jueves, 30 de julio de 2015

5 cosas que nunca deberíamos olvidar cuando hablemos de promocionar las bicis

Hastía la insistencia de muchas personas en resumir la realidad con una simple enumeración sólo por conseguir un buen titular. Esta temporada le ha dado a todo el mundo por hacer este tipo de reduccionismos simplones sólo por tratar de atraer la atención de navegantes distraídos. Pues no vamos a ser menos y vamos a hacer nuestra aportación a esta tendencia estúpida. Va de bicis.

1. Las bicis nunca deben ser primero

Si lo que intentamos es dar oportunidades, nunca debemos caer en la trampa de la maximización y menos de la univocidad. No nos podemos volver locos. Tenemos que tratar de ser ecuánimes, razonables y enmarcar la aportación indudable que pueden hacer los que pedalean en una ciudad que aspire a ser amable, sostenible, humana y deseable, en el conjunto de acciones y estrategias dirigidas a conseguirlo.


2. Esto va de coches

Nunca debemos perder de vista que si estamos hablando de promocionar algo es porque ese algo ha caído en la marginalidad, el olvido, el descrédito o simplemente la ignorancia colectiva, que ha vuelto la vista a otras alternativas, aunque sea respondiendo a intereses que le han sido inculcados, cuando no impuestos, como la única elección conveniente. Son los coches, su dominio, su contribución a la degradación de las ciudades, a la violencia vial, a la apropiación del espacio público, los que motivan este tipo de misiones, así que no podemos perderlos de vista como objetivo central de nuestras estrategias: esto va de reducir la presencia y la prepotencia de los coches en nuestras ciudades, no de que haya más gente montada en bicicletas.


3. La gente que está en la calle no son peatones

Son personas. Algunas caminando para desplazarse, pero la mayoría simplemente viviendo y relacionándose. Perder la perspectiva sobre esto y presentar a la gente como peatones circulando desvirtúa terriblemente la realidad y la reduce a la motivación siempre secundaria de la movilidad. Alguien sentado en un banco, paseando, jugando, conversando, tomándose algo, atendiendo su móvil, mirando un escaparate o un culo no es alguien para el que la circulación, su circulación sea más importante. Pretender que en la calle no ocurren o no ocurran más cosas que meros desplazamientos no es tanto una visión empobrecida del espacio público como una concepción degradante de la vida social urbana.


4. Las bicis no son la solución

Aunque contribuyan en cierta manera a mejorar las cosas, siempre que su uso (y no su abuso) se haga de manera respetuosa, serena y empática. Y siempre que esas personas que opten por la bicicleta lo hagan en detrimento del uso del coche, de la moto, del taxi o incluso del transporte público. Si no, no.


5. Las cosas no se cambian de repente ni por moda

No. Ni con infraestructuras, ni con campañas, ni con complejos sistemas de bicis públicas, ni con programas dirigidos a colectivos diana, ni con normas que empujen a hacerlo. Esto es mucho más lento, mucho menos espectacular y más complejo de lo que muchos venden. Y va mucho más de cambiar hábitos, condicionar y definir los usos del espacio público y de replantear las tendencias urbanísticas y de ordenación del territorio que nos han llevado a soportar como algo deseable esta dependencia tan terrible del coche.


Si no nos damos cuenta de esto, estaremos perdidos, engatusados por discursos melifluos, embelesados por la pretenciosidad de los tecnócratas y sus fuegos artificiales o embobados con cantos de sirena que nos hagan creernos que pedalear es una especie de mística redentora y que el resto de gente debería reverenciarnos por hacerlo o algo así.

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