martes, 9 de diciembre de 2014

Mea culpa

Hoy ha tocado caerse. Un perro se ha cruzado de noche en mi camino en un parque por una vía asfaltada y nos hemos dado un buen sopapo los dos. Los dos con pronóstico leve. Los dos con un buen susto en el cuerpo. Bueno, los tres, que el dueño del can también se ha llevado su soponcio. Hemos pasado revista y hemos dado por buenas mis brechas y el revolcón. Adiós gracias.


Hasta aquí todo correcto, desafortunado pero correcto. Lo malo es lo que viene después del calentón y no precisamente los dolores de las contusiones, las inflamaciones o el escozor. No. Lo malo es cuando le empiezas a dar vueltas al asunto: a tu imprudencia, al riesgo asumido inconscientemente en la elección del itinerario, a las consecuencias que podía haber tenido el golpe en la cabeza o una caída más violenta. En fin, la capacidad de dramatización, lo tremendistas que nos ponemos, sobre todo cuando presentamos nuestro incidente a nuestros hijos, a nuestras parejas, a nuestros compañeros. Bueno a esos menos, que están curados de espanto.

La vida es riesgo y el riesgo es vida. Todavía me late el corazón a toda velocidad cuando lo pienso y ya han pasado algunas horas. Hay que ponerse las pilas y, muchas veces, un buen susto te las pone mucho más que muchos consejos y mucha prevención.

4 comentarios:

  1. Ánimo, espero que te recuperes pronto. Son cosas que pasan. Lo bueno es que no ha sido grave!!!!!!

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Ánimo. Hace un año tuve mi última caída. Estaba lloviendo, iba cargado con una alforja pesada a un lado de la rueda trasera, tomé una curva muy cerrada a demasiada velocidad para dichas circunstancias y patiné con el lateral de mi cadera derecha sobre el asfalto varios metros... Realmente fue una gozada. No corrí ningún grave riesgo pues la caída fue perfectamente visible por los que me seguían y por lo que esperaban a que pasara en la intersección. Fue como estar montado en una atracción de la feria. No me rompí nada, ni ropa, ni alforja (que es de muy buena calidad). En mi caso, lo conté como una azaña, no como una desgracia.

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Majestad, pero me preocupa su discurso. Lo veo republicano e integrista. Dos cosas: azaña es con mayúscula y fue el presidente de la Segunda Repúbica, alteza, si no es con hache, y, segunda, una caída no puede ser nunca una hazaña, por más que se produzca en Tierra Santa (calzada).

      Un abrazo.

      Eliminar
  3. Espero que no haya sido nada más grave que la rotura de las gafas y el susto por lo que podía haber pasado.
    Esta mañana, subiendo a trabajar a las 7, mientras circulaba por el carril bici de "alemanes" (c/ Padre Adoain), donde la iluminación brilla por su ausencia, pensaba en ello. Hay un "pipi can" junto al carril, y pensaba qué pasaría el día que algún perro se cruzara, o en estos días de viento, si alguna rama un poco más grande de lo normal caía en medio del carril. Seguramente que acabaría en el suelo maldiciendo al responsable de tener la zona sin iluminación suficiente, a mi mala suerte por el golpe, y llamándome tonto por no ir por la carretera (donde los coches me adelantan casi rozándome el espejito que llevo en el manillar).
    Sobra decir que, como dices, solo nos damos cuenta de las cosas cuando tenemos un percance.

    ResponderEliminar