miércoles, 23 de febrero de 2011

Salvando cuestas

Leía un artículo el otro día sobre lo poco incentivador que es el relieve a la hora de proponer la bicicleta como medio de locomoción en una ciudad. Es cierto, de hecho las cuestas y el viento representan los principales inconvenientes para los que andamos en bicicleta y también para todo aquel que se lo quiere proponer. Suponen obstáculos mucho mayores que los tópicos relativos a la peligrosidad o a la incomodidad que se asimilan a la bicicleta. Es una de las dificultades más determinantes para el uso generalizado de la bicicleta.

Si observamos, la mayoría de las ciudades donde se utiliza la bicicleta de manera importante nos daremos cuenta de que son eminentemente planas, y no hablemos de los países que son los grandes precursores de la masificación de las bicicletas como medio de locomoción.

Copenhage, Amsterdam o Bruselas no son Toledo, ni Cuenca, ni Granada

Ni falta que hace. Tampoco sus configuraciones urbanas son comparables, ni su relieve. Es por esto que esa obcecación tan generalizada entre nuestros abogados de la bicicleta por imitarles no es tan fácilmente extrapolable. Aquí, a cambio, tenemos una proporción de personas que se desplazan a pie que es envidiable respecto a esas ciudades centroeuropeas. No sé entonces a que viene esa fiebre enfermiza de querer alcanzar unos porcentajes tan ambiciosos de ciclistas cuando tenemos porcentajes mejores de peatones.

Pero el cambio modal no es el tema de hoy. Son las cuestas.


En la ciudad donde yo vivo hay cuestas. Muchas y pronunciadas. Y eso representa una dificultad para el uso de la bici porque requiere un esfuerzo físico que para mucha gente supone una barrera. Incluso andando. Eso y la indefensión que se padece en los grandes viales que salvan los desniveles donde las velocidades relativas se quintuplican y los espacios en calzada no aportan seguridad.

Es por eso que en esta ciudad, como en muchas otras, se han empezado a implementar soluciones para salvar esos desniveles. Lo que en términos técnicos se llama la movilidad vertical. Aquí han sido los ascensores. Ni uno ni dos ni tres, hay ya más de media docena y están proyectados unos cuantos más. Los hay más y menos afortunados y más y menos utilizados, pero hay uno que es de uso masivo. En todos está permitido subir bicicletas.

Aquí está el problema. Otra vez más, hay muchos ciclistas que no acaban de comprender que una cosa es la permisividad y otra muy distinta es la preferencia. Pero cuando se reconoce un derecho y se elude la necesidad de establecer prioridades, acaba convirtiéndose en un arma arrojadiza y es el origen de muchas controversias estúpidas.

Hoy me ha ocurrido en ese ascensor estrella, cuya capacidad son 12-15 personas o 4 ciclistas (bonita proporción). Estábamos 4 personas esperando: 2 peatones, 1 ciclista y yo, que iba con mi Brompton. Cabíamos. Al ver que venían otros 2 peatones, yo, para evitar el conflicto, he decidido plegar mi bici. Todavía cabíamos sin molestar. Entonces han llegado otras 2, por este orden, un ciclista y una chica a pie. Y se ha producido el entuerto: ya no cabíamos. Entonces el ciclista cortésmente ha cedido el paso a la chica. Ella, agradecida, ha insistido en que cabíamos todos y le ha hecho al ciclista entrar. El viaje ha sido realmente incómodo: ruedas mojadas rozando, pedales tocando, apreturas innecesarias... pero todos callados. Es el sino de los peatones en este país: conformarse.

Y lo de hoy no ha sido nada. De hecho yo prefiero subir la cuesta y dar un rodeo para evitar presenciar este tipo de escenas porque me resultan violentas. He llegado a ver cuadrillas de 5 y 6 jóvenes guardando la fila con sus flamantes bicis de monte de 24 y hasta 27 marchas sin hacer el menor gesto de disculpa y por supuesto sin ceder el lugar a los peatones concurrentes. Tienen derecho.

Es lo que tienen los derechos, que su mera atribución nos hace más desaprensivos y nos exime de recurrir al sentido común, a la comprensión, a la empatía o a la atención de la necesidad preferente. Está escrito. Y punto.

2 comentarios:

  1. Oye pues sí, estas cosas pasan, en todos los sitios, la vida es incómoda en ciertos aspectos y cuando llueve más. Como ir en Metro un día de lluvia y ver que la gente tiene paraguas mojados.

    No os la cojáis con papel de fumar que no es para tanto.

    ResponderEliminar
  2. Y gente que por no dar ese pequeño rodeo se queda 10 minutos para esperar su turno...si esque nos estamos volviendo vagos...

    ResponderEliminar