Leo con interés inusitado un fabuloso artículo en El Ecologista que trata sobre el tema de la evaporación del tráfico o, lo que es lo mismo, de cómo el tráfico desaparece en zonas donde se reduce el espacio de circulación para los coches, sin congestiones inducidas, sin grandes traumas, sin más. En dicho artículo se demuestra que es posible reducir la presencia de coches con el simple ejercicio de estrechar las vías.
La cuestión entraña su enjundia ya que, en contra de lo que creen muchos gestores del tráfico, es posible disminuir el uso del coche en determinados ejes a base de practicar lo que en su día tratábamos como la dieta de la carretera. Esto, que para muchos es casi un sacrilegio porque argumentan que generaría más congestión de la que ya estamos sufriendo con más daños colaterales asociados (contaminación, estrés, ruido, etc.), no es más que ejercitar el arte de apretar pero sin estrangular.
Pero esta evaporación del tráfico se traduce, en último término, en una sublimación del coche. Sublimación en ambos sentidos de la palabra. Desde el punto de vista físico, representa un desvanecimiento de los coches, una desaparición de los mismos, con los consabidos beneficios para el resto de personas: disponibilidad de espacio, menor contaminación, menos accidentes, más tranquilidad, más seguridad... Pero por otro lado, la evaporación del tráfico supone una exaltación de las cualidades del automóvil (segunda acepción del término sublimación) ya que, posibilita un uso más racional del mismo mediante la escatimación de los viajes, el aprovechamiento del mismo para mejorar su utilidad o, simplemente, su sustitución para acceder a determinados destinos.
La reducción de la circulación en determinados recorridos para los coches ofrecería una oportunidad excelente para el fomento del uso de la bicicleta por la calzada, dentro de una estrategia de calmado de tráfico que siempre debe acompañar a estas iniciativas de estrechamiento de las carreteras. Así se matarían dos pájaros de un tiro y el espacio sobrante se podría destinar a mejorar itinerarios peatonales y a solucionar puntos negros en la circulación ciclista.
Interesantísima aportación, esta demostrado que en cuanto se crean vías nuevas, mas grandes y mejoradas para el trafico motorizado, estas se congestionan enseguida y no ayudan a aligerar el trafico en la ciudad. En un momento u otro era de esperar que a alguien se le ocurra lo contrario, ya que no sirve de nada aumentar el espacio dedicado al coche, hay que quitarle espacio y así forzar a disminuir el trafico motorizado. Naturalmente, acompañado de mejoras en transporte publico y otras alternativas para ayudar a bicis y peatones.
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