martes, 24 de julio de 2012

Anti-pro-bici

Va otro ejercicio de antiproselitismo. Uno más. Cuando uno ha cumplido tantos años sentado en un sillín, en muchos sillines y ya ha recibido unos cuantos sopapos y ha dado alguno que otro, cuando uno ha andado, ha corrido, ha viajado, ha paseado, ha guiado, ha educado, ha promovido, ha movilizado, ha participado, ha escrito, ha discutido, ha asesorado y ha trabajado tanto sobre la bicicleta, le queda un poso. Una especie de descreimiento de cualquier revolución, de cualquier descubrimiento fantástico, de cualquier poción mágica, un distanciamiento de la emoción alucinante y sobre todo una capacidad para relativizar sobre la bici que le hace aparecer un tanto frío, apático e insolente.

La bicicleta no va a ser la protagonista de ninguna revolución, ni siquiera de la que se pudiera producir en la movilidad urbana. La bicicleta no es buena ni mala, no es nuestro deber y salvación. La bicicleta simplemente es, existe y sirve. La bicicleta es útil porque es práctica y nada más. Y es práctica en la medida en que es flexible, en que es ágil, en que es económica, en que es limpia y en que es un tanto anárquica. Si no, no sirve.


Así pues, basta ya de hacer misiones con la bicicleta como si fuera la salvación de nuestros cuerpos, nuestras almas, nuestras ciudades y nuestro planeta. Basta ya de maximizar algo que en sí mismo no acepta maximalismos porque es humilde, individual, diversa y adaptable. Basta ya de tratar de homogeneizar, pasteurizar y adulterar la circulación ciclista en busca de la procesión de adeptos, porque esto no va a funcionar. Mucho menos en un país, en una sociedad de por sí desordenada, un tanto maleducada y bastante irreverente con todo lo que se diga.

Entonces ¿qué nos queda? ¿Es esto una apostasía de la bicicleta, una renuncia? En absoluto. Nos queda nuestra bici, nuestra ciudad, las personas y nuestra capacidad de entendernos y de adaptarnos a los tiempos. Nada más.

Porque muchas veces, intentando buscar adeptos de forma masiva y a cualquier precio las cosas pueden volverse contra el espíritu mismo que alimentaba la causa.

4 comentarios:

  1. Y es que, aunque pensemos y creamos que las ideas las hacen buenas o malas las personas, hay casos claros que demuestran que la idea va por encima de las personas que las pueden traicionar. La bici y este contexto es el caso.

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  2. Impresionante. Gracias por explicarlo tan bien, tan claro, y en mi opinión, tan acertadamente.

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  3. Chapó y amén! Gracias Eneko.

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  4. Qué pena que con los años pierdas la ilusión y el idealismo. La bicicleta es la protagonista de nuestra revolución. Los que así seguimos sintiéndolo, seguimos emocionándonos a diario.

    Si para tí la bicicleta es práctica y nada más, supongo que la puedes comparar con un tostador. Yo, la verdad, le tengo mucho más cariño a mi bici que a mi tostador.

    Viva la bic y la revolución

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