lunes, 27 de enero de 2014

Bicicletas y pobretonería

En la difícil labor de normalizar el uso de la bicicleta en ciudades y sociedades donde no sólo se ha perdido el hábito de utilizarla sino que ha caído en un cierto descrédito, cambiar el estereotipo del ciclista como paria de la movilidad va a costar bastante más de lo que algunos presumen.

Asociar la bicicleta a la falta de recursos, si no a la falta casi de dignidad, está mucho más asentado y consolidado en el imaginario colectivo de lo que parece en primera instancia. Al menos en lo que se refiere a ella como medio de transporte. Elegir la bicicleta como vehículo urbano sigue siendo una opción que todavía cuenta con todos los ingredientes de la marginalidad.


El ciclista marginal es un ciclista indigno

Una persona que quiere moverse por una de nuestras ciudades todavía pertenece a una minoría marginada. Lo es cuando decide hacerse con una bicicleta porque hay muy pocos sitios donde le sepan aconsejar cuál es la que necesita (aunque por suerte cada vez hay más). Lo es cuando le toca resolver por dónde va a hacer sus itinerarios habituales porque normalmente la línea recta, la directa, está reservada para el tráfico motorizado. Lo es cuando tiene que tomar la decisión de aparcar la bicicleta, allá donde vaya o de donde venga, porque lo más que va a encontrar son unos simples aparcabicis en la pura calle clavados al suelo. Lo es cuando le roban la bicicleta y piensa en denunciarla con más optimismo que otra cosa y todo el mundo le recuerda que su elección comportaba ese riesgo. Como el de una caída, como el de un atropello, como el de la intimidación que muchos automovilistas se verán obligados a ejercer ante tu torpeza en el tráfico.


Bastaría con este bagaje sociocultural para desacreditar y desilusionar a cualquiera, pero la miseria del ciclista no acaba aquí. La perspectiva que tiene de la bicicleta la mayor parte de nuestra clase política no va más allá de una visión caritativa del asunto. "Dar algo a los ciclistas" es en lo más que piensan nuestros electos tanto cuando están al mando de la nave como cuando pelean desde la oposición.

Al final la cosa está tan asumida que hasta la propia sociedad ciclista se ha acostumbrado a esa lógica de las conquistas y celebran cada pequeña batalla como un triunfo: un aparcamiento, unos metros de ciclovía, una salida en prensa, la instalación de unas bicis públicas o cualquier otro acontecimiento por menor que este sea.

El problema es que todo esto dista mucho de la realidad de las personas que están en disposición de tomar decisiones trascendentales respecto a su movilidad. Al menos las que pueden permitírselo. Estas personas parten de supuestos diversos, pero normalmente ya tienen asignado un presupuesto a la movilidad y no suele ser un presupuesto menor. Muchos cuentan con un coche dedicado a ese fin con todos los gastos que supone de mantenimiento, uso y aparcamiento o con un gasto asumido para el transporte público.


¿Por qué entonces seguimos asociando la elección "bicicleta" a una opción puramente económica?

Consultados los usuarios de otros países donde, por su trayectoria histórica, la bicicleta no ha perdido su normalidad y su decencia y sigue formando parte de las opciones disponibles, la mayoría de los que eligen la bicicleta lo hacen por una mera cuestión de practicidad. La bici es rápida y fácil. Punto. Lo demás es accesorio. Cuenta mucho que en las ciudades de esos países las bicicletas hayan formado parte del paisaje urbano y hayan participado en la configuración de la movilidad en las mismas por pura presencia.

Allí la gente está acostumbrada a que se les entienda, a que se les respete, a que se les habiliten espacios seguros para circular y para aparcar (muchas veces pagando, por supuesto), a que personas de cualquier origen, edad, sexo y orientación política conduzca bicicletas con normalidad. A nadie le llama la atención nada relacionado con las bicicletas, porque las bicicletas siempre han estado allí, son parte de la ciudad.

Mucho van a tener que cambiar las cosas aquí para alcanzar niveles mínimos de decencia, pero donde hace falta un cambio diametral no es tanto en las infraestructuras sino en la forma de pensar en la bicicleta que tenemos por estas latitudes. Mientras sigamos pensando en la bici como en algo marginal, por más compasión que le queramos administrar, la opción ciclista no dejará de ser una proeza y un reto, cuando no algo indigno o miserable.

3 comentarios:

  1. Hola,
    Bastante de acuerdo con este artículo, aunque, sin ánimo de criticar, me gustaría añadir unos breves comentarios:
    - cada vez el colectivo ciclista es más heterogéneo, diverso y plural, o así lo percibo yo, y eso hace que los significados que la ciudadanía asocia a la bicicleta también sea plurales y no sólo relacionados con un medio marginal. Así me gusta verlo a mí, aunque es cierto que la imagen predominante siga siendo la que comentas. Pero tiempo al tiempo….
    - por otra parte, de vez en cuando habría que salirse del enfoque centrado casi exclusivamente en la bici (ya sé que el blog trata de eso) para transitar por otros mundos cercanos, quizá eso nos puede dar algunas claves para entender mejor este medio, sobre si, como haces, nos comparamos con otros países. Para mí hay un hecho relevante que no nombras, y es que España es un país con una conciencia ecológica muy débil (en la práctica, no en la teoría) respecto a otros países europeos, y eso es determinante en la elección de un tipo u otro de movilidad. No es casual que países que han estado a la vanguardia de los movimientos ecologistas hayan optado más por la bici. En España vamos a la cola, y eso se nota. La gente usa la bici porque “es rápida y fácil”, pero también hay otros motivos “menos visibles”, menos obvios y de sentido común. Si alguna vez te apetece, te recomiendo el artículo del profesor Ernest Garcia del libro de Icaria “¿En que estamos fallando?”. En esta cuestión la sociología y la psicología social tienen bastante que decir, así como, las ciencias sociales en general, porque estamos hablando de una cuestión por si misma multidisciplinar, por mucho que los ingenieros de caminos y los arquitectos sean los que redacten (por lo menos aquí en mi ciudad) los PMUS, con la participación simbólica de algún geógrafo, algo absurdo e incomprensible.
    - por último, y sigo erre que erre, otra última observación, respecto a lo de las personas de cualquier origen, edad, sexo y orientación política. Pero es que en otros países como Dinamarca y Holanda son las clases medias (junto a otros segmentos y clases, claro) las que usan con frecuencia la bici. Son informáticos, profesores de instituto, enfermeras, diseñadores, periodistas…que no consideran un privilegio tener una plaza de aparcamiento gratis asociada a su puesto de trabajo (vamos, casi igual que una gran parte de los funcionarios en este país). El día que las clases medias empiecen a usar con normalidad la bici en España (no exclusivamente para ir a trabajar, también para otro tipo de desplazamientos) el “problema” de la bicicleta en este país desaparece, porque los políticos pueden ser ignorantes pero tontos no son ……

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  2. Es muy cierto, a muchos les cala mucho el "que diran", "mira pobre hombre no tiene para pagar un coche", esto detiene a bastante gente, pero se resuelve facil, comprarse una bicicleta de gama mas alta y listo

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  3. La otra vertiente es la del ciclismo deportivo, el único ciclismo posible en las mentes españolas hasta hace unos pocos años.
    Y caro, por eso no se entiende que alguien vaya a trabajar corriendo, con chándal y zapatillas y llegue al trabajo sudado.

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