Faltan las palabras para expresar la angustia que nos sobrecoge a todos los que estamos todos los días trabajando y peleando por que la gente utilice cada vez más la bicicleta como medio de locomoción, de manera segura, sobre todo entre los más jóvenes.
Lejos de tratar de analizar las particularidades concretas del caso, tarea reservada a la Policía Foral de Navarra, un cuerpo que nos consta que ha hecho un esfuerzo especial en los últimos años en relación con la seguridad vial de los ciclistas, especialmente entre los escolares, el suceso reviste una especial relevancia por las circunstancias que lo rodean.
Lugar del suceso (Foto de Diario de Navarra)
Por un lado, un grupo de menores que circulan despreocupadamente en sus bicicletas por una calle de un pueblo mediano disfrutando de su periodo vacacional. Una calle que, además, cuenta con un carril bici. Una calle secundaria donde no haría falta semejante infraestructura pero que el celo y la vehemencia de muchos corellanos, especialmente los Biciclistas de Corella, consiguió que se implementara, para mejorar la visibilidad de los ya numerosos ciclistas urbanos.
Por otro, un automovilista joven que viaja confiado, sin atender demasiado a lo que sucede, porque normalmente no sucede nada.
Y, de repente, se produce el desastre. Un golpe fatal. Y en un segundo todo cambia y la normalidad se convierte en tragedia.
¿Qué más se puede hacer?
Desde luego lamentarse no sirve para arreglar nada. Para evitar que esto se vuelva a producir no basta con quejarse, por más alto y más veces que se haga. Hay que hacer algo más.
Está claro que no es una cuestión de carriles bici. Tampoco es una cuestión de si el chaval llevaba casco o no. O de si iban más o menos despistados. O de si ya casi era de noche y quizá no iban provistos de luces. No basta con eso.
Para prevenir futuros accidentes, sobre todo en medio urbano, no queda otra que trabajar sobre los automovilistas con mucha más contundencia que la que se está aplicando en la actualidad. Hay que remarcar una y otra vez la responsabilidad tremenda que se asume al conducir un coche, mucho más cuando se hace en poblaciones y hay que recordar que el peligro, el verdadero peligro en los accidentes lo aportan los automóviles, que con un simple golpe pueden resultar mortales.
Si queremos que nuestros pueblos y ciudades sirvan para ser vividos de manera segura y amable, necesitamos darnos cuenta de que los coches son los mayores obstáculos ante los que nos encontramos. Para conseguir que la gente disfrute de ese espacio común que es la calle, tendremos que desincentivar el uso del automóvil para algo que no sea imprescindible y está demostrado que la mayoría de los viajes que se hacen en coche en nuestras poblaciones, más si son medianas o pequeñas, son viajes que se podían haber hecho en cualquier otro modo.
Hasta que no seamos capaces de hacerlo, nos seguiremos encontrando con este tipo de desgracias con mayor o menor frecuencia. Lamentablemente.
Muy acertado el artículo. Suscribo cada punto. Enhorabuena y gracias, Toño (Vicepresidente de Biciclistas de Corella)
ResponderEliminarCreo que deberíamos concienciarnos de los cascos urbanos se debería circular, máximo a 30 km.
ResponderEliminarTrabajemos por conseguir los pueblos "30"