lunes, 28 de mayo de 2012

No nos queremos dar por enterados

El ciclismo de acera se ha instaurado movido por una mezcla de inexperiencia, miedo, negligencia, interés e incompetencia de todos los encausados en la encomienda de facilitar el paso a las bicicletas sin querer cambiar el estado de las cosas del tráfico. Tanto es así, que no hay ciudad que se precie de tener un número mínimo de ciudadanos en bici que no padezca esta situación. Zaragoza, Valencia, Sevilla, Vitoria, Barcelona, Donosti y cómo no Pamplona.

Alguien pensará que es natural, que no ha sido una decisión tomada en un momento en el que no había tantas bicis y en que a alguien se le ocurrió que podía ser buena idea promocionarlas. Tengo malas noticias. Repasando el documento del Plan de Ciclabilidad de mi ciudad el otro día para preparar una mesa sobre el problema del incremento de accidentes con ciclistas involucrados descubrí que la decisión había sido tomada a sabiendas y que ya se anticipaban estas consecuencias. He aquí el cuadro en el que se exponen los modelos elegidos, las características de los mismos y los efectos que produce cada uno.

La renuncia de los ciclistas a la calzada se decidió así

Se trata de un documento de 2005, antes de las bicis públicas, antes de los carriles bici, antes de la "explosión" de la cosa ciclista en la ciudad. En dicho documento, uno de los pioneros en este país después de Barcelona y Donosti, ya se habla de los conflictos con los peatones. Pero entonces no había casi ciclistas, por lo que el problema era una cosa menor, asumible, recomendable. Todavía no se había inventado la desafortunada fórmula de pintar las aceras a discreción y no explicar cómo funcionaba aquello. Los peatones no importaban, importaban las bicis.

El problema es que, desde entonces, han pasado 7 años y la situación ha cambiado sensiblemente. Y donde no había ciclistas ahora los hay. En esas aceras con carril hechas de cualquier manera y, por extensión y connivencia, en todas las demás. Y circulan con total impunidad. Unos con cierto respeto y otros sin miramientos. Los hay que hasta se atreven a tocar el timbre en aceras inverosímiles.

El caso es que se ha llegado a una situación en la que el modelo ha dado lugar al vicio y hoy es el día en que una minoría nos seguimos moviendo en bici por la calzada con naturalidad, aunque soportando algún que otro improperio de automovilistas insensatos (por suerte una ridícula minoría) y la mayoría transita con sus bicicletas impunemente por las aceras, habiéndolas convertido en espacios de circulación y condicionando el libre albedrío de aquellas personas que caminan, pasean o disfrutan de la calle.

Esta realidad y esta problemática se repite en todas las ciudades donde hay bicicletas en la calle, porque, en todas esas ciudades en este país, se ha optado por el mismo modelo: la acera bici bidireccional, aliñada en algunas con algunas ciclocalles y algunos tímidos carriles bici.

Deshacer el entuerto y volver la mirada al coche

No vamos a lamentarnos sobre ello más veces, porque cada uno tiene lo que se merece y nosotros nos hemos debido haber hecho merecedores de esto. Lo que toca ahora es tratar de deshacer el entuerto y tratar de volver la vista a donde  teníamos que haber mirado desde el principio, pero que entonces no tenía sentido porque no había ciclistas. Hay que volver la vista al coche y, más que eso, hay que volver la vista a la ciudad y al modo de moverse y relacionarse en ella.

Si queremos ciudades tranquilas, amables y relacionales necesitamos disponer de espacios públicos de calidad a lo largo y ancho de las mismas. Espacios que inviten a ir, a los que se pueda llegar en cualquier medio de transporte y que permitan el encuentro y el disfrute. Para eso hay que revisar cómo es el reparto del espacio en nuestras calles y en qué se están convirtiendo nuestras ciudades.


Recuperar espacios para vivir y no para circular

Haber cedido la mayor parte de las calles a la circulación es precisamente lo que nos ha dejado sin espacio para disfrutar de nuestras ciudades. Hay que recuperar ese espacio con urgencia por varios motivos:
  1. Social.- Porque necesitamos recuperar calles, plazas, paseos y parques para vivirlos.
  2. Seguridad.- Porque la circulación, sobre todo la motorizada, condiciona y pone en riesgo los tránsitos de las personas en la calle.
  3. Ambiental.- Porque el aire de nuestras ciudades se está haciendo irrespirable y además está provocando un desajuste ambiental a nivel planetario conocido como cambio climático.
  4. Energético.- Porque además se consume un exceso de energía cuyo aprovisionamiento y producción provoca también efectos en el entorno.
  5. Sanitario.- Porque seguimos sufriendo las consecuencias, crecientes, de este modelo de vida que nos ha engordado y debilitado, si no nos ha atropellado alguna vez.
  6. Económico.- Porque todo eso nos cuesta muchísimo más de lo que nos podemos permitir.
Ahora bien, no podemos caer en que ese reparto del espacio público que necesitamos detraer de la circulación motorizada, lo volvamos a invertir en circulación de otros modos, porque, simplemente, estaremos cayendo en el mismo error, que es hacer carriles exclusivos para cada medio de locomoción y eso es igualmente inviable, como ya anticipaba este gráfico de principios del siglo pasado en el Reino Unido. Simplemente porque no hay sitio para cada uno, sino que hay que compartir el espacio disponible.


Calles tranquilas, zonas de convivencia

Necesitamos tranquilizar las calles para hacerlas amables y para que en ellas sean posibles los tránsitos, pero priorizando en la revitalización de las mismas. Una calle sin coches pero con un carril bus, un tranvía y varios carriles bici no es un espacio de encuentro sino un espacio de circulación. Y nadie habla de quitar los coches sino de disminuir notablemente su uso, así que, habrá que contar con ellos también.

Mientras no seamos capaces de ver esto como principal y la segregación de modos como un mal necesario para situaciones extremas que se producen tan solo en algunos espacios especialmente comprometidos, estaremos errando en el intento de construir ciudades más habitables y caeremos en guerras de facciones entre aquellos que sólo defienden su elección de circulación. Da igual que sean bicis, peatones, transporte público, transporte de mercancías o automóviles privados. El secreto está en compartir, el secreto está en convivir, el secreto está en ralentizar.

5 comentarios:

  1. Oso interesgarria.

    La disminuición de la velocidad atraería a muchos ciclistas a la calzada -aunque ese no sea el problema- y podría ser explicado políticamente... un paso a medias útil para empezar a "reconquistar" su lugar natural. Deberías ver la cara que se les queda a algunos conductores cuando esperas en los semáforos de avenidas grandes como la de Gasteiz... y pensando en positivo... creo que se fomenta el buen rollo, jeje.

    Eskerrikasko Eneko!

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  2. Mis comienzos con la bicicleta fueron por la calzada, era rápido y cómodo hasta que un buen día tuve un accidente. Un coche me atropello teniendo yo preferencia y circulando correctamente. Después de este susto pasé a circular por las aceras debido al miedo que se me quedo metido en el cuerpo. Poco a poco estoy volviendo a la calzada con mucho respeto y cuidado.
    Yo comparto que la bicicleta debe de estar en la calzada. Es el lugar más cómodo y rápido para un desplazamiento. Me dan miedo las normativas, y las multas. En todo este tema hay mucha confusión y lío, el mío el primero. No sé si tengo que echar el pie al suelo en un paso de peatones y cruzarlo andando, no sé que calles son de 30 y si debo de ir por la calzada, no sé si puedo circular por la calzada en una calle con limitación de 50. Lo que sé es que me desplazo en bicicleta como medio de transporte, que pago mis impuestos como el que circula en coche y que quiero continuar desplazándome así, sin tener que pedir permisos ni perdón a nadie, y no morir en el intento.

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    1. Que yo sepa el paso de cebra lo tienes que cruzar a pie ya que eres vehículo.
      Salud y pedal

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  3. Hola,

    Soy un ex-ciclista que estaba convencido de que circular por los carriles bici y por las aceras era más seguro que hacerlo por la calzada. Hasta que un día crucé un paso de carril bici por una carretera y un coche no me vió. Desde ese día no ando más en bici, ni en coche, ni a pie. Me tienen que llevar de un sitio a otro. El problema no es miedo, sino la falta de prevención. Y la mayoría de las veces los carriles bici y las aceras desprevienen a los que los usan. No se puede vender estas infraestructuras como más seguras que la carretera porque, simplemente, no lo son.

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  4. "Y nadie habla de quitar los coches"
    Algunxs si.
    http://anticoches.blogspot.com.es/2008/07/sobre-el-uso-el-abuso-y-la-necesidad.html

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