jueves, 22 de noviembre de 2012

A cara descubierta

Dicen que uno de los mayores inductores de la violencia vial y también de la cibernética, que son las dos que nos ocupan en este espacio, es la protección y la potencia que nos da ver el mundo a través de una pantalla que nos permite interactuar con los demás con una valentía que seríamos incapaces de mantener sin esa protección. Eso y la posibilidad de escapar con sólo mirar a otro lado y apretar un botón, nos hace sentirnos invulnerables, poderosos y valientes. Los coches, como el anonimato cibernético, nos permiten, al sentirnos sobrepotenciados, adoptar unas actitudes que, en muchos casos, seríamos incapaces de soportar a cara descubierta.

En eso también la bicicleta es distinta (un poco como los que escribimos y opinamos sin refugiarnos en un seudónimo o en el anonimato) porque te obliga a presentarte ante los demás dando la cara y absolutamente desprotegido. Eso y que no puedes huir más que pedaleando (que sólo vale ante peatones).

Ir a cara descubierta permite interactuar de una manera mucho más directa con los demás y ayuda de una manera determinante, casi inevitable, a buscar la amabilidad. Ya sólo el hecho de recibir el aire en la cara, de sentir el frio y el calor, los aromas y los hedores, los ruidos y los rumores, nos hace ser más sensibles y estar mejor predispuestos a entendernos con el entorno, con los demás.

Si a eso le sumamos la indefensión propia del ciclista y la reiteración de los itinerarios, encontraremos que los que andamos en bici a diario y repetimos rutas necesariamente profesamos la amabilidad y buscamos el entendimiento con nuestros semejantes, especialmente con los que más podemos hacerlo que es con otros ciclistas y con los peatones. Con los automovilistas es más difícil, sobre todo porque van aislados en sus corazas metálicas y actúan con la violencia que les propone y que les impone el medio de locomoción que han elegido (la mayor parte de las veces) o que no tienen más remedio que utilizar (las menos).

Por supuesto que entre los ciclistas hay cafres, imbéciles, arrogantes y violentos. Es inevitable. La especie humana nos ha provisto de ellos para reconocer las virtudes de la sociabilidad. Nadie sabe mejor que el que lo practica, lo que recompensa solicitar permiso y pedir perdón, agradecer un gesto y practicar el respeto y el entendimiento. Muchos de los que andan en bici, seguro que lo conocen, los de los coches, difícilmente.

6 comentarios:

  1. Tienen unos rostros armoniosos y agradables. Transmiten buen rollo.

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  2. Me siento identificado con el artículo. Desde que uso a diario la bici para ir y venir al trabajo, me encuentro de otra manera...me siento un tío afortunado por poder hacerlo. Tienes razón que hay personas (quizá las menos) que no pueden disfrutar lo que yo disfruto.

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  3. Me ha encantado el artículo y también me siento muy identificado... Ahora que uso a diario la bici para llevar a mis dos hijos, me sorprendo de muy buen humor todas las mañanas, aunque a veces vaya con prisa y también sienta el estrés de una ciudad grande. Hace unos días me adelantó otro ciclista (en un tramo de carril bici de mi itinerario) y me saludó con unos "Buenos días" al que contesté al instante con una gran sonrisa... En el coche nunca me había pasado algo así, ¡es una suerte tremenda!

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  4. Effectivamente, en el trayecto que hacia a diario me cruzaba siempre con los mismos ciclistas y nos saludabamos. Cuando se cambio la oficina a otro barrio, el ultimpo dia me pare para darle la mano a cada uno de aquellos "amigos" de cruzarse, y explicar que ya no iba a volver a pasar por ese camino.

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  5. Me ha encantado el artículo y también me siento muy identificado... Ahora que uso a diario la bici para llevar a mis dos hijos, me sorprendo de muy buen humor todas las mañanas, aunque a veces vaya con prisa y también sienta el estrés de una ciudad grande. Hace unos días me adelantó otro ciclista (en un tramo de carril bici de mi itinerario) y me saludó con unos "Buenos días" al que contesté al instante con una gran sonrisa... En el coche nunca me había pasado algo así, ¡es una suerte tremenda!

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  6. Fabuloso texto. Me pasa lo mismo.
    Inés Alveano A. México.

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