Intentaba explicarlo en los últimos artículos. Nos han vuelto locos, definitivamente. Nos faltaba muy poco, pero ya está. Ya han conseguido que su sistema se haga incomprensible de puro retorcido, y ya ha llegado el día en que nadie es capaz de interpretarlo y cada uno se las apaña como puede, como se lo imagina o, en el mejor de los casos, como le viene en gana.
Era una crónica anunciada. Semejante desnaturalización y reinterpretación de todo no podía dar otro resultado. Y parece que todos han coincidido en la fecha para denunciarlo. Ayer, sin ir más lejos, veíamos las noticias de Pamplona, Vitoria-Gasteiz y Sevilla en las que se dejaba patente este estado de desorientación y de descontento. Hoy le toca el turno a Valencia.
Esta ciclabilidad que se traduce en la mayoría de los casos en hacer andar a las bicicletas por las aceras (con o sin carril bici), cuando no por intransitables circuitos discontínuos y sin criterio, es lo que tiene: que luego nadie se aclara. Y esto, además de provocar inseguridad colectiva, crea peligro y crispación entre los peatones. No tiene vuelta de hoja.
El problema es que somos tan tozudos que, después de hacer caso omiso a los avisos insistentes que se han ido dando desde el principio de todo este proceso y después de haber consumado todo este desastre, ahora a ver quién es el valiente que se quiere dar cuenta del fracaso y que pone en tela de juicio todo este desmán y propone la deconstrucción del carril bici, la derogación de estas normativas imposibles y la reinclusión de la circulación ciclista en el tráfico en la mayoría de las calles a través de la pacificación del tráfico y la reducción de las velocidades. Desde luego si hay alguien, más que un valiente se tratará de un suicida.
Seguiremos atentos a nuestras pantallas y seguiremos presenciando el devenir de este despropósito desde nuestros manillares. Algo que se augura emocionante. Suerte para todas y todos.
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