martes, 23 de julio de 2013

Miedo al medio: una estrategia equivocada

El medio es el fin. Esta debería haber sido la consigna que centrara la misión de mejorar las ciudades para sus habitantes. El medio ambiente, el espacio común a preservar, a mejorar, a reconquistar después de años de haber renunciado al mismo en favor de su uso meramente circulatorio o de aparcamiento.

La calle es el medio, la calle debe ser el fin. Y sin embargo, hemos consentido que se usurpe ese espacio y que se prostituya su función para dar cobertura a las necesidades que los automóviles han ido exigiendo durante todo un siglo. Y creíamos que así nos iba bien.

Lo que no sospechábamos mientras rendíamos pleitesía al todopoderoso automóvil es hasta qué punto iban a llegar sus exigencias o que éstas eran simplemente insaciables y que iban a cambiar drástica y casi irreversiblemente las condiciones de esa calle hasta hacerla casi exclusiva para el uso y el abuso automovilístico.

Tanto es así que ahora, después de tantas décadas de dominio, ocupación e intimidación, ya nos parece normal y hasta justificable aducir miedo a la calle, al tráfico cuando nos proponemos andar en bici, a pie, en moto o en patines. Miedo al medio.

Foto: Victor Bezrukov

Y por eso nos conformamos con las veredas, con las esquinas, con los márgenes de las calles. Y andamos peleando en ellos como si no pudiera ser de otra manera. Porque hemos renunciado al medio, al centro de la calle, al centro del carril.

Nos hemos hecho marginales, miserables, abyectos. Y así nos parece también normal mendigar un pequeño espacio donde sea para que nos dejen circular a nosotros también en exclusividad, como si fuera lo mejor que se pudiera conseguir. Una red de pasillos en vez de hacernos acreedores del derecho de usar la calle con dignidad y con entera libertad, por el medio.

¿Hasta cuándo vamos a seguir compadeciéndonos? ¿Hasta cuándo vamos a seguir perpetuando este orden de cosas? ¿Hasta cuándo vamos a seguir pagando las consecuencias?

1 comentario:

  1. Duele leerlo pero ¡qué razón tienes!

    Como bien dices vivimos en un extremo en el que la calle es para lo coches y de los coches. El que deja caer que no tiene por qué ser así acaba por ser un raro al que nadie escucha. Y digo ésto no cómo amante de la bici sino simplemente como persona que necesita usar la calle para ir a algún sitio.
    En las grandes ciudades parece que a nadie se le ocurre que el ciudadano quiera andar. Todo está pensado para que vayamos a los sitios en coche y el que no quiera, que trague humo, o en el peor de los casos, que arriesgue el físico. Un asco, vaya.

    Un saludo

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