lunes, 6 de diciembre de 2010

¿Es sostenible esta ciclabilidad?

(Advertencia: si no tienes tiempo, ganas y estómago, deja esta lectura para otro momento)

"Yo tengo que conducir por la acera porque por la calle me atropellan. Iría por la calle si hubiera más carril bici, no me quiero poner en peligro"

Estos son los dos grandes supuestos que argumentan usuarios e instituciones para ofrecer, como opción prioritaria para el fomento del uso de la bicicleta, la construcción de vías ciclistas segregadas del tráfico rodado, preferentemente en plataforma peatonal. Parece justo y lógico si se analiza así, pero se está eludiendo tratar el motivo que fundamenta esa visión temerosa de la circulación en bicicleta.


Estamos en un país donde la inmensa mayoría de la población ha perdido la costumbre de andar en bicicleta por la ciudad. Los políticos los primeros. Esto, que en principio parece que no revistiera mayor gravedad, se erige como el pilar central de toda la lógica que soporta la orientación de la política de fomento de la bicicleta que se ha ido desarrollando en los últimos años en la mayoría de los lugares que aquejaban esta misma coyuntura.

La falta de costumbre en el uso de la bicicleta conlleva varios componentes de auténtico calado que no parece que se hayan tenido en cuenta suficientemente a la hora de volver a poner en juego este vehículo entre la población de una manera generalizada:
  • La gente mayor no sabe andar en bicicleta y se sienten inseguros al considerar montar en una.
  • Los conductores no saben comprender a los ciclistas, sus circunstancias, sus necesidades.
  • El público en general contempla el uso de la bicicleta como una elección remota cuando se habla de un medio de locomoción habitual.
  • La ordenación del tráfico se ha ido adaptando únicamente a las necesidades y demandas de los automovilistas como usuarios mayoritarios de las calles.
En este orden de cosas, lo lógico hubiera sido:
  • Enseñar a la gente, mayor y joven, a andar en bicicleta en el tráfico.
  • Educar a los conductores en el respeto y la convivencia con el resto de vehículos, especialmente las bicicletas.
  • Promocionar el uso de la bicicleta como medio de locomoción mediante la valorización de esta como vehículo deseable en las ciudades.
  • Reordenar el tráfico persiguiendo la mejora de las condiciones de circulación de las bicicletas en el mismo, es decir, tranquilizarlo, calmarlo.
Sin embargo ¿qué se ha hecho? Se ha decidido seguir el camino más difícil, que es a la vez el más caro y el más rápido: habilitar circuitos para ciclistas separados del tráfico rodado y muchas veces compartiendo espacios con peatones. Para justificarlo se ha mirado a las ciudades con un uso masivo de la bicicleta como son Amsterdam o Copenhagen y sus fantásticas redes de viales dedicados a la bicicleta.

Pero se ha obviado una cuestión: ni la trayectoria, ni la educación, ni la geografía, ni la disponibilidad de espacio en estos países son equiparables a las del nuestro. Sí. En estos lugares centroeuropeos la cultura del uso de la bicicleta, el urbanismo horizontal y disperso, y el civismo de sus habitantes han posibilitado el desarrollo de un estilo de viario que ha permitido segregar la circulación ciclista en muchos espacios suburbanos e identificar carriles para las bicicletas en los espacios urbanos. Pero lo que ha motivado más fundamentalmente la definición de espacios de circulación para las bicicletas ha sido la presencia masiva de éstas y la necesidad de ordenar su tránsito en relación con el tráfico motorizado. Es una cuestión histórica. Nunca, desde su irrupción, ha dejado de haber bicicletas en estos países. Pese a que en los años 70 el poder del coche hizo disminuir sensiblemente el número de ciclistas, nunca han dejado de ser un vehículo de referencia ocupando espacio suficiente en las calles.

Pasando por alto estas cuestiones que son tan centrales y que empiezan en la educación vial y en la consolidación de las habilidades y hábitos de los niños en la escuela, pretender lanzar una estrategia de desarrollo de la bicicleta en un espacio urbano o periurbano debería ser una auténtica irresponsabilidad. Y hacerlo de una manera acelerada y masiva, un despropósito. Y sin embargo se ha hecho.

¿Y cómo se ha hecho? Pues simplemente “a la brava”, es decir, reinventando la rueda y valiéndose de herramientas de marketing social poderosas y sobre todo apoyándose en el control de los medios de comunicación y en escenificaciones magníficas. También ha ayudado en este proceso la falta de perspectiva de la inmensa mayoría de las asociaciones de defensa de la bicicleta que, tras muchos, demasiados años de haber sido ignoradas, han quedado deslumbradas ante el interés oportunista de muchos ayuntamientos de incorporar a la bicicleta entre sus argumentos de desarrollo sostenible.

Así se han implementado cientos de kilómetros de vías ciclistas segregadas, con un coste astronómico y con diseños absolutamente inadecuados. Y se ha conseguido condicionar los trayectos ciclistas igual que antes se habían condicionado los trayectos peatonales en favor de la exclusividad de la circulación motorizada en las calzadas. Y no sólo eso, este tipo de infraestructuras han incrementado el riesgo de accidente de los ciclistas en intersecciones e incorporaciones. Por si esto no fuera suficiente, la implementación de vías ciclistas en plataformas peatonales ha servido para volver a cargar la tensión sobre los peatones, que han visto como, de la noche para la mañana, en muchas aceras de sus ciudades se ha incorporado la circulación de bicicletas de manera “natural”.


Con el argumento del miedo, se ha conseguido:
  • Prescribir y normalizar la circulación de bicicletas por espacios peatonales o pseudo-peatonales
  • Damnificar a los peatones
  • No condicionar el tráfico rodado motorizado
Pero más allá de esto, se ha conseguido:
  • Desnaturalizar la bicicleta como vehículo al deshabilitarla prácticamente como tal
  • Despotenciar las principales virtudes de la bicicleta: la libertad de elección del itinerario y la rapidez y la flexibilidad en espacio urbanos compactos y densos
  • Desvirtuar el proceso de reintroducción de la bicicleta como medio de transporte
El problema no acaba aquí. La normalización del uso de la bicicleta en espacios peatonales conlleva unas lógicas y unas inercias realmente importantes. Cuando cada vez más gente anda en bicicleta por las aceras, bien sea porque las vías dedicadas a su circulación se han hecho mayoritariamente ahí y, por definición, una red viaria paralela nunca puede ser tan tupida como para poder llegar desde todos los orígenes a todos los destinos, bien sea porque el hábito hace la costumbre, al final el hecho de circular en bicicleta por las aceras se hace lógico, previsible y normal. Y lo peor, que la norma se hace excepción, y que la excepción se hace norma. Y entonces lo realmente excepcional es la circulación de las bicicletas por las calzadas como vehículos con derechos y obligaciones que son.

Cuando a esto le agregamos el efecto multiplicador de los sistemas de bicicletas públicas, el peso y la legitimación de todas estas actuaciones se consolida de una manera prácticamente irreversible.


El resultado: cientos, miles ¿millones? de ciclistas novatos tentando su suerte en bicicleta en espacios mayormente peatonales amparados por una nueva normativa ideada para dar cobertura a este nuevo estilo de circulación, agrediendo, denigrando a los peatones e injustificando la necesidad de condicionar el tránsito rodado motorizado, que de esta manera queda indemne y protegido. ¿Maquiavélico? No seamos perversos.

Llegados a este extremo, ¿cómo se pueden enfocar los siguientes pasos? Cuando la masa crítica está en las aceras de una manera legalizada, cuando nadie quiere mirar de frente al tema del condicionamiento de la utilización excesiva, compulsiva del coche para los desplazamientos urbanos, cuando nadie quiere mirar a los colegios porque los objetivos de la educación “deben ser” otros y, sobre todo, cuando tenemos una clase política y un cuerpo técnico que, en términos generales, adolecen de la misma temerosidad, pacatería y miopía… ¿qué podemos hacer?

Pues, sinceramente, esperar a que todo esto explote y esperar que el colapso deje las cosas decentemente. Desde luego, pensar que nuestro retraso en el desarrollo de determinadas políticas sociales nos la oportunidad de aprender de los errores de los demás e imitar sus aciertos, es como pretender que el ser humano avanza por un método diferente al del ensayo-error. Una pena. Una realidad.

5 comentarios:

  1. me parece una buena reflexion que deaberiamos de tener en cuenta , sobre todos los que planifican las ciudades.

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  2. Magnífico texto. Bicis a la calzada ya!

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  3. Soy partidario de ir por la calzada siempre que se pueda pero este afan de atacar sistematicamente a los carriles bici me parece desmesurado. Los carriles bici en muchos casos han facilitado que MUCHA gente se atreva a ir en bici por la ciudad cosa que si ESPERAS a que lo haga directamente por la carretera probablemente nunca lo haga y no salgamos del bucle. El carril bici de la Concha (lo vía ayer) tiene un continuo transito de ciclistas que cruzan la ciudad. Hace años NO LO HACIA NADIE con 4 carriles de circulación. Las fotos de Bilbao desde el ayto hasta Deusto igual. Tal vez no sea el mejor diseño posible pero por algo se empieza. ¿o pretendes que la gente se eche a la carretera de buenas a primeras?.
    SAludos desde http://sites.google.com/site/circularenbici/

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  4. JG,

    Gracias por tu comentario. Creo que no has leído bien el contenido de este artículo ni de otros en este blog. O no lo has sabido interpretar. No es un ataque sistemático a los carriles bici, es una crítica a las aceras bici y a otros sucedaneos que han "sacado" a las bicicletas del tráfico en muchos lugares donde simplemente pacificándolo podrían haber seguido funcionando. Y a las consecuencias que la generalización de este tipo de infraestructuras conlleva.

    Léete la "Historia de las tres calles" en este mismo blog.

    Lo que trato de comunicar a través de este blog es que hay "otra manera" de hacer ciclabilidad y que los carriles bici deberían ser excepcionales y no una condición para poder andar en bici en la ciudad.

    Un saludo.

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  5. Muy buen artículo. Aunque discrepo de tu último párrafo, tan derrotista. Hay mil acciones que se pueden emprender, poco visibles tal vez y de largo alcance, pero que ayuden a la educación de una ciudadanía responsable y de políticos que no aporten soluciones chapuceras para quedar bien.

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