Hoy he dejado a mi pequeña en el cuarto de baño con un juego de construcciones adhesivas y, a la vuelta de un buen rato de entretenimiento silencioso, la he visitado y me he encontrado esto.
No voy a intentar analizar todos los detalles de su construcción. Sólo uno. En su ciudad compacta las personas son protagonistas y los coches están aparcados en las afueras. No le he pregutado nada, le he pedido permiso para sacar una foto y lo hemos dejado ahí hasta que se vaya cayendo en la próxima ducha.
Muchas veces creemos que sabemos lo que quieren nuestros niños porque nos afanamos en convencerles, mediante engaños y artimañas, de que les ilusione lo que les tenemos preparado porque realmente nos interesa a nosotros. Pero muy pocas veces les dejamos a ellos imaginar, con esa prodigiosa imaginación que tienen, con esa capacidad de inventar y reinventar, de improvisar, de cambiarlo todo, de poner las cosas del revés, de echar por tierra lógicas contratastadas, miedos infundados, inercias obsesivas y vicios añejos. En un simple juego, aprenderíamos mucho.
Artículos relacionados:
No hay comentarios:
Publicar un comentario