martes, 5 de abril de 2011

En tierra de nadie

Me hago eco de un artículo de Ezra Goldman en el sugerente blog Our Own Two Wheels (Nuestras Dos Ruedas) en el que se pregunta: ¿Deberíamos Copenhagenaguizar Ciudad del Cabo? El artículo se centra en las diferencias insalvables entre el universo suprabicicletero centroeuropeo y el mundo inframovilizado africano. En las diferentes perspectivas históricas, en las distintas ópticas culturales, en la contraposición del papel de la mujer en uno y otro mundo... y también el de la bicicleta, claro.

Teniendo en cuenta la distancia entre una y otra realidad, el autor se cuestiona si es oportuno o conveniente proponer el modelo centroeuropeo para cualquier escenario. Y acierta al considerar que eso no sólo no tiene por qué funcionar, sino que resulta más adecuado y más efectivo plantear relaciones entre iguales o entre parecidos, que aspirar todos a un modelo que sólo ha demostrado funcionar en un espacio muy concreto. Y lo enmarca en el último Velo-city de Sevilla, en el que quedaron patentes estas diferencias en varias interlocuciones plenarias.

Comparto su punto de vista. Creo que el intento de "copenhaguizar" o "amsterdamizar" el mundo, sea este el que sea, es más una pretensión que una posibilidad realista.

Estar en medio de dos mundos y no aspirar a ninguno de ellos

Nosotros, que vivimos en tierra de nadie, es decir, al Sur del Norte y al Norte del Sur, no nos escapamos de esta lógica. Por eso no podemos obsesionarnos con mirar al Norte como si de ahí nos fuera a venir todo lo bueno y despreciar al Sur, como históricamente hemos hecho, sin tomar conciencia de que nosotros también somos Sur y Norte a la vez. Y esa es nuestra principal virtud... y nuestra ventaja.


Esa debe ser la verdadera ambición de cualquiera. Saber reconocer sus circunstancias y potenciarlas. Sin complejos. El problema es que, en el tema de las bicicletas, por aquí no sólo vivimos acomplejados sino que somos patológicamente envidiosos y por ello nos gusta despreciar lo nuestro sólo porque es eso, nuestro. Y en vez de tomar conciencia de nuestras particularidades y construir desde ellas poniendo en valor nuestras diferencias, nos dedicamos a importar modelos de otros lugares o desarrollar inventos espectaculares que nos hagan catapultarnos a ese mundo deseado, sin sospechar que lo que igual estamos haciendo es sólo columpiarnos.

Obviar esto es hacer gala de una miopía ignorante. La misma que nos permite despreciar a los peatones, nuestro gran tesoro, y a la cultura relacional propia de nuestras latitudes por tratar de perseguir una ilusión de utopía ciclista, sin darnos cuenta de que igual no es tan interesante tener más y más gente en bicicleta como que menos y menos gente que necesite atravesar las ciudades en sus coches.

Así pues, estemos orgullosos de lo que tenemos y luchemos por conseguir que nuestro mundo sea mejor y dejemos de embobarnos mirando lo de los demás como si fuera mejor que lo nuestro. Enseñemos a los nórdicos a compactar ciudades y a vivir más en la calle y admiremos su orden y sus conquistas sociales, igual que debemos admirar la austeridad y el calor humano de nuestros vecinos más al Sur, pero, por favor, hagámoslo con dignidad, con serenidad y con inteligencia. Si no estaremos perdiendo el tiempo, la oportunidad... y el dinero.

2 comentarios:

  1. Dignidad, serenidad, inteligencia...

    Ya eran víctimas antes de la crisis, desterradas actualmente..., hasta nueva orden,...

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  2. Gran articulo. Me ha encantado la frase "Enseñemos a los nórdicos a compactar ciudades y a vivir más en la calle y admiremos su orden y sus conquistas sociales".

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