Ya se ha tratado en este mismo blog varias veces el tema de las estadísticas sospechosas relativas a asuntos tan concretos y tan medibles como las bicicletas públicas, cuyos datos se tergiversan para engrandecer su éxito de manera incontestable. Y así se presentan datos tan difusos como usuarios dados de alta o viajes registrados en períodos de tiempo lo suficientemente amplios para que sean espectaculares. Y se esconden las cifras relativas a costes, procedencia de los usuarios, etc.
Contador de bicicletas en Copenhage (cortesía de Momentum Planet)
Se ha hecho famoso el cambio en el sistema de medición del nivel de contaminación en algunas ciudades para acercarlo más a los niveles aceptables, simplemente cambiando la localización de las estaciones. Hablando de bicis, un error muy extendido es tratar de demostrar el nivel de ciclabilidad de una ciudad contabilizando los kilómetros de "carril bici", sean lo que sean y sirvan o no sirvan, porque ya se sabe que en esto de las vías ciclistas todo vale. Sobre todo el número. Lo mismo pasa con los aparcabicis. Pero incluso contando ciclistas, detectábamos también en un artículo anterior que la forma de presentar los datos proporcionales de la evolución del uso de la bici en Sevilla tenía su truco y curiosamente multiplicaba el incremento diferencial por 4. Casi nada.
¿Un millón de ciclistas más?
Conocido el vicio estadístico, hoy estamos preocupados por el objetivo de 1.000.000 de ciclistas más que se han marcado tanto en ConBici como en la DGT, unos para 2015 y los segundos para 2020. Y no precisamente en cómo lo van a medir, que también, lo verdaderamente preocupante, además de que estos datos sean mínimamente fiables que, total, nadie se va a preocupar en comprobar, es: ¿para qué va a servir este incremento increible de ciclistas? ¿Va a significar que más gente va a abandonar el coche para ir en bici? ¿Va a significar que nuestras ciudades van a ser más agradables, más tranquilas, más seguras, más sanas?
Pues no necesariamente. Para empezar porque la medición puede estar amañada y ser tan poco fiable como las que muchos ayuntamientos pueden hacer para valorizar sus carriles bici que tantos millones les han costado y así busquen datos que argumenten la demanda latente, la necesidad cubierta y el éxito sin precedentes. Es bien fácil. Se busca una calle donde transiten pocos ciclistas, se habilita una infraestructura y luego se vuelve a medir. Seguro que hay más. Y eso se extrapola a toda la ciudad. El dato será abrumador. Imaginemos esto con la desviación agregada de todo un país. Inestimable.
Pero si no sólo se miden los datos de ciclistas en las "calles habilitadas" para ellos sino que se contrasta con qué ha pasado también en las "otras calles", las normales, los datos serán más realistas. Pero ¿quién va a hacer este trabajo infame para que la cifra empeore? ¿Para qué? ¿Cómo?
¿Más bicis = menos coches?
Si además de contar bicicletas, se mide también cómo varían las proporciones agregadas de los distintos medios de transporte, podremos observar si, efectivamente, estos miles, millones de nuevos ciclistas (que no dudo que se puedan argumentar) han sido capaces de restar automovilistas o simplemente han servido para aumentar la presencia de bicicletas en la calle. Otras veces se ha medido y se ha descubierto que ha sido así.
Gráfico cortesía de Alfonso Sanz |
Que más gente ande en bici, en sí mismo, no es mejor que que más gente camine a pie, pero que más gente ande en bici a costa de que menos gente ande a pie ya empieza a ser dudoso. Lo verdaderamente fabuloso sería que estos ciclistas y estos peatones estuvieran dejando de utilizar el coche para realizar ese mismo desplazamiento. Si no, sólo tendremos a más gente haciendo ejercicio, que, sin duda, aportará un beneficio social. Pero no habremos conseguido mejorar el problema de la movilidad, difícilmente habremos recuperado espacios para ser disfrutados porque los seguiremos necesitando para que los coches circulen y aparquen, no habremos reducido de una manera apreciable la contaminación urbana, porque no habremos conseguido reducir el uso del coche en la ciudad. Eso es lo que debería preocuparnos, más que seguir contando bicicletas de una manera más o menos fiable, más o menos agregada y más o menos alegre.
La cosa es que aquí estamos ya demasiado acostumbrados a impactar con cifras de la misma manera que nos impactan las cifras que otros nos ofrecen. Es lo nuestro, quedarnos extasiados, felices, mirando lo que nos parece una inspiradora nube sin darnos cuenta de que es el humo del fuego que nos está devastando.
Se pueden hacer las cosas con una mirada un poco más profunda sin que ésta deje de ser incisiva, ambiciosa e igualmente atractiva.
No es tan sencillo, aunque también es posible.
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