El poder del miedo es incalculable. El poder del miedo para cambiar las percepciones, las cosas, para tergiversarlo todo, para condicionar las decisiones, para imponer modelos de pretendida protección y seguridad. El miedo es la herramienta más poderosa con que cuentan los que intentan intervenir en esta sociedad global, deslocalizada, mediatizada y mediática. Miedo. Sin más. Un miedo masivo y masificado. Un miedo interesado. Un miedo con el que se especula. Un miedo que sirve para enriquecerse. Un miedo que paraliza y que nos hace dependientes de una protección que nos ofrece precisamente el mismo que previamente nos lo ha inoculado.
Esto es lo terrorífico. El miedo ha producido los principales vicios y enfermedades de nuestra sociedad actual y ha montado todo un sistema para contrarrestarlos.
Hablando de bicicletas el miedo presenta varias caras:
- Por un lado está el miedo al tráfico. Ese gracias al cual se ha podido articular la lógica de las vías protegidas para los que quieran circular en bicicleta, eso sí, con casco, chaleco reflectante, luces y timbre. Hasta tal extremo, que parece descabellado proponer la circulación de bicicletas de otro modo.
- Por otro lado está el miedo al robo y en general al crimen. Organizado o sin organizar. El miedo al robo que nos hace justificar la implementación de complicados sistemas de intercambio de bicicletas con la excusa de que transferimos el problema para que éste sea gestionado por un servicio público privatizado. El mismo que argumenta los seguros, los registros y las licencias.
- Tenemos también el miedo al ridículo. El miedo a no ser alguien o a no representarlo. El miedo a no responder a las expectativas que creemos que debemos ofrecer a los demás y que montados en una bicicleta igual no nos creemos capaces de alcanzar.
- El miedo a que los niños anden solos por la calle. Niños y menos niños. El miedo a la calle como espacio desprotegido, imprevisible, que nos hace vulnerables y nos obliga a relacionarnos... con cualquiera.
- El miedo a cambiar las cosas, o simplemente a dudar de las que están establecidas o de las que por pura repetición se han ido consolidando como las únicas alternativas posibles.
Este es el miedo que hay que combatir.
- No esperes a que hagan más carriles-bici. Si esperas, nunca los van a hacer: Dan más dinero los coches.
- Saca tu máquina del trastero. Sí, la tuya. Sabemos que tienes una y que si acaso la usas para darte una paliza de muchos kilómetros el fin de semana.
- Llévatela al trabajo . No pasa nada. A lo mejor el primer día lo ven raro. Pero después te envidiarán. Llévatela a comprar, a hacer gestiones.
- Apárcala a la puerta de cualquier sitio. Cuantas más haya, antes habilitarán aparcamientos.
- No circules pegado a la derecha, como con miedo: te pueden abrir una puerta inesperadamente. Utiliza la mitad derecha de tu carril: Así aprenderán a dejar el metro y medio de separación al adelantar.
- Úsala a diario. Que no es sólo un deporte televisado: es un medio para desplazarse. Cuando lleves un mes de normalidad con tu bici mira tu factura de gasolina, tu barriga y tu resistencia física. Y compara.
Atrévete. Cuando muchos se atrevan, verás qué cambio.
¡Fantástico!
ResponderEliminarDescascarilla esa capa de hollín que hemos dejado que se acumule en nuestra percepción de las cosas.
El asunto del MIEDO a la bicicleta es el más dificil de desmontar. Yo no lo consigo ni con mi pareja. Una forma de desmontarlo es educar, enseñar a andar en bicicleta por la ciudad, por la calzada...Para ello las biciescuelas se me antojan imprescindibles para los proximos años.
ResponderEliminarOtro forma es hacer ver con tu bici: circular por le medio de TU carril, marcar giros, hacerte visible, imponerte al coche (en algunos casos), decir "aquí estoy yo",etc...
Animar, animar, y animar a tus conocidos y vecinos a que vayan en bici. Hablar con los colegios, institutos y Universidad para que se pongan las pilas...
Muchas cosas debemos hacer...el camino es largo
En Colombia es imposible utilizar la mitad del carril derecho,pero se hace lo que se puede...
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