viernes, 18 de noviembre de 2011

Refundemos la aldea local

Nos han enseñado aquello de "piensa globalmente y actúa localmente" para reaccionar ante los males que nuestras actitudes y acciones personales pueden hacer en la expoliación del planeta, hemos vivido en la aldea global felices de creernos los dueños y conocedores del mundo, hemos participado en la globalización de una manera más o menos consciente, más o menos interesada, hemos favorecido la deslocalización de las actividades y de la producción amparados en nuestras miserias o en nuestra avidez de tenerlo todo ya y a un precio de escándalo.

En este camino, hemos despreciado a nuestro proveedor local, hemos ninguneado al productor de aquí, hemos descalificado al artesano de casa, llamándole usurero y ladrón, hemos ignorado a nuestro vecino desconfiando de sus intenciones y nos hemos ido a la conchinchina a por las cosas que teníamos aquí, en nuestro pueblo. Todavía vivimos en eso, aprovechando vuelos baratos, comprando en cualquier parte del mundo, obviando el hecho de que el petróleo barato, la acumulación de capitales y la explotación laboral allá donde no tenemos que presenciarla son los que estan alimentando y favoreciendo todo este rollo.

Mirarse al ombligo propio... y al del vecino

Pero ha llegado un momento en que todo esto va a hacer crak (si es que no lo ha hecho ya suficientemente), y luego vendrán las lamentaciones. Antes de que todo eso ocurra hay que ponerse manos a la obra y hay que volver a verse las caras. Las conocidas, las de siempre y las nuevas, las de todas aquellas personas que estén dispuestas a que una buena parte de todo esto dependa de nosotros y que no estemos esperando a que alguien decida por nosotros. No es una cuestión de miedo, tampoco una visión apocalíptica del asunto, es más bien una cuestión práctica, de apostar por lo cercano, por lo tangible, por lo comprobable, por aquello en lo que detrás hay personas conocidas y reconocibles, que se responsabilizan y responden por lo que hacen, porque se la juegan y por tanto les importa lo que hacen y lo hacen bien.


Es hora de volver la mirada al pueblo, al barrio, a la calle que conocemos y que se ha convertido en nuestra gran desconocida, porque hemos decidido "libremente" aislarnos en un mundo lejano, intangible y diferido, donde nos hemos sentido seguros, poderosos y protagonistas, pero donde no pintamos nada de nada. Hay que volver a enfundarse la boina y salir a mirarse a la cara, con ilusión, con propuestas, con optimismo, con ganas de pintar, de aportar, de hacer, de construir, de arrimar el hombro para que todo esto no se vaya a la mierda sin creer al menos que hemos hecho algo por ello. Y plantear alianzas, pactos, compromisos, sin esperar a que vengan grandes salvadores, visionarios o profetas, antes de acabar convertidos en auténticos anacoretas de nuestra civilización.

No es tanto cuestión de recuperar el tiempo perdido, como de trabajar en la creación de nuevas oportunidades que den pie a nuevos escenarios donde seamos más protagonistas que espectadores de algo que nos ocupa y nos preocupa en primera persona: nuestras propias vidas. Con honestidad, con honradez, con dedicación y con implicación.

Nos vemos.

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