miércoles, 12 de septiembre de 2012

Iba en bici ¿dejémoslo correr?

No es estupor, es indignación lo que provoca leer una noticia que nunca debería de haberse producido y que relata la huída de un ciclista después de haber perpetrado un accidente sobre una anciana en una acera que se resuelve de manera trágica con la muerte de la víctima. Ha sido en Valencia, pero podría haber ocurrido en cualquier otra ciudad, más en esas en donde los ciclistas campan a sus anchas por las aceras, desoyendo las recomendaciones, las normativas y los reproches de viandantes.

Siempre la fatalidad es triste, pero muchas veces también se hace el ejercicio de tratar de desdramatizarla amparándose en la mala fortuna, en el accidente, en un cúmulo de desgracias, asociándola a una especie de excepcionalidad que la hace asumible, comprensble, casi lógica. Sin embargo, este caso no es fortuito, no es más que el resultado de una probabilidad con la que se ha jugado y con la que se juega demasiado alegremente entre demasiada gente en demasiadas de nuestras ciudades. Demasiados demasiados para ser casualidad.

Cuando se permite y se promueve de una forma tan generalizada y tan contundente la circulación de bicicletas por plataformas peatonales estas son las consecuencias inevitables: el incremento del riesgo en los tránsitos peatonales, el incremento de los incidentes entre ciclistas y peatones, el incremento de la accidentalidad con claro perjuicio del más débil y, por desgracia, la fatalidad.


Sin embargo, aún habrá voces que tratarán de reivindicar el uso de las aceras en defensa propia por parte de aquellas personas que, alegando miedo a tráfico rodado, justifiquen su uso indiscriminado. Son para ellas daños colaterales, excepcionales, no deseables pero inevitables. Es el paso lógico y necesario de la Ciudad de los Coches a la Ciudad de las Bicis a costa de la Ciudad de los Peatones.

Terrible. Terrorífico.

Siempre con el argumento de que en otros lugares donde, en muchos casos, las aceras son decorativas por intransitadas a pie, se consiente (por decirlo de alguna manera) la invasión ciclista.

Tratar de eludir el tema, tratar de relativizarlo, tratar de trivializarlo es sin duda una opción crítica que conlleva unas consecuencias devastadoras que redundan sólo en el deterioro irreversible de los espacios públicos como lugares de disfrute y de encuentro.

A ver quién es el valiente ahora de decir que las bicicletas son inofensivas.

4 comentarios:

  1. Lo que hay que condenar es la actitud peligrosa del individuo concreto que ha atropellado a la pobre señora. No es justo condenar a todo el colectivo ciclista como han hecho en las noticias de la tele. Es como si por culpa de un automovilista Farruquito que se cree Fitipaldi y que atropella a un montón de criaturas cogen y la sociedad entera condenase a todos los coches: http://www.20minutos.es/noticia/208409/0/Atropellado/carrera/coches/ ¿no pensáis lo mismo?.

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    1. El principal problema de tráfico en la ciudad son los atropellos de coches a peatones. Aunque no sea una actitud en masa, es un problema demasiado frecuente como para resolverlo con un "fue un caso aislado".

      Y la bici, aunque menos grave, lleva camino de ser el hermano pequeño del coche en esto del acoso al peatón. Y no es tampoco un caso aislado: en Barcelona se denunciaron 57 atropellos de peatones por bici en 2011. Demasiados como para ser fruto del comportamiento aislado de un individuo de vez en cuando, y sí el resultado de una invasión sistemática de las aceras.

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  2. Una vez más demuestra que un gamberro no deja de ser gamberro porque va en bici al igual que si coge el volante o va andando. Espero que detengan a esta persona y le juzgan con cargos de homicidio.

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