miércoles, 14 de diciembre de 2011

Tráfico de bicis

Hemos presenciado durante los últimos años toda una serie de operaciones en las que en nombre de la bicicleta se han realizado auténticos negocios con pingües beneficios para los encausados. Beneficios económicos para los ejecutores, consultores y prescriptores, beneficios políticos para los gobiernos municipales populistas, beneficios asociativos para aquellos que han estado dispuestos a salir en la foto a cualquier precio.  

Todo el tejemaneje de obras deficientes, sin planificar, innecesarias pero magníficas y con buena dosis de prensa, todo el mercadeo con bicicletas públicas como si fuera el chocolate del loro, todo el trapicheo con palmadita incluída de chucherías relacionadas con el boom de las bicicletas han conformado una realidad que es con la que ahora nos toca lidiar.

Esta realidad donde los peatones son cuestionados, donde los ciclistas han hecho masa crítica en la plataforma equivocada, donde los conductores han mejorado su hegemonía y donde la gente se ha dedicado a aplaudir y mirar a otra parte, es la que ahora parece que también nos incomoda.

Hemos conseguido hacer el mundo al revés a base de sacar las cosas de quicio y, ahora que lo hemos casi conseguido, resulta que no nos gusta y queremos darle la vuelta al calcetín otra vez. Como si fuera tan fácil.

Pues no lo es. Y menos si, otra vez más, tratamos de hacerlo sin perturbar la preeminencia del coche en las ciudades. Esto es, va a ser imposible que, bien sea vía persecución y multas, bien sea vía educación y llamada a la empatía, consigamos cambiar el estado de las cosas si las medidas siempre tienen los mismos destinatarios: los ciclistas. No se puede cambiar una realidad trabajando con una minoría que a día de hoy sigue siendo marginal, incluso entre nuestras ciudades autoproclamadas líderes en esto de la bicicleta.

Es hora de mirar al asunto de frente y de coger a toro por los cuernos. Hay que meterle mano al coche.

Somos tráfico calmado y necesitamos calmado de tráfico

Y menos coches. Y más respeto. Y más dignidad. Y menos prepotencia. Y mejores modales. Y más comprensión. Y menos prejuicios. Y menos miramientos. Y menos ñoñería. Y menos miedo. Y todo eso no se consigue con campañas y con cursos. Hace falta una estrategia más profunda, de mayor calado, con mayor determinación, identificando mejor los objetivos que se pueden resumir en uno: menos coches y menor velocidad para recuperar espacios, tranquilidad y seguridad para disfrutar de nuestras ciudades en nuestros tránsitos, en nuestro ocio y cuando nos dé la gana, siempre que no molestemos a los demás.

Así pues, vamos a dejar de traficar con bicis y comencemos a regular el tráfico con bicis. Y resolvamos de una puñetera vez por todas el acuciante problema de los robos de las bicis, que no es otro que el más acuciante todavía tema de los aparcamientos seguros para bicicletas, tanto en los domicilios como en los centros que motivan nuestros viajes urbanos.

Basta ya de educación de adultos a los que hemos mareado con milongas haciéndoles creer que dándole la vuelta a todo iban a conseguir vencer sus miedos y que ahora pretendemos que recobren el sentido común, y. empecemos de una vez a trabajar en programas que incluyan la bicicleta de una manera integrada, natural y sin prejuicios entre nuestros menores.

Basta de jugar a las construcciones y a las maquinitas, y empecemos de una vez a pensar qué necesitan de verdad nuestros convecinos que ya usan la bici de una manera deficiente.

Basta de carril bici porque sí y bici pública a discreción y empecemos de una vez a reorientar el gasto y la inversión pública para la bicicleta con planificación, resolviendo problemas reales, sin tanto artificio y sin tanto exhibicionismo.

Va a ser un trabajo lento, que hay que hacer paso a paso, con ganas y sin prisa, con calma pero con determinación, con firmeza pero de una manera pausada, acompasada, natural, progresiva. Y va a ser también un trabajo costoso, caro aunque nunca tanto como hacer aceras bici a cutiplé, ni como montar sistemas de bicis públicas sin ton ni son, trabajoso aunque no tanto como tratar de convencer a la mayoría que camina que lo mejor para ellos es que se resignen a sufrir la invasión de bicicletas que no matan pero molestan, condicionan y ponen en peligro la tranquilidad de las zonas peatonales.

Y, por favor, dejemos de contar ciclistas y empecemos a descontar coches. A ver si somos capaces de descontar algunos, muchos y con esos ex-automovilistas convencidos convenzamos a los demás, a los que puedan, de que no conduzcan si no es absolutamente imprescindible. Esto no es un juego y las cosas no se hacen por arte de magia ni con fórmulas magistrales. Nos va la vida en ello.

2 comentarios:

  1. Plas, plas, plas..... Me quito el sombrero. Llevo tiempo diciendo que los carriles bici que se hacen no se hacen para mejorar la movilidad ciclista sino para que las bicicletas no molestemos a los coches. ¿Qué sentido tiene un carril bici en una zona limitada a 30 por hora? Pues está a la orden del día.

    ResponderEliminar
  2. "dejemos de contar ciclistas y empecemos a descontar coches"

    ResponderEliminar