martes, 12 de julio de 2011

Dieta de asfalto

Estamos en días de fiestas, de desenfreno, de gula. En estos días la ciudad está cambiada, adaptada, la movilidad está muy condicionada, desplazarse incluso en bicicleta por determinadas zonas representa todo un reto, la ciudad ha ampliado los espacios dedicados exclusivamente a los peatones y eso crea un nuevo mundo. Es un mundo irreal, provisional, efímero. Es una ciudad que dura unos días, una semana. Y, sin embargo, merece la pena reflexionar sobre algunas situaciones o circunstancias que se propician y que ofrecen la oportunidad de comprobar cómo otro orden de cosas podría ser posible.

En Pamplona...

Pamplona es una ciudad amurallada asentada en un altiplano, como tantas otras en el mundo, a la que se accede por cuestas y puentes (o por ascensores). En estos días festivos, en los que la actividad es eminentemente lúdica, la ciudad se convierte en un parque de atracciones, en un espacio de convivencia que sólo tiene sentido para peatones. Es una ilusión, desde luego, pero revela algunas oportunidades que vale la pena analizar.

Hay una especialmente interesante que afecta a la redistribución del espacio en algunos de esos accesos. En una de esas fabulosas cuestas, que curiosamente cuenta con una cierta circulación peatonal y ciclista durante todo el año, la distribución del espacio es de 2 metros para la circulación peatonal y ciclista (o cicleatonal si se quiere, aunque la subida por la calzada es realmente comprometida) y 12 fabulosos metros para la circulación automovilistica ordenada en 2 carriles en cada dirección. Nada nuevo. Este tipo de ignominia de los no motorizados es muy común en nuestra ciudad (como en tantas otras).

... por San Fermín...

El caso es que en estas fechas la cosa cambia, por motivo, sobre todo, de la deslocalización de la feria de atracciones, que se ha desplazado del centro y se ha bajado al pie de la muralla, justo al lado de donde los toros reposan su último descanso. Y lo que era una miserable acera malcompartida se convierte en un paseo de 5 metros que posibilita un tránsito placentero y da la oportunidad a los ciclistas de subir la cuesta tranquilamente. La operación es simple: basta con quitar un carril a los motorizados y dárselo a los no motorizados. De esta manera, además, dejando la circulación reducida a un carril, las bicicletas pueden bajar ocupándolo disuadiendo a los automóviles de hacer adelantamientos temerarios que los pongan en peligro. Una gozada.


... a comer asfalto

Este tratamiento, también conocido como "road diet" (que yo he querido traducir como "dieta de asfalto"), es una de las herramientas más valientes pero también más necesarias para convencer a los automovilistas de que la ciudad ha vuelto la mirada a los más tranquilos. Esto se ha hecho en muchos sitios de manera muy acertada, actuaciones emblemáticas, muy contestadas, pero que han supuesto cambios cualitativos espectaculares. Un ejemplo muy famoso, pero que no nos cansamos de recordar, fue la transformación del Paseo de Miraconcha en Donostia, una de las arterias principales de la ciudad a la que se quitó un carril para dárselo a las bicicletas.

El resultado de estas operaciones quirúrgicas es siempre revelador. En primer lugar se produce un pequeño infarto circulatorio, provocado por la congestión deseable generada, que desata todo un temporal de quejas y malestares (vecinos, comerciantes, políticos y visitantes) que hay que estar dispuestos a capear. Pero lo que ocurre a continuación es que la circulación se autorregula y se redistribuye, se ralentiza, se calma y sigue fluyendo. Al final la gente toma sus decisiones, utilizan otras rutas, otros medios para llegar a sus destinos, y lo que era un trauma en primera instancia acaba normalizándose, se reequilibra en cuestión de horas o, en el peor de los casos, de días. Así de fácil.



Hay muchas oportunidades para hacer experimentos de este tipo y observar las consecuencias. El problema es querer.

Además, esta "dieta de asfalto" puede producir efectos colaterales de adelgazamiento entre la población que se ve afectada por la misma, ya que obliga a realizar viajes más activos y a adoptar hábitos de vida más saludables al ofrecer mejores oportunidades a los desplazamientos no motorizados y disuadir del uso del coche. Yo me estoy sometiendo a una dieta intensiva de asfalto y ya llevo recorridos unos cuantos miles estos últimos meses utilizando combustibles comestibles y tracción humana. Muy recomendable.

Mientras tanto otros siguen dándole al engorde. Ya reventarán.

1 comentario:

  1. Si nos diésemos cuenta de lo fácil que es regularse y acostumbrarse al NO Coche, llegaríamos a lo verdaderamente necesario...vivir tranquilos.
    Saludos desde Sevilla.
    http://EnBiciXSevilla.blogspot.com

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