sábado, 30 de abril de 2011

El mundo al revés

Es ya largo el itinerario que llevamos recorrido tratando de establecer las claves y las pautas para hacer que la circulación en bicicleta goce de oportunidades reales en un mundo demasiado orientado al automóvil y sus requerimientos.

A lo largo de todo este tiempo, la obsesión no ha sido otra que tratar de trasladar la idea de que promocionar la bicicleta no puede ser una tarea ni difícil ni aislada. Que tiene que ser una labor integrada en una estrategia más amplia, que busque devolver espacios habitables a las personas y enfocar el objetivo en la necesidad de reducir el uso irracional del coche y la necesidad de tener que moverse para todo… aunque sea en bici.

Sé que no es plato de gusto de nadie que le digan que lo que ha estado defendiendo los últimos años, lustros o décadas no tiene sentido, pero creo sinceramente que vale la pena si lo que se intenta hacer con ello es empezar a construir un futuro más digno, más asequible, más respetuoso, más humano y más atractivo, porque la realidad que tenemos no es alentadora.


Rectificamos: por la acera no

Ayer tuve el placer de leer, recomendado por Peatones de Sevilla, un artículo de la Asociación Cíclope, que bajo el título de "Rectificamos: por la acera no", abordaba los problemas centrales de lo que ha venido ocurriendo en los últimos años de promoción desorbitada de la bicicleta en la ciudad: la normalización de la circulación de bicicletas en las aceras.

En ese artículo, hablan de su desorientación y de su reencuentro en lo que es el objeto de su entidad, la promoción y defensa de los derechos de aquellas personas que decidan utilizar la bicicleta como medio de locomoción en su ámbito de actuación. Resulta especialmente sorprendente, por gratificante, y más en esta sociedad civil sorda, obsoleta y enquistada, observar cómo alguien es capaz de darse cuenta que había estado en un error y es capaz de reconocer su equivocación.

Ahora bien, lo más interesante de la reflexión de la Asociación Cíclope es el análisis que hace sobre dos aspectos centrales del asunto de la ciclabilidad en nuestro país.
El efecto despeatonalizador y de expulsión de las bicis de la calzada, en el que se previene de las consecuencias de la normalización de la circulación de las bicicletas en las aceras en una sociedad con gran presencia peatonal.

La bicicleta no puede ser nunca un fin en sí misma, en el que se aborda la necesidad de abandonar una visión aislada de la promoción de la bicicleta.

Cada vez son más las voces representativas que proponen una visión más natural, más holística y más integral de la bicicleta dentro de una lógica de proximidad, accesibilidad y gestión del espacio público para las personas, lejos de planteamientos integristas, segregacionistas y excesivamente parciales o interesados.

¿Peatones reclamando el derecho de los ciclistas en la calzada?

El mejor ejemplo de estas voces son las asociaciones de peatones, que, como fruto de la invasión impune de sus espacios, han querido devolver un poco de sensatez en medio de este entuerto histórico y han sido las que han recordado y reclamado la necesidad de que se reconozca el derecho de la bicicleta de circular en la calzada y se mejoren las condiciones de circulabilidad de nuestras calles para acabar con el agravio que están sufriendo los peatones y la degradación de muchos espacios de naturaleza relacional.

Como nos despistemos, acabaremos viendo a los peatones circular sin miedo por la calzada reclamando su espacio en la calle, mientras los ciclistas, convertidos en cicleatones se afanan en transitar, aterrados, por las aceras una vez conquistadas éstas.


No creo que esto sea nada más que algo embrionario, algo que los grandes intereses creados alrededor de la bicicleta en los últimos años se van a encargar de desacreditar en su ofuscación por imponer su sistema carril bici + bicis públicas + fiestas de la bici + propaganda, como única fórmula que garantiza el éxito de la promoción de la bicicleta, pero, en cualquier caso, no deja de ser una señal de cambio en un mundo negacionista, oportunista, partidista y democráticamente deficitario.

Seguiremos en la brecha.

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