lunes, 14 de marzo de 2011

No basta con reaccionar

Estamos tan acostumbrados a sufrir los designios de nuestros dirigentes, que hemos acabado creyendo que lo único que nos queda por hacer es quejarnos. Triste situación a la que nos hemos ido haciendo desde hace ya más de 70 años. Con un bagaje tan pesado y tan desalentador, cualquiera diría que ya sólo el hecho de reaccionar es de por sí meritorio. En una sociedad que no ha recobrado la parálisis a la que se le sumió en el periodo más oscuro por el que puede pasar, una dictadura, y que no ha sabido o no ha querido reactivar una democracia representativa todavía precaria e interesada, el derecho a la pataleta es lo único que se nos ocurre para combatir lo que no nos gusta. Eso o morir en el intento.


Mural anarquista en la Villa Los Héroes (Maipú, Chile) por Jocker World

El contestatarismo, como cualquier modo de reaccionarismo, sólo responde a los impulsos que generan otros. No tiene iniciativas propias. Es por eso que resulta imprescindible creer que hay otra forma de hacer las cosas, sin contar con los que rigen los designios de nuestra sociedad, sin esperar a que ellos lo hagan, sin tratar de convencerles. No hablo de anarquismo. No. Es algo más sencillo, más posible, más inmediato.

Proponer, ese es el reto

Activismo más que reactivismo. La capacidad de generar iniciativas. Nada más... y nada menos. Innovadoras, útiles, participativas y participadas. Autogestionadas. Más aún. Que generen beneficios para hacer nuevas propuestas. Ese es el verdadero reto. Organizados, remunerando a los que trabajen, cobrando un precio justo por los servicios, atendiendo a las demandas, creando movimiento. Es fácil decirlo, pero es algo más difícil hacerlo.

Ciudadanos responsables

Pensar que habitamos un entorno sobre el que no podemos, o peor, no tenemos derecho de intervenir es realmente triste. Creer que estamos incapacitados para hacerlo lo es aún más. Nos han hecho pensar que la única manera válida de participar es votar y contribuir. Esto es a todas luces insuficiente y produce no sólo el desaliento ante la injusticia que esos mismos a los que votamos y que gestionan nuestras contribuciones muchas veces generan, sino una especie de inutilidad para proponer otras cosas, por pequeñas que estas sean.

Está claro que, en democracia, la capacidad de reacción es necesaria, la crítica constructiva y destructiva, la movilización, porque hay proyectos y actitudes que sólo pueden ser propuestos desde los gobiernos y por los gobiernos, ya sean estos municipales, regionales, estatales o interestatales. Lo preocupante es que, en una sociedad con más de 35 años de presunta democracia, la capacidad de generar proyectos desde la iniciativa social más o menos organizada, haya caído de una manera tan preocupante. Y que los gobiernos no sólo no hayan hecho nada para evitarlo, sino que muchas veces han colaborado en esta desactivación social, para preservar su poder.

Mi casa, mi curro, mis cervezas, mis viajes, mis colegas, mis compras...

... mis bicicletas, no dejan de ser una forma egoísta de celebrar la privacidad y la privación a la que nos han sometido toda una serie de intereses en cuya creación hemos ido participando más o menos conscientemente. No vale quejarse de ello cuando deja de funcionar, si no somos capaces de crear nuestras propias alternativas personales, colectivas, sociales.
No podemos ser víctimas de nuestras propias vidas, ni de los designios de los demás. No podemos esperar a que los hechos consumados demuestren que nuestra impotencia, además, se puede revelar peligrosa para nosotros mismos.

Los últimos acontecimientos

En las últimas semanas, nos ha tocado presenciar, atónitos, una serie de acontecimientos fruto de la incapacidad, la misma que nos deja parados, de resolver los problemas de seguridad, percibida o real, de nuestros ciclistas. Una mujer muerta por una suerte de infortunio y de temeridad constructiva de nuestros responsables y un hombre herido grave. Ambos al interactuar con automóviles, ambos en situaciones de peligrosidad inconsciente, ambos en lugares en los que se podía haber hecho algo pero no se quiso hacer, ambos por desgracia previsibles. Esto es lo lamentable. Esto y que la mayoría de la gente se encoja de hombros y se consuele en que, al menos esta vez, no les haya salpicado. Terrorífico.


Concentración en el lugar donde murió Trinidad Remírez, contra el carril bici. (Diario de Noticias)

Contestamos, pero no podemos esperar que alguien que ha demostrado durante años por activa o por pasiva que le importamos un pimiento vaya a darse cuenta por arte de magia de lo contrario y vaya a acertar con las soluciones, siguiendo su lógica de megaestructuras y marketing orientado a la rentabilidad política.

Como decía Valencia en Bici en su nota de ayer, El Valenbisi (las bicis públicas de Valencia) y algún carril bici más no son suficientes para resolver el problema de la movilidad ciclista y menos para resolver el problema de la movilidad en general.

No hay que montar barricadas, hay que montar ciudades que escuchen a sus ciudadanos, barrios participados, manzanas conscientes, casas de la bicicleta... y cafés ciclistas, entre otras cosas.

1 comentario: