lunes, 30 de mayo de 2011

Más crisis, por favor

Cuando hace tan sólo 5 años alguien se atrevía a hablar de burbuja inmobiliaria, de fraude financiero, de política intervenida, de déficit democrático, de impacto ambiental irreversible o de crecimiento insostenible, se le miraba raro, se desconfiaba de él o se le tachaba de agorero. Entonces vivíamos la época de las vacas gordas y había que disfrutar de ello, aunque supiéramos o nos pudiéramos imaginar que todo aquello, a esa velocidad, no iba a durar mucho. Eran tiempos locos, de falsa abundancia, de despilfarro sin precedentes, de especulación desorbitada, de estulticia colectiva, de ignorancia interesada, de pelotazo, de pucherazo y de comisiones ilegales. Y todo el mundo lo vivía con estupor pero sin rechistar.

Había empleo, había pasta, había beneficio

Eso que a algunos les había dado por pensar que era el progreso y que era el principio de una "historia interminable", se descubrió como una bomba que a muchos explotó en las manos y a otros muchos más afectó y afecta su onda expansiva, destruyendo empleo, cortando expectativas, colapsando economías domésticas y menos domésticas. Ha sido como despertar de una fabulosa pesadilla para darnos de bruces con una realidad que habíamos "construído" entre todos, entre casi todos.

Uno de los vídeos más vistos en YouTube esta semana explica brillantemente el proceso. De Aleix Saló el autor de Este país se va a la mierda:



Se ha descubierto el pastel, o al menos parte de él.

Pero parece que no va a ser suficiente

Todavía nadie repara que la crisis es mucho más profunda de lo que aparenta, porque a la situación particular de este Españistán que tan bien describe el video, hay que sumar una crisis mucho más profunda, la llamada crisis sistémica mundial, consecuencia de la disolución de todo el basamento que ha fundamentado durante las últimas décadas un modelo económico, político, social y cultural que se ha demostrado obsceno, depravado, fracturador de la sociedad, provocador de desórdenes mundiales, atracador de las economías más débiles, profundamente abyecto para aprovecharse de las miserias más terribles, discriminador, idiotizante y apisonador de las iniciativas e inquietudes personales.

A pesar de que algunas mentes debilitadas por la demagogia quieren ver visos de recuperación en cualquier espejismo de dato económico, todo parece indicar que esto va para largo y nada parece indicar que se vayan a recuperar los datos de la década pasada. Falta por hablar de la gran crisis energética que se nos avecina, de la fractura mundial que ha provocado la globalización, de la falta de recursos básicos para la subsistencia de la creciente población, del deterioro del planeta, de las consecuencias de no haber articulado la sociedad civil, de no haber sentado las bases de la infraestructura económica, de haber apostado por las obras públicas encaminadas a consumir más.

Van a hacer falta unos años más de fracaso 

Para darnos cuenta de una vez por todas de que aquellos tiempos no volverán y, mejor que eso, que nos esperan tiempos diferentes, donde habrá que trabajar de acuerdo a otras lógicas, donde va a haber que arrimar el hombro, contar con más gente, desblindar la política y articular una nueva economía para vivir mejor, no para vivir con más dinero. Una nueva lógica que mire cerca con perspectiva mundial, que utilice tecnologías apropiadas, que promueva la iniciativa local, que favorezca la autogestión, que prime lo barato y lo práctico...

Si con toda esta convulsión que nos rodea no somos capaces de organizar sinergias positivas, sencillas, que persigan objetivos simples, alcanzables, no habremos demostrado más que que somos capaces de patalear con mucho estruendo y con mucho eco.

Una nueva ciclabilidad es posible

Para los intereses de la bicicleta, parece que se han acabado los tiempos del despilfarro. A partir de ahora, se acabaron los carriles bici sin ton ni son y las bicicletas públicas como churros. El Plan E ha acabado y no ha servido absolutamente para nada que no sea alargar la agonía de unos cuantos y alocar los proyectos improvisados por muchos. Ahora toca exprimir el cerebro y el presupuesto. Ahora toca exigir y dar cuentas. Ahora toca escatimar y aprovechar hasta el último céntimo. Porque hay poco, y la escasez históricamente nos ha enseñado a ser más inteligentes y más eficientes. Ahora toca presionar y organizarse. Ahora toca pedalear con decisión. Porque el futuro está en la bicicleta y no en el coche.

Aquí está el reto: tratar de construir una nueva ciclabilidad.

"Mi vieja bicicleta" de Raúl Montecino

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