Llevamos
muchos años pensando que la confrontación, la reivindicación y la defensa aguerrida de
las posiciones ciclistas es el único camino posible para conseguir que se
observen, se recojan y se respeten sus derechos y se mejore su situación
general en la movilidad urbana e interurbana.
Sin embargo y aunque parezca una bajada de la guardia, empieza a parecer que el enfrentamiento atroz que está teniendo lugar en los últimos años, sobre todo desde que la nueva Dirección General de Tráfico ha decidido entrar en escena y acaparar todo el protagonismo en la defensa de unos postulados antagónicos a los de los colectivos ciclistas, no nos va a llevar a ningún buen paradero y está centralizando demasiado el discurso y desviando la atención de lo más importante y central: conseguir ciudades y carreteras más amables, más humanas y más seguras, donde se pueda vivir mejor, circular con mayor tranquilidad independiente del medio de locomoción que se elija y disfrutar más.
Sin embargo y aunque parezca una bajada de la guardia, empieza a parecer que el enfrentamiento atroz que está teniendo lugar en los últimos años, sobre todo desde que la nueva Dirección General de Tráfico ha decidido entrar en escena y acaparar todo el protagonismo en la defensa de unos postulados antagónicos a los de los colectivos ciclistas, no nos va a llevar a ningún buen paradero y está centralizando demasiado el discurso y desviando la atención de lo más importante y central: conseguir ciudades y carreteras más amables, más humanas y más seguras, donde se pueda vivir mejor, circular con mayor tranquilidad independiente del medio de locomoción que se elija y disfrutar más.
Prestando
tanta atención a la ley estamos cayendo en una trampa que nos está haciendo
apartarnos del objetivo fundamental que deberíamos perseguir los que tratamos
de normalizar el uso de la bicicleta dentro de una lógica de revitalización y
rehumanización de las ciudades, esto es, que
la gente ande en bici sin que ello se convierta en algo extraordinariamente
complejo o se perciba como algo increíblemente arriesgado.
Si, en vez de eso, seguimos atendiendo y contestando a los
improperios, a los desafíos y a las amenazas de quienes no están y no han
estado nunca preocupados más que por la gestión y el mantenimiento del tráfico
motorizado, estaremos respondiendo a su estrategia de demostrar que somos unos
títeres que nos movemos a su compás y que la potencia del lobby que les presiona
y acompaña formado por la industria automovilística, las constructoras, las
aseguradoras y todos los que les rodean (autoescuelas, financieras, talleres,
industria del recambio y todo el conglomerado de empresas
necesarias para mantenerlo), con todo su poder mediático, es suficiente para
seguir marcando el rumbo de los acontecimientos en esto de la circulación.
No podemos actuar como comparsas. No podemos movernos por
reacción. No podemos desviarnos de nuestros objetivos. No podemos desatender
nuestros problemas, ni los urgentes ni los importantes.
Centrémonos en nuestra misión
Los problemas urgentes que ahora mismo debe resolver
una sociedad en la que la bicicleta se ha metido con calzador son los que
atañen la normalización de su uso:
- La denuncia, desmantelamiento y/o reconstrucción de todas aquellas
facilidades
que se han implementado de una manera atropellada, posibilista y
deficiente en nuestras ciudades (sobre todo carriles bici y bicicletas
públicas, pero también aparcamientos).
- El restablecimiento de la circulación de las bicicletas por la
calzada por defecto o, lo que es lo mismo, el abandono de las aceras, sin ningún
tipo de condiciones.
- La restitución de hecho de la categoría de vehículo de la bicicleta, con plenos derechos y obligaciones en el tráfico rodado.
Las tareas importantes, esas que invariablemente se difieren
en el tiempo por la falta de una verdadera estrategia dentro de los
responsables de representar los intereses de los ciclistas, enfrascados en
labores más triviales son:
- La incorporación de la bicicleta como opción de locomoción entre
nuestros menores, tanto en el entorno escolar como en un marco social mucho más
amplio, a través de iniciativas que consoliden las habilidades de nuestros
niños y jóvenes y que les ayuden a percibir la bicicleta como una opción
real, segura y conveniente de locomoción en sus desplazamientos
habituales, para que pase de una manera natural de ser un juguete a
convertirse en un vehículo personal idóneo en el entorno urbano.
- La progresiva disuasión del uso del automóvil privado, a través de medidas coercitivas pero también de iniciativas alentadoras, que hagan que su uso se acabe convirtiendo en algo excepcional e incluso indeseable.
Son
estos los puntos fundamentales sobre los que debería orbitar la acción de los
grupos y de las personas que pretendan atender los intereses de los que
utilizan la bicicleta en nuestro entorno y, de forma más general, de todos
aquellos que queremos lugares más amables y más seguros para vivir.
Subscribo al 100%
ResponderEliminarSalud y pedal
Esto es cierto, pero hay que reconocer que el estado de la ley y la propaganda que realiza la DGT influye sobre lo que la gente opina y cómo se comporta. Y por tanto creo que es comprensible que haya quien está en pie de guerra o intentando cambiar la formulación de toda esta historia. Por lo demás, de acuerdo con todo.
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