Hoy, fruto probablemente de una jornada calurosa y especialmente intensa que me ha dejado exhausto, me he quedado un rato embobado observando los movimientos de una colonia de hormigas que subían y bajaban por un tronco que habían habilitado como calle para sus desplazamientos. No conozco los entresijos de la comunicación de las hormigas, pero resulta impresionante ver cómo se relacionan, se organizan, se encuentran y se pasan la información en décimas de segundo, cómo circulan por caminos precisos, con movimientos sincronizados. Sin infraestructuras.
No sé realmente cómo funcionan las feromonas que dicen que les sirven para entenderse, pero creo que me voy a interesar por ellas.
Creo que pueden resultar especialmente interesantes para mejorar el entendimiento, incrementar la empatía, organizar los movimientos de las masas, tan necesarios en los tiempos que corren. Creo sinceramente que seguro que funcionan mejor que los absurdos semáforos, los abominables pasos de peatones y las incomprensibles rotondas e intersecciones.
Ahora bien, creo también que para construir un sistema a base de feromonas lo primero que habrá que hacer es desacorazar los vehículos, porque estas sustancias químicas se desplazan por el aire, se respiran. No puedo evitar un mundo con infraestructuras basadas en aromas, en impulsos.
Habrá que tener en cuenta también las interferencias, porque tengo entendido que a esas mismas feromonas se les atribuye el poder de la comunicación sexual y eso nos podría conducir de una manera compulsiva e impulsiva. Aún corriendo ese riesgo, creo que resultará mucho más interesante y mucho más interactivo.
Mañana viene un día más fuerte y más caluroso que hoy. No sé cómo acabará. Un saludo desde Santo Domingo de la Calzada.
Te recomiento "Viaje a las hormigas", de Edward O. Wilson y Bert Holldobler, ¡vale mucho la pena!
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