento General de Circulación y del ninguneo posterior en la reunión que se mantuvo con los responsables de A Pie en el Velocity, no deja de ser una buena noticia.
Un año en el que a golpe de encuesta y calculadora se han sacado de la chistera 1 millón de ciclistas más desde hace 4 años, que serán 1 millón más dentro de otros 4. Da igual qué, cómo y para qué, el caso es que haya muchos y luego ya veremos. ¿Quién se atribuye el éxito? El que los cuenta, por descontado.
En definitiva, este 2011 ha sido un año intenso, convulso y crispado que ha dejado al descubierto el problema de la invasión de las aceras por los ciclistas, ante la patente intencionalidad de los encargados de gestionar la movilidad en nuestras ciudades de no intervenir en la calzada para no restar oportunidades al coche. Algo que ha explotado mediáticamente con la desafortunada campaña chulesca del Ayuntamiento de Valencia, con esa demostración de fuerza desproporcionada hacia los mismos ciclistas a los que han invitado a abandonar la calzada.
Aún queda una semana para acabar, que visto como pintan las últimas noticias igual todavía da de sí, pero, si nada nuevo ocurre, podemos concluir con que este año 2011 nos ha hecho sentar un poco la cabeza, mirar las cosas con menos aires, bajar a la tierra y reemprender la marcha de una manera más pausada, más segura, más sensata y por qué no también más decidida.
Imagen de Copenhagenize |
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