jueves, 15 de noviembre de 2012

¿Por qué no cuaja la bici en nuestras ciudades?

Vivimos con inquietud un periodo, en el que llevamos inmersos unos cuantos años, que se nos ha antojado como decisivo para el impulso de la bicicleta como medio de locomoción en muchas ciudades del mundo y, sin embargo y pese a que ha habido mucho movimiento con la bicicleta como protagonista, observamos que la cosa no acaba de consolidarse y el progreso inicial empieza a presentar problemas que apuntan derroteros realmente preocupantes que están estrangulando unos principios prometedores.

Hemos visto cómo, en muy pocos años, se han invertido presupuestos astronómicos en algo que hasta entonces sólo ocupaba partidas marginales y que sólo preocupaba lo suficiente para acallar demandas y reivindicaciones que eran minoritarias y se trataban con desinterés y con una cierta condescendencia. Y el panorama ha cambiado en todos los sentidos, porque la bicicleta ha ganado presencia gracias a unas cuantas actuaciones espectaculares en forma de presuntas vías ciclistas y de presuntuosas bicicletas públicas, básicamente. Eso y que mucha gente se ha lanzado a esto de la bici así, sin más.


Por supuesto que ha habido procesos distintos en las distintas ciudades, pero siempre han llevado trayectorias paralelas que han acabado en los mismos escenarios con más o menos ciclistas (dependiendo mucho de quién los cuente). Invariablemente y con independencia de lo razonable de las actuaciones anteriormente mencionadas, la escena ciclista urbana en las ciudades que se han incorporado en los últimos años a esto de fomentar la bici se encuentra ante un dilema histórico: ¿por qué la bici no acaba de cuajar y andamos enfrascados en polémicas sobre la circulación por las aceras, la convivencia con el peatón o el uso del casco? ¿Por qué estas problemáticas no han sido tan acusadas en otros países donde la bici ha ganado adeptos y ha conquistado un espacio y un reconocimiento social incontestables?

Muchos incautos asociarán este apalancamiento a la falta de vías ciclistas segregadas que cosan las ciudades por todos sus rincones. Sin embargo, hay algo más que nos sigue obsesionando a muchos y que subyace debajo del asunto de la ingeniería civil.

¿Qué pasa en otros sitios?

Cuando todos y cada uno de nosotros, amantes y promotores de la cosa ciclista, visitamos las ciudades donde la bicicleta ha alcanzado una cierta preeminencia, observamos que la clave del éxito no reside en una cuestión meramente infraestructural. En esas ciudades la bicicleta es posible, no precisamente porque haya vías ciclistas y aparcabicis (porque curiosamente las bicis públicas no están demasiado presentes), sino porque se ha condicionado la circulación y el aparcamiento de los coches, porque se ha potenciado decididamente el transporte público intermodal y, sobre todo, porque los ciudadanos están dispuestos y convencidos para jugar al juego del respeto, de la convivencia y de la amabilidad escrupulosamente, para así poder disfrutar más y mejor de los espacios públicos. Basta con ir de gracioso, de despistado o de espabilado para comprobarlo.

Algo que se inculca desde la infancia, en casa, en la escuela y en la calle. Algo que está convenido, asumido, consumado y protegido. Por todos, por cada uno.


¿Y entonces por qué no arrancan aquí las bicicletas?

Pues igual precisamente por eso: porque las bicicletas no arrancan. Y eso es algo que parece que a muchos todavía les cuesta entender. Las bicis necesitan un clima favorable para andar y para ello resulta imprescindible, im-pres-cin-di-ble, apaciguar los aires que ha cogido el coche, limitar extraordinariamente su accesibilidad a los centros urbanos, reducir notablemente su velocidad máxima de circulación, cohibir a los conductores para que no usen el coche abusivamente en todos los sentidos y dejar claro, bien claro, que el coche no es bienvenido en las ciudades, que no es deseable su utilización.

Pero no basta con decirlo, hay que hacerlo y hay que hacerlo valer. Y esa es labor de nuestros ilustres políticos, fundamentalmente de aquellos que acceden al poder que, como su propio nombre indica, les da la potestad y la obligación de hacer. Y es aquí donde más flaqueamos. Porque son nuestros políticos los responsables de darle la vuelta a esta tortilla y son precisamente ellos los que están evitando agarrar el toro por los cuernos. Si los políticos no están convencidos de que hay que hacerlo y de cómo se hace, entonces no va a servir para nada tratar de tejer una red de vías ciclistas por tupida que ésta sea.

Son los políticos, amigos y amigas de la bici, los responsables últimos de que no se le haya dado la alternativa a la bicicleta y de andar toreando el asunto y mareando la perdiz con todo eso de que los ciclistas y los peatones tienen que entenderse o no, mientras se desentienden de intervenir donde hay que hacerlo que es en las calzadas, condicionándolas, reduciendo el espacio y la velocidad del coche, incrementando los espacios sin coches, dificultando su circulación, impidiendo el libre aparcamiento. Pero, más que todo eso, trabajando por inculcar una nueva cultura de la movilidad que excluya al coche por defecto y que sólo lo entienda excepcionalmente, que reconozca a aquellas personas que optan por caminar, andar en bici y usar el transporte público, dignificando estas elecciones, alentándolas, protegiéndolas.

Son esos políticos gobernantes, los mismos que no dudan en subirse a una bici para hacer campaña, los que están impidiendo con su servilismo al coche, con su indecisión, con su cobardía, con su miopía y con su estulticia que la bicicleta tenga una oportunidad real. Ellos y todos los que les siguen, dándoles palmaditas.

Es muy esclarecedor de todo esto, el vídeo del programa que está circulando por la red con fluidez automovilística estos días.

8 comentarios:

  1. Con el artículo de hoy lo has clavado, Eneko

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  2. De acuerdo palabra por palabra. La sociedad la conformamos todos pero los políticos son los que mayor capacidad moldeadora tienen, Yo estoy convencido de que la bicicleta es un buen catalizador (no el único) de la paz social, pero claro , el coche sigue siendo mayoría y los votos son los votos :-). La valentía no va mucho con ellos salvo cuando hay mucho dinero de por medio.

    Enhorabuena por el artículo

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  3. a ver que os parece esto


    Proyecto de modificación de la Ordenanza de Movilidad de Madrid
    http://www.enbicipormadrid.es/2012/11/proyecto-de-modificacion-de-la.html

    creo que va en la buena dirección, que es considerar a la bici como un vehículo más

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  4. La clase política (sobre todo la local) es la que corta el bacalao en gran medida, sin duda. Pero una sociedad organizada y exigente a través de grupos probici bien coordinados ayudaría. Con una sociedad civil potente y activa las cosas irán mejor.
    Actibici Valencia

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  5. Buenas reflexiones, Eneko. Aquí van las mías:
    La burbuja inmobiliaria tiene una segunda versión: "La Burbuja del coche". Los empleos directos e indirectos que este sector realmente mueve (fabricación, distribución, accesorios, venta, mantenimiento, reparaciónes, impuestos, ORA, parking, seguros, etc... si se venden coches pesan mucho en los gobernantes nacionales y locales y hasta en buena parte de la opinión pública. Los puestos de trabajo que genera el transporte público de calidad no se valoran y menos en la situación actual y menos aún los que genera la promoción y uso de la bicicleta.
    Totalmente de acuerdo en que para fomentar la movilidad sostenible hay que ponérselo difícil al coche, pero las causas económicas anteriormente mencionada son, en mi opinión, decisivas para que hasta ahora se promocione la bici con la boca pequeña. Y también la falta de conciencia ecológica por parte de la mayoría de los ciudadanos, circunstancia que los políticos tienen en cuenta, puesto que saben que todavía no mueve suficientes votos y por tanto no supone para ellos una prioridad, aunque sepan que no están haciendo lo más adecuado para el conjunto de la población y para sus individuos. Cuando lo saben, que a veces ni eso.
    Manuel Martín - ConBici
    www.conbici.org

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    1. Desde luego (a) el sector automovilista se ha acabado ya, y más que probablemente sólo por ahora y (b) el ecologismo, si antes movía a poca gente, ahora va a mover a menos.

      Es decir, que si hay que enfocarse en algo para promocionar la bici, es en el primer punto. Y o lo hacemos ahora (y bien), o no creo que tengamos otra oportunidad como esta.

      De lo que no estoy seguro es si realmente hay que hacer algo para promocionar la bici.

      PD: Te he entendido bien y estás diciendo que la bicicleta es transporte público?

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  6. A FRAMES:
    "...Los puestos de trabajo que genera el transporte público de calidad no se valoran y menos en la situación actual y menos aún los (puestos de trabajo) que genera la promoción y uso de la bicicleta."
    Manuel

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  7. Sobre la circulación en Barcelona, cabría señalar que tiene una amplia zona en el centro (el Eixample), formada por una serie de autovías de tres carriles en el mismo sentido donde los coches circulan a 60 Km/h. No es un caso ideal para la circulación en bicicleta a no ser que se reformen las calles. En esta zona es donde hay mayor circulación por las aceras. Ésta singularidad hay que tenerla presente cuando se habla de Barcelona; parece que ni nuestros representantes la conocen o la quieren conocer

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