jueves, 2 de febrero de 2012

Menos coches, más ciudad

Llevamos mucho tiempo, demasiado, debatiendo sobre la política de gestión de la movilidad segura y de la accesibilidad universal de nuestras ciudades y llevamos también mucho dinero gastado, demasiado, tratando de ingeniar espacios seguros para los tránsitos urbanos a base más de repartirlos que de compartirlos. Carriles bici, parques, peatonalizaciones, carriles bus, zonas azules, aparcamientos subterráneos, rondas… sólo entendemos el espacio público compartimentándolo.

Así nos alegramos de conquistas pírricas como los exiguos, retorcidos e inconexos carriles bici que se han implementado en nuestras ciudades, que más que aliviar, encajonan a los ciclistas en itinerarios imposibles y los ponen en peligro en cruces e incorporaciones. O como los metros de carril bus que más que conectar sólo sirven de escapatorias puntuales para los autobuses atrapados en el tráfico. O como esas peatonalizaciones a modo de islotes aislados con fabulosos estrangulamientos que condicionan increíblemente los tránsitos a pie, muchas veces invadidos insolentemente por muchos ciclistas alegando refugio.

En este orden, no en el orden inverso

Y sin embargo, en medio de este panorama, nadie osa plantear ninguna dificultad a los automóviles que siguen campando a sus anchas, aparcando a discreción y condicionando la libertad y la seguridad del resto de ciudadanos que eligen otros medios para moverse. Nuestras ciudades continúan diseccionadas por grandes arterias a modo de autopistas urbanas que denigran a todo aquel que no elija un modo motorizado para desplazarse. Porque seguimos considerando que la utilización del automóvil es un derecho inalienable de todo ciudadano y ciudadana en una sociedad moderna y desarrollada, y seguimos fomentando un urbanismo y un modo de vida que nos hace dependientes de ese medio de transporte.

El problema es que tanto los accidentes, como la desprotección y las incomodidades de ciclistas y peatones, como también la ineficacia del transporte público están provocadas por una política que sólo se preocupa de descongestionar el tráfico y de no restar privilegios al coche, y, sin embargo, sociedades más desarrolladas y ciudades mucho más grandes que las nuestras hace tiempo que están trabajando en sentido contrario, esto es: poniendo dificultades al tránsito motorizado para conseguir espacios públicos más tranquilos y más seguros. Y eso sólo se hace de una manera: restando espacio y oportunidades de circulación y de aparcamiento a los coches.

Así pues, mientras sigamos pensando que todo el problema del tráfico en nuestras ciudades se resuelve repartiendo el espacio como si fuera infinito y después dictando normas para evitar invasiones, evitando la cohabitación y la mejora de la habitabilidad, y sigamos obstinados en ignorar que son los coches el problema de la inseguridad, de la violencia vial y de la falta de espacios de calidad, estaremos averiados y continuaremos conformándonos con las migajas de un pastel que es la calle que se hizo para ser disfrutado y compartido por todos, más que para ofrecer corredores eficientes para los automóviles.

Necesitamos ciudades para vivirlas y calles para disfrutarlas, y mientras haya tantos coches no lo vamos a conseguir. 

Gracias por no conducir
 Artículo publicado en Diario de Noticias de Navarra el 2 de Febrero de 2012.

3 comentarios:

  1. En la medida en que tu opción personal de circular en bicicleta, llevada hasta el extremo del simplismo, es decir, simplemente vas en bici y punto, mensajes como este dan cobijo a continuar y seguir a tu propia estela. Se verán miradas de atención y cariño, de pena y asombro, de incredulidad, de desentendimiento y de nostalgias de edades perdidas. Toda una amalgama de posibilidades, las que dan las distintas motivaciones de quien mira, si bien quien es observado reduce a una el impedimento de comprensión para con nuestra opción de movilidad: la comodidad. Jugamos aún con la ventaja de cobijarnos en la teoría ideológica de la cultura del esfuerzo que entraña la continuidad de nuestra opción, siempre adecuada a las posibilidades de cada cual. Y jugamos también con la idea no congelada a -5º que dice que con la salud de cara las justificaciones y las reivindicaciones se hacen con una seguridad que, por desgracia, quizás perderían su fuerza cuando esta no acompaña.
    Menos coches, menos humos (con las que salen de las chimeneas valen, que son hasta bonitas de ver...), menos metales afilados jugando a tapar huecos en el espacio común que es nuestra ciudad.
    Resulta extraño tener la sensación de que debes algo a alguien cuando continúas haciendo lo que te propusiste, y resulta salvífico cuando lees mensajes como el "Gracias por no conducir", que no es más que un slogan, pero que esconde en la sencillez de las frases cortas el contenido que no cabe en el formato que le ha sido asignado para mostrarse.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querido anónimo:
      Por lo que veo vives en la opción de la comodidad "individual" que te proporciona algún medio de transporte que no te atreves ni a citarlo porque está demostrado que su uso nos repercute a los demás de tal forma que podemos afirmar sin equivocarnos que sus salpicaduras (costes externos) las aguantamos los demás una vez más. Tú sabrás cómo se llama tu comportamiento.

      Eliminar
  2. Mi opción de medio de transporte es la bicicleta llevada al simplismo: simplemente voy en bici. La comodidad es lo que está de fondo en el pensamiento de mucha gente que ve a los ciclistas como "pobrecillos, van en bici con el frío que hace", y, en extensión, otras consideraciones parecidas. Decir "gracias por no conducir" hace que me nazca una media sonrisa en el sentido de que precisamente otorga un sentido en hacer lo que hago y moverme como me muevo todos los días. Las repercusiones que se deriven de esa opción personal (individual, como la de todos) es la menos egoísta que conozco, y por lo cual, me enorgullezco.

    ResponderEliminar