martes, 25 de octubre de 2016

La grúa se ha llevado mi bici

Aunque parezca mentira, no es una broma. En algunas ciudades, entre las que ésta en la que hemos ido a caer unos cuantos insensatos de la bici y que nos tiene enamorados, los servicios municipales han empezado a retirar bicicletas mal estacionadas. Uno no acaba de sorprenderse nunca.


Esta iniciativa, por desproporcionada e incluso ridícula que parezca, no es menos real y es un indicador inequívoco del nivel de incidencia que la bicicleta va cobrando en una ciudad. Así, que, si estás a favor de la bicicleta como medio transporte y la grúa te ha retirado la bicicleta estacionada irregularmente, en vez de indignarte, deberías exteriorizar tu alegría. Ya lo hemos conseguido.

De hecho, en los países desarrollados en cuestiones ciclistas, las bicicletas mal aparcadas y hasta las bien aparcadas representan un problema en las zonas que se han querido devolver, aunque sea estéticamente, a un uso estancial (de estar). Tenemos una obsesión que no deja de ser sana de tratar de devolver espacios a las personas en nuestras ciudades, de forma que el cuarto de estar de las mismas no esté ocupado por el coche y a veces nos da el pijerío y nos fastidian hasta las bicis. Queremos tener el cuarto de estar recogido e impoluto y las bicis manchan.


Les pasa a todas las ciudades en las que la bici ha triunfado aunque sea entre una proporción no muy grande de su población. Las bicis quedan feas aparcadas y resultan desagradables a la vista. Eso dicho en general. Son bonitas solas o en marcha con alguien pedaleándolas, pero cuando las apilas no son más que un conjunto de hierros desordenados. Sobre todo porque son todas distintas. Quedan mucho más bonitos los coches, todos cuadraditos.

Pasar a la población ciclista por la grúa es otra forma sutil de cercenar su libertad de opción, sobre todo si antes no se habilitan aparcamientos suficientes en los lugares donde se vayan detectando este tipo de infracciones y se avisa de ello. Quitar las bicis de la vía pública a la brava, sin anunciarlo, sin advertirlo, es una estrategia lamentable, sobre todo cuando, donde se está haciendo, los aparcabicis están saturados o suficientemente lejanos a los destinos de los ciclistas. Hacerlo sin previamente haber tratado de solucionar la deficiente oferta de lugares adecuados es una forma muy poco sutil de castigar a la gente que usa la bicicleta.


Aunque también es verdad que el problema no es tan sencillo de resolver y que la saturación en la ocupación de los aparcabicis es la consecuencia de que el vecindario ve en ellos una oportunidad de liberar un sitio en casa, en el balcón, en el rellano o en el portal y los utiliza como trasteros bici de calle. Lógico por otra parte.



¿Y de qué importe de multa estamos hablando? Pues de, ni más ni menos, que 150 eurazos (75 si se paga en menos de 30 días). Que si en un coche de 6.000 o 25.000 euros fastidia, en una bici de 200 o de 500 imaginaros. Una desproporción.


P.D.: Gracias a la gente del grupo de Facebook "Queremos un carril bici digno para Pamplona-Iruña" por denunciar éstas y otras disfunciones en el desarrollo de la bicicleta en esta ciudad. Las fotos y documentos proceden de ahí.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Hacer más carriles no hace más sostenible la movilidad

Ni aunque sean carriles dedicados y exclusivos que garanticen la mayor eficiencia de los medios deseables. No. Más carriles bici o más carriles bus no son sinónimos de mejor balance en la movilidad. Muchas veces, si sólo se actúa de esta manera, mejorando la oferta, no se consigue compensar la carga indeseada que, si hablamos de movilidad, suponen los automóviles de baja ocupación o de uso excesivo en nuestros entornos.

En contra de lo que la corriente infraestructuralista trata de vendernos y que muchos incautos han querido adoptar, que es aquello de que el carril bici hace que más gente se suba a la bici y el carril bus hace que más gente se suba al bus y que eso es algo intrínsecamente bueno e incontestable, los datos agregados muchas veces nos dan malas noticias. Y es que muchas veces, esos movimientos positivos no consiguen compensar el peso del automóvil y sirven sólo para sustituir viajes sostenibles y hacer trasvases entre medios deseables (para entendernos, peatones que se suben a una bici o al bus). Eso cuando los conteos no son fraudulentos.


De  hecho, para llegar a esta conclusión no hace falta irse muy lejos, donde el coche es de uso preminente, basta con mirar a nuestro alrededor. Sólo Vitoria-Gasteiz es capaz de exhibir un resultado negativo en el uso del coche privado y privativo, entre las ciudades de nuestro alrededor, al menos con datos mínimamente fiables y contrastados. Y su logro no ha consistido precisamente en la construcción masiva de carriles bici o carriles bus segregados y exclusivos, sino en un trabajo sistemático y mantenido en equilibrar las fuerzas en la ciudad, empezando por repensar el sistema de transporte público, dificultando el libre tránsito y aparcamiento de coches por el centro de la ciudad, dando algunas ventajas a los ciclistas, poniendo el foco en la recuperación de espacios públicos de calidad, reorganizando la ciudad y definiendo zonas libres de tráfico o con altas restricciones (bicis incluídas) y poniendo el acento en las personas y no en su necesidad de moverse imperiosamente.

Y para ello han hecho una labor mantenida durante varias legislaturas, con alternancia política, donde la labor principal la han liderado y protagonizado técnicos municipales empoderados y reconocidos, que han sabido, apoyados en un Pacto Ciudadano de Movilidad y en un Plan de Movilidad y Espacio Público y gracias a una increíble labor pedagógica, buscando consensos, convencer a sus representantes políticos y a la población en general de que la movilidad y, sobre todo, la adecuada gestión del espacio público es el gran reto y la gran oportunidad para hacer de nuestras ciudades lugares cada vez más habitables.

Evolución del reparto modal en Vitoria-Gasteiz
Así pues, podemos ponernos tan tercos como queramos en lo que pretendidamente son las demandas históricas de los colectivos marginales y marginados de la sociedad de la especulación, la opulencia y la hipermovilidad motorizada, pero mientras no trabajemos en reducir la demanda de uso del coche y en condicionar extraordinariamente su abuso en entornos habitacionales, esto no servirá más que para hacer más complejas nuestras ciudades y sus aparatos circulatorios.

Y eso sólo se hace reduciendo y encareciendo la oferta de aparcamientos, haciendo circuitos imposibles para coches y ofreciendo atajos a los demás modos de locomoción. Sin eso, todo lo que podamos hacer para convencer a la población de que se monte en una bici, en un bus o que venga andando, no va a compensar más que residualmente el uso intensivo y extensivo del coche como medio de transporte, con todas las consecuencias indeseables que ello conlleva para la salubridad de nuestras ciudades, para su seguridad, para su habitabilidad, para que vuelvan a ser espacios donde se pueda vivir, más ahora que la población es mayoritariamente urbana.

Porque, si no, duplicar y triplicar el sistema circulatorio lo único que consigue es hacer las calles donde esto se intenta ingobernables e incomprensibles y penalizar invariablemente a las personas que tratan de vivirlas. Los mal llamados peatones. Al final, tratar de cruzar una calle con tres tipologías de carriles y de circulación en dos sentidos se puede convertir en una auténtica pesadilla, sobre todo si no se ha reducido previa y extraordinariamente el tráfico motorizado. Basta con intentarlo en cualquier ciudad centroeuropea en hora punta en las inmediaciones de su estación central. No sabrás de dónde te atacan, no sabrás cómo defenderte.

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jueves, 13 de octubre de 2016

Hay vida más allá del carril bici

Estamos inmersos, continuamos inmersos en el eterno debate de si la bici merece o necesita un espacio exclusivo para circular en nuestras ciudades que no sean las aceras y nos afanamos mucho más en discutirlo que en tratar de circular. Somos incorregibles. Nos gusta discutir. Y si es mucho, mejor.

Parece que separar y dedicar espacios es lo que más seguridad vende, al menos entre la gente que no muestra confianza en el manejo de esa máquina del demonio que es la bicicleta. Es difícil, si no imposible, explicar a un creyente del carril bici que esa separación le hace más vulnerable en las intersecciones e incorporaciones, que permite que los automóviles le sobrepasen más cerca o que le hace seguir itinerarios más largos que si circulara como un vehículo cualquiera.

Esta percepción mayoritaria entre los nuevos adeptos a pedalear sobre dos ruedas es la que anima a las autoridades que pretenden tener una sensibilidad hacia ellos a proyectar carriles separados y exclusivos para bicicletas, sobre todo en las grandes vías de sus ciudades. Tiene su lógica, no vamos a negarlo. Si la gente lo quiere, se lo hacemos. Y todos contentos. Para comprobarlo y justificarlo, basta con hacer una simple encuesta para calmar las conciencias demagógicas.

Y, sin embargo, la inmensa mayoría de nuestras calles no son grandes vías y en ellas la segregación de la circulación ciclista no se puede hacer, sobre todo porque carece de sentido y de espacio disponible. En esas calles que tienen un carril por dirección y en las que, normalmente, está permitido aparcar, la circulación ciclista es segura si se ocupa el centro del carril y se presta atención a las intersecciones. En las demás calles, también lo es, pero en estas es doblemente evidente.


6 razones para circular por el centro del carril

La circulación ciclista por el centro del carril, una práctica que enerva mucho a algunos automovilistas insensatos, es la forma más segura de circular con una bici. Por varios motivos:
  1. Formas parte del tráfico. Eres evidente para el resto de los vehículos. Eres visible y, si señalizas tus maniobras, eres previsible. Así te pueden tener en cuenta, a menos que des con el energúmeno de turno, al que reconocerás por el sonido de su motor o de su bocina, por su mirada huidiza cuando intentes establecer contacto visual con él o por su actitud intimidatoria en los stops, cedas o rotondas. Bastará con evitar la interacción con ellos, que son una minoría insultante, y lo habrás conseguido.
  2. Evitas los sustos de ir por el margen del carril. Apertura de puertas, personas que salen de repente entre dos coches, detrás de un contenedor o que emergen en pasos de cebra al trote o al galope.
  3. Calmas el tráfico. Con lo cual haces un favor al resto de la comunidad. Al ocupar un carril, haces que la velocidad en ese espacio sea la que tú marcas. Ya te darás cuenta de que no vas tan lento como la persona que te siga al volante pretende, porque coincidirás con los mismos vehículos en tu marcha. No sólo les estarás haciendo un favor a los peatones, que podrán cruzar más tranquilos las calles, harás un favor a los propios automovilistas, muchos de los cuales seguro que están buscando un sitio para aparcar y a tu velocidad les va a resultar más sencillo.
  4. Haces masa crítica. Montando con tu bicicleta por el centro del carril recuerdas a todo el mundo, no sólo que tienes el mismo derecho de circular que cualquier otro vehículo, sino que estás ahí para que te vean, para que te tengan en cuenta, para que te respeten. Cuantas más personas hagan lo mismo que tú, las bicicletas serán más normales en el centro de las calles y menos automovilistas se arrogarán la exclusividad de la calzada o se verán animados a invitarte a que te apartes.
  5. Podrás decidir tu itinerario. Esta es la principal ventaja, además de la seguridad. Cuando tu capacidad de circular no depende de la existencia o no de una plataforma exclusiva o de la ausencia total de tráfico descubrirás que eres libre de elegir tu ruta para tu próximo destino con total libertad.
  6. Llegarás antes. Porque decidirás tu itinerario y porque estas calles, salvo que crucen grandes vías, carecen de semáforos y no hay que ir a buscarlas, porque son la mayoría.

Ahora, si quieres, sigue reclamando carriles bici o aceras bici, o circula por las aceras molestando a todo el mundo. Ya sabes lo que te pierdes. 

Ahora, queridas autoridades competentes en la materia, podéis seguir proyectando grandes actuaciones en el viario, de costes astronómicos y podéis seguir dejando a su merced a los bienaventurados que utilicen vuestras infraestructuras ciclistoides en cruces, incorporaciones y rotondas y sintiéndose indefensos en el tráfico y luego lamentaros del resultado. O, mejor que eso, podéis contar cuántas personas circulan antes de vuestra intervención por esas vías y luego contarlas después y elevar el resultado a números absolutos y quedaros tan contentos pensando que gracias a vuestras actuaciones habéis hecho que crezca exponencialmente el número de ciclistas en vuestra ciudad. Si lo hacéis un día de sol en primavera, os saldrá mejor. 

Seguir ignorando qué pasa en el 85 o el 90% de las calles de nuestra ciudad, que son las que no cuentan y nunca contarán con carriles bici, es un ejercicio de irresponsabilidad tan grande como pensar que la gente que se decide a coger una bici y circula por una acera o por un carril bici ha dejado un coche aparcado. No mostrar cómo se debe circular en ellas y adiestrar a nuestra población en ello mientras se vende seguridad en carriles exclusivos tan escasos como cuestionables, es, más que irresponsable, siniestro.

Suerte. La vais a necesitar.

domingo, 9 de octubre de 2016

No es la movilidad, es el espacio público

Coches, buses, bicicletas, peatones, furgonetas, camiones, motos, patinetes... parece que estamos obsesionándonos un poco por establecer unas reglas del juego y hacer unas conquistas priorizando en la forma de moverse que ha elegido cada cual, y nos parece que con esto ya cumplimos con la ciudad, la sostenibilidad y la estrategia de futuro. No digo que esté mal, pero seguimos centrando la atención en el movimiento y en la necesidad de moverse y quizá estemos perdiendo el foco sobre una cuestión de mayor trascendencia: la concepción de ciudad y de espacio público.

La esencia de una ciudad no puede estar supeditada a la necesidad de su gente de moverse o a la dependencia de los desplazamientos y la demanda de que estos sean lo más eficientes posible. Como tampoco a las consecuencias derivadas de ello. Eso debería estar en un segundo plano y lo que debería prevalecer es la concepción de la ciudad más que como un conjunto de edificaciones y calles, como un espacio común donde sus habitantes tienen que desarrollarse y desenvolverse como personas sociales que son. Y ahí el desplazamiento es sólo una de las actividades y seguro que no es la más importante ni prioritaria.

Hemos cedido las calles a la movilidad

Ha sido una falsa promesa, un canto de sirena que nos ha hecho olvidarnos de para qué servían las calles, si es que tienen que servir para algo. La movilidad no es más que una enfermedad que hemos contraído en nuestra sociedad y que ahora nos afanamos en tratarla y en hacer que sea lo menos dañina posible para nuestra salud. Pero no deja de ser una enfermedad que hemos consentido gustosos en contraer.

Incapaces de ver lo que se nos venía encima, empezamos consintiendo que los coches estacionaran en las calles, una vez que unos cuantos potentados empezaron a circular orgullosos sobre esos carruajes automóviles por nuestros pueblos y ciudades. Luego tuvimos que delimitar las aceras para "defender" a la gente de aquellos que habían decidido circular en coche por esas calles que antes eran planas y no tenían jerarquías. La semilla del mal ya había prendido. La explosión del utilitario al alcance de cualquier familia hizo todo lo demás.


Así las calles perdieron su condición y pasaron a ser vías de circulación y la gente quedó recluida en aceras exiguas y en el interior de plazas y parques. La diseminación de la residencia, del trabajo, de los centros escolares, de los centros comerciales y de los centros de ocio nos hicieron llegar a pensar que sólo se podía vivir en coche. Hasta que unos pocos locos empezaron a cuestionarlo, alarmando sobre el deterioro del entorno, la salud y de las consecuencias insostenibles e inasumibles que eso tenía para nuestra sociedad y para nuestra economía, pero sobre todo para las personas. Y los tacharon de retrógrados antisistema.

Ahora parece que queremos darle la vuelta a este proceso. Pero seguimos aquejando síntomas de la misma enfermedad que nos trajo hasta aquí. Creemos que la cuestión central es en qué medio de transporte se debe desplazar la gente y acondicionar el viario para dar oportunidades a esos medios empezando por la gente que todavía camina para desplazarse dentro de la ciudad, que sigue siendo mayoría, siguiendo con los que lo hacen en bici, después los que utilizan el transporte público y en último lugar los que se mueven en automóvil privado. Y seguimos dejando de lado lo que debería ser la cuestión central, que no es otra que cómo y para qué queremos que sean las calles. Todas y cada una de las calles de nuestra ciudad.

Estamos tan afanados en repartirnos el queso y que nos toque más porción, que no hemos pensado siquiera que podríamos cambiar el queso por un jamón o por un melón.

No son vías de circulación, son calles

Este es el verdadero ejercicio que cambia la configuración y que pone el acento donde realmente merece la pena. Hay que replantearse qué papel juega y qué papel nos gustaría que jugara cada calle de nuestra ciudad. Si queremos que siga siendo una vía de paso, una colección de plazas de aparcamiento adosadas, una autopista urbana o preferimos que vuelva a ser un espacio de encuentro donde salir despreocupadamente a relacionarse con los vecinos y con los visitantes, a tomar el sol, a conversar, a jugar, a leer o a estar.

Este ejercicio habrá que hacerlo en cada calle y en cada barrio, con el objetivo de rehabilitar espacios y zonas interiores donde posibilitar que se produzca este cambio. No todas serán iguales. Habrá que preservar algunas como puras vías de circulación, otras quizá merezca la pena revertirlas hacia un uso social y habrá un millón de casos diversos. No tengamos miedo a planteárnoslo. Y recordemos que la ciudad es un organismo vivo, en continuo cambio y evolución y que lo que hagamos hoy igual no vale dentro de 10 años o 20.

Ah, una última cosa. No tengamos miedo en quitar plazas de aparcamiento o en poner precios prohibitivos por ocupar espacio público para dejar vehículos privados estacionados. El otoño del aparcamiento libre hace tiempo que ha llegado para quedarse.

domingo, 2 de octubre de 2016

Atención gente ciclista que vienen los del plano y los rotuladores

El Área de Movilidad del Ayuntamiento de Pamplona ha presentado su flamante plan para hacer de esta ciudad un nuevo epicentro de la cosa ciclista, para bien o para mal y caiga quien caiga. En resumen, se trata de hacer unos cuantos carriles bici segregados en las principales avenidas, pero se viste como la gran solución a la accesibilidad y seguridad ciclista en esta capital provinciana.

4 millones para 30 kilómetros de felicidad ciclista

Sin preguntar a nadie, más que a ellos mismos y a una consultoría de prestigio, ignorando foros de calidad contrastada y de funcionamiento ejemplar como el Observatorio del Peatón y la Bicicleta, los responsables de la movilidad de esta ciudad se han echado la manta a la cabeza y han pergeñado un plan magnífico para la ciclabilización de Pamplona.

¿Y qué han hecho? Pues pintar en un mapa unas cuantas rayas de colores, como si de líneas de transporte público se tratara y buscar la plantilla que más se ajuste a la sección de cada calle sobre las que circule esta fantasía de tranvía ciclista que es el carril bici segregado. De manual. Por supuesto, esas avenidas cuentan con gran densidad de tráfico motorizado, peatonal y de transporte público, así que el follón está garantizado.

El mapa es precioso.

Esto es lo que nos gusta a todos. Pintar con rotuladores y hacer una red con ejes troncales y ramales. Aunque a simple vista se vea que esa red está descompensada y atienda de manera más tupida a los barrios del oeste que a los del este y deje corredores desatendidos tan estratégicos como el de Errotazar, o el Camino Viejo de Burlada, más conocido como Camino de Santiago, por mencionar sólo dos.

¿Es éste el carril bici que queremos?

Cuando se bajan al terreno la cosa cobra una gravedad fantástica. Pero como el papel lo soporta todo y el PowerPoint más y si viene avalada por una consultoría reconocida cualquier imprudencia por temeraria que sea se reverencia, van y proponen el modelo de carril bici que a los "bicicleteros de quiero un espacio para mi" tanto les gusta. El carril bici segregado y protegido.


¿Y  por qué no verdad? Se dibuja, se hace una simulación y todo el mundo contento. Los peatones por la acera tranquilos, las bicicletas por su carril protegidas y los coches solos en el resto, sin invitados molestos que ralenticen su marcha y pongan en cuestión su pesada lógica. Perfecto.

Podríamos analizar qué pasaría en el caso de que se juntaran dos ciclistas y uno quisiera adelantar al otro o cómo se gestionarían las protecciones en las intersecciones, pero eso son nimiedades en las vías que nos ocupan. Porque para las grandes vías los prestidigitadores de la plantilla y la infografía han propuesto esto.


Que visto así en bruto vuelve a ser estupendo, pero que mirado con un poco más de atención resulta ser una barbaridad. Parecen detalles insignificantes, pero en las dos propuestas hay aspectos que es mejor no pasar por alto (aparte de que el modelo inferior no sea simétrico, que un descuido lo tiene cualquiera).

Carril bici segregado, autobuses y coches aparcados

Efectivamente. Poner un autobús en el esquema cambia radicalmente las normas de juego en el tráfico de una vía urbana, porque el autobús no sólo circula, sino que para y carga y descarga pasajeros más o menos cada 300 metros. ¿No han reparado en eso? Y lo que es peor ¿cómo van a gestionar esas paradas sin atropellar a los ciclistas o sin que los ciclistas atropellen a los peatones en las inmediaciones de las marquesinas? Parece una cuestión tonta pero no lo es, sobre todo cuando las vías en las que se propone el carril bici son intensivas en transporte público.

El otro detalle tonto es el de los coches aparcados, sobre todo en el modelo inferior izquierdo en el que las bicicletas circulan entre la linea de aparcamiento y la acera. Vamos este.


Este formato, bien conocido por la gente que intenta andar en bici en Pamplona, es una calamidad, por no decir que es criminal. Encajonar a los ciclistas e invisibilizarlos del tráfico entre coches a los aparcados y bordillos debería estar tipificado en el código civil como tentativa de homicidio y condenar al técnico que se atreva a proponerlo. Pero no. Lo pintan y a la gente le gusta.

Tenemos la solución, pero es cara

Si os pensáis que esto es todo, os equivocáis. Los malabaristas de la ingeniería civil siempre esconden un as en la manga por si aparecen en sus presentaciones o en las sugerencias o alegaciones (que tan poco les gustan) personas como tú y como yo que ponga de relieve lo anteriormente expuesto y cuestione sus magníficos modelos. El as en la manga esta vez se llama "Boulevard sostenible". Y es así de bonito.


¿Cómo se os queda el cuerpo? La fórmula mágica consiste en, nada más y nada menos, segregar a los coches por un lado y a los medios de transporte sostenibles por otro. Y no se les cae la cara de vergüenza. Como si los felices ciudadanos buscaran el horizonte cada vez que se subieran a su medio de transporte preferido.

Aparte de la difícil relación entre ciclistas y autobuses, ¿alguien ha pensado qué tendría que hacer un ciclista para girar a la izquierda en el Boulevard sostenible? ¿No verdad? Pues eso.

Obligatorio, también en rotondas y bifurcaciones

Ah, otro detalle tonto para los listillos de turno: si el carril bici está ejecutado en la misma plataforma es obligatorio, o sea, que, sea lo que sea lo que al final sean capaces de hacer, si lo hacen, excluirá a los ciclistas del resto de la calzada y me consta que en algunos de esos itinerarios hay rotondas y bifurcaciones, con lo cual la circulación ciclista se ve penalizada por su encarrilamiento presuntamente protector. Ese disco azul redondo tan anhelado por los "ciclistas de carril bici" así lo indica. Que no nos pase nada.

Rotondas (amarillo) y giros a la izquierda (verde)

Tempus fugit

Lo peor de este asunto es que para llegar a estas conclusiones y a estos modelos, el Ayuntamiento de Pamplona ha perdido más de un año y ha gastado unos cuantos miles de euros contratando a una ingeniería de renombre y desoyendo los intentos de interlocución de su propio Observatorio del Peatón y de la Bicicleta que estoy seguro de que hubiera advertido de estas cuestiones y de muchas otras más.

Pero hay algo peor todavía. Siempre hay algo peor en este siniestro juego de los tiempos y las maneras políticas. Lo peor es que hay que decidir ya y hay que empezar a actuar ya, porque los plazos políticos marcan el ritmo y a esta legislatura le quedan dos años hábiles de vida. Si contamos los plazos de los anteproyectos, sugerencias, proyectos, alegaciones, proceso de contratación de las obras y ejecución de las mismas en fases, nos daremos cuenta de que ya no hay tiempo para procesos de participación suficientes. Una vez más.

Eso por no decir que después de este ejercicio de megalomanía pro-bici, otras medidas como habilitar aparcamientos seguros, cómodos y a cubierto en centros de actividad y en puntos estratégicos de la ciudad o hacer campañas de concienciación en centros escolares, Pero de eso ya hablaremos en otro momento.