martes, 10 de mayo de 2011

Casco, lesiones en la cabeza y muerte

Terrible, pero real. Mucho se habla y mucho se escribe sobre el casco, sobre su uso, sobre la conveniencia o no de su obligatoriedad al utilizar la bicicleta, sobre cuánto previene y cuánto contraviene.

Anteayer conocimos el infausto accidente del belga Thomas Weinlandt en el Giro de Italia que debido al brutal golpe en la cara, le produjo la muerte casi instantánea. Una desgracia. Weinlandt llevaba casco, como todos los profesionales en competición, como todos los ciclistas que circulan en carretera en nuestro país. Por ley. Una ley muy discutida y muy discutible, un reglamento de competición muy contestado. No quiero abundar en la literatura que hay sobre ello. Sólo quiero aportar un poco de sentido común en lo que respecta a las protecciones que cualquier persona que utilice la bicicleta debe tener.

Está claro que un profesional es un ciclista experto. Está claro también que la alta competición es lamentablemente un juego demasiado extremo donde se pone en juego la salud de los deportistas en muchos sentidos y en muchos casos. Y también está claro que la suerte es un componente absolutamente imponderable, imprevisible.



Ahora bien, dicho esto, hay que ser consciente de cuándo el casco sirve y cuándo no.

¿El casco protector?

Dicen que el casco es el único método de protección efectivo para prevenir la causa más común que provoca la muerte en los accidentes ciclistas, el traumatismo craneoencefálico, siempre que el impacto se produzca a menos de 20 kilómetros por hora y cuando no sea un choque frontal o una colisión contra un elemento inmóvil y siempre que se impacte con el area protegida por el mismo, yendo éste bien colocado y ajustado y hablando, claro, de un casco homologado que no haya caducado y que esté en perfecto estado.

¿Poco?

Siempre es poco cuando hablamos de la integridad. Siempre es poco cuando valoramos todas las circunstancias posibles. Siempre es poco cuando tratamos de prevenir. Se ha calculado que la posibilidad de que una persona que se desplaza en bicicleta normalmente sufra una lesión cerebral en un accidente es muchísimo menor que la de un pasajero de un automóvil e incluso menor que la de un peatón.

No voy a entrar a valorar esto y menos a sacar conclusiones apresuradas y gratuítas. Sólo quiero reflexionar sobre mi experiencia.

Me viene a la cabeza...

Me acuerdo cuando andábamos en bicicleta de chavales. Nadie usaba casco. Nadie. Ni en la ciudad ni fuera de ella. Simplemente no los había. Y nadie se echaba las manos a la cabeza. No era un tema del que se trataba. Y entonces andaba en bicicleta mucha gente. Y se caían muchos. Y se hacían daño. También en la cabeza.

Chichonera de La ciudad de las bicicletas
Me acuerdo cuando nos introdujeron al mundo de la competición, todavía niños, en peligrosísimos circuitos urbanos, como auténticos posesos, a cuchillo... y lo que más odiábamos era utilizar aquellas absurdas e incómodas chichoneras que no eran capaces siquiera de recoger la masa encefálica si nos partíamos la cabeza.

Luego vino la bicicleta de monte. ¡Eso sí que era extremo! Sobre todo en sus comienzos, cuando nadie sabía de qué iba aquello de conducir en terreno suelto e irregular, lleno de sorpresas, de sustos. ¡Eso sí que eran golpes! Ahí ya se empezaron a difundir los cascos de poliespán, más o menos recubierto. Hoy en día nadie sería capaz de calzarse uno de esos en la cabeza y creer que así se protegía. En competición se utilizaban los mismos.

Luego, unos años viajando en bicicleta de manera intensa e intensiva... varias decenas de miles de kilómetros, siempre sin casco.

Más tarde trabajé de ciclomensajero. Otra actividad pretendidamente peligrosa, arriesgada, extrema. Entonces seguíamos enfundándonos lo que había, lo que se podía conseguir. Pero lo hacíamos más para dar una imagen de seguridad, para transmitir un mensaje de fiabilidad en una sociedad temerosa, que por creer que fuera imprescindible.

Consejos vendo...

Y un buen día me hice mayor, nos hicimos mayores, y asumimos responsabilidades por otras personas. Ahí fue cuando nos tocó decidir. Y el casco, cada vez más sofisticado, volvió a ponerse sobre la mesa. Y decidimos que, para trabajar, para competir y en las actividades masivas que organizáramos: casco. Pero para la vida normal: sólo bicicleta. Nuestros hijos sin casco a menos que se pusieran especialmente testarudos. No se lo ponemos ni en los columpios. Tampoco las rodilleras ni las coderas. Somos así. Arrojados, insolentes, presuntamente inconscientes e irresponsables.


¡Mira Johnny! ¡ Su cabeza está intacta! ¡ Usa casco siempre que andes en bici! (viñeta de Wulff Morgenthaler)

Eso sí, nuestras bicicletas funcionan perfectamente. Sobre todo frenos, cambios (las que los tienen) y ruedas. Sin holguras. Bien lubricadas. Cuidadas, mimadas. Nosotros nos encargamos de ellas. Por eso nos quieren.

Y procuramos conducir con todos los sentidos puestos en ello. Niños y mayores. Haciéndonos visibles, siendo predecibles, señalizando nuestras maniobras, mirando a los demás a los ojos, anticipándonos, manteniendo el control de nuestra bicicleta, haciéndonos valer y respetando a los demás. Y no nos podemos quejar.

Recuerdo un consejo que dábamos cuando organizábamos salidas colectivas hace 20 años: Cuida tu cabeza, sin ella todo lo demás es lo de menos


Ahora propondría otro: No seas descerebrado, usa la cabeza... y si quieres ponte también un casco.

3 comentarios:

  1. El dato importante es la velocidad: cuando Wienland tuvo el accidente iba a casi 70 km/hora.
    En los coches, las pruebas de seguridad en choques se realizan a 50 km/hora.
    Y es que, a partir de cierta velocidad, no rompernos la crisma en un accidente es cuestión de providencia, vayamos en el tipo de vehiculo que sea.

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  2. Siempre que salgo por montaña llevo casco y desde hará dos meses lo llevo siempre que voy por ciudad. No es molesto, no cuesta cargar con él por la universidad y en caso de accidente SIEMPRE va a ser mejor llevarlo que no llevar. Entonces, ¿que argumentos en contra de él tenemos?
    ¿Un tío que vaya en moto a 20-30Km/h puede ir sin casco?
    Un saludo.

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  3. Hay dos argumentos:
    1. El exceso de confianza que nos da creernos invulnerables (efecto superman) y nos decidamos a asumir mayores riesgos por creernos protegidos.
    2. El exceso de confianza de los coches que nos rodean que tienden a reducir la distancia de seguridad al adelantarnos.

    Ambos peligros se pueden anular, el primero conociéndolo y el segundo, en ciudad, con una posición correcta en la calzada que obligue al coche a cambiar de carril al adelantar. Una vez conocido esto, el casco no supone problemas.

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