martes, 13 de agosto de 2013

Cambiar el miedo por respeto

Nos hemos acomodado a la lógica del miedo. No es extraño porque el miedo es muy rentable para muchas personas y sobre todo para muchos grupos de poder. Inculcar miedo es la mejor y más irracional forma de mantener a la gente atenazada, expectante, ansiosa por que se lo calmen con cualquier remedio. El miedo es el arma más potente y el poder lo sabe y lo ejerce.

Nos han metido el miedo hasta las entrañas, que es donde mejor se acomoda, y así han conseguido que evitemos pensar, que no atendamos a la lógica, que seamos incapaces de discernir. Porque el miedo no nos deja.

Nos luciría de otra manera el pelo si en vez de habernos dejado vencer por el miedo, hubiéramos sido capaces de fundamentar los cimientos de nuestras relaciones sociales en el respeto. Respeto, que no obligación u obediencia.


El respeto nace del reconocimiento y la aceptación del otro como un individuo pleno ante el que debemos profesar una consideración en el objetivo de que dicha consideración sea mutua, recíproca. Así pues, el respeto parte de una visión empática de la dignidad y de una necesidad de reconocer para ser reconocido. Es una óptica mucho más ética y un fundamento mucho más sólido que el del miedo si lo que buscamos es la convivencia y el entendimiento.

Es ahí donde debería estar el quid de la cuestión en cualquier aspecto social que contemplemos. Es ahí donde debería estar el quid de la cuestión en la movilidad, en la circulación, en el tráfico, en el desplazamiento de personas. Si fuéramos capaces de reconocer que no hay automovilistas, ciclistas, peatones o motoristas, hay personas.

El respeto a las personas no se fundamenta en ninguna ley escrita, no hace falta una normativa, ni una policía que vigile su cumplimiento. Porque el respeto es una manera de entender las relaciones humanas, donde las personas, cada persona es lo más importante y lo más incuestionable.

Lo que pasa es que el respeto no se imparte ni se reparte (como el miedo), el respeto se inculca y se merece, hay que conquistarlo, hay que ganárselo y es ahí donde tenemos una carencia fundamental. Hemos perdido el valor del respeto hacia las personas y hacia todo lo demás y es por eso por lo que nos hemos dejado vencer por el miedo y por lo que ahora necesitamos normas que establezcan rayas de las que no pasarnos y vigilantes que nos obliguen a cumplirlas y nos castiguen cuando no lo hagamos.

Es así de lamentable. Y también es así de grave, porque es una dinámica muy difícil de cambiar. Para recuperar el respeto vamos a necesitar varias generaciones, para perderlo ha bastado con una.

2 comentarios:

  1. Estoy tan de acuerdo que no puedo dejarte estrechar el cerco de estas reflexiones en torno a la movilidad. Estás hablando de todo, no de bicicletas ni ciudades ni viajes.

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  2. Con su permiso, difundo su post en mi muro de facebook.


    Javier Rodríguez

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