jueves, 27 de febrero de 2014

Ahora ya puedes dar por el QR

La presión progresiva a la que estamos sometiendo a nuestros sufridos automovilistas está generando un malestar comprensible entre los que han representado el bastión del desarrollo durante las últimas décadas que les ha sumido en una esquizofrenia de incomprensión en la que va tomando cuerpo una rebeldía que alberga la opción de la insumisión como lógica.

Si esa gente que aceptó en su día el reto inmobiliario y automovilístico de la dispersión como la mejor elección posible y se entrampó en ello para el resto de su vida con todas las consecuencias, satisfecha por estar haciendo las cosas bien y de acuerdo a lo que los tiempos exigían, ahora se encuentra con que las nuevas tendencias urbanoides apuestan por procurar desincentivar el uso del coche, es lógico que se rebelen. Y es lógico también que vayan haciendo sus apuestas y sus propuestas por mantener el desorden establecido.


Por eso hay que trata el tema de la sostenibilización de la movilidad con una cierta prudencia, porque si no nos podremos encontrar que a los mismos parroquianos a los que les vendimos hace unos pocos años una casa  allá donde daba la vuelta el viento y su correspondiente coche como único medio de acceder a ella, ahora pretendemos proponerles que renuncien a su fórmula porque se nos ha ocurrido otra mejor. ¡Ja!

Por eso también es comprensible que los sufridos automovilistas se defiendan y promuevan herramientas para trampear las dificultades que se les están presentando en el centro de las ciudades, sobre todo en lo que a aparcamiento se refiere. La aplicación de hoy lo que propone es la segunda fila cordial a través de una App que lee un código QR que el automovilista cordial infractor pone visible en su ventanilla para que el automovilista cordial damnificado al que le ha dejado bloqueado le envíe un mensaje y así arreglen cordialmente las cosas como personas civilizadas que son. ¡Ja, ja!



Que sea ridículo no quiere decir que no sea admisible. La insumisión siempre es una opción, si es organizada, cordial y con tecnología app, entonces igual es hasta conveniente y es igual de legítima que la opción del conquistador de barrio en bicicleta que proponíamos hace unas semanas. ¡Ja, ja, ja!

Además le da dignidad al practicante compulsivo de la segunda fila, que hasta hoy ha sido un personaje demasiado vilipendiado por propios y extraños. ¡Jua, jua, jua!

No quiero imaginar qué utilidad le pueden sacar al invento los empleados de la zona azul o los propios policías municipales.

martes, 25 de febrero de 2014

¿Hablamos de intersecciones?

Últimamente se le ha dado mucho eco a un video explicando una pretendida solución al problema de la seguridad de la circulación ciclista en las intersecciones, el punto fatídico, sobre todo cuando hablamos de vías segregadas, que parece que es la definitiva.

Protected Intersections For Bicyclists from Nick Falbo on Vimeo.

No es fácil abordar el tema de las intersecciones sin antes discutir sobre la necesidad y las características de las vías segregadas. Lo es mucho menos si de las vías ciclistas exclusivas de las que hablamos son las que se han hecho en la mayoría de las ciudades que no sean holandesas o danesas. Para empezar, porque en esos paises ha habido un proceso histórico que optó, aprovechando la crisis del petróleo de los años 70 y la fuerza que tenían los movimientos sociales en aquellos años, por presionar para desbancar al coche como medio de transporte dominante en los centros urbanos y reconstruir las calles para promover el uso de la bicicleta.

Manifestación anticoche de la Cyclist Union en Copenague (1982)
Sin hacer esto, sin despotenciar al coche, sin desincentivarlo, sin restarle espacio de circulación y aparcamiento, sin estrechar sus vías es difícil hablar de duplicar el viario. Lo explica muy bien Mark Wagenbuur en Bicycle Dutch.



Con el ancho de vía disponible, con estructuras urbanas como las que se dan en esos paises y, sobre todo, con esa determinación por disuadir al uso del coche y potenciar el transporte y la bicicleta y con tan pocos peatones desplazándose, las vías dedicadas resultan mucho más fáciles de implementar en unas ciertas condiciones de mínimos, aunque esas condiciones son difícilmente extrapolables.

Sin estas condiciones, hablar de "reparar intersecciones" se convierte en un ejercicio de trapecismo poco recomendable pero al que muy poca gente pro-bici está dispuesta a renunciar, o lo que es lo mismo, tratar de resolver intersecciones sin antes validar los estándares y los criterios de implementación de las vías ciclistas es una equivocación fundamental.

En un país donde habría que desmantelar el 80% de los carriles bici que se han hecho, hablar de los cruces de los mismos es perverso. Hacerlo sin plantear cada caso, cada tramo, cada intersección, cada alternativa incluída en primer lugar la posibilidad de circular por el centro del carril en la calzada es ladino.

Así pues, se puede parchear si lo que se tiene es decente, pero cuando lo que se tiene es indecente lo que hay que hacer es replantearse la cosa desde el principio y establecer cuándo, cómo y por qué hay que hacer las cosas y sobre todo qué requisitos previos han de reunirse.

Por cierto, ni siquiera en países tan civilizados, tan ciclistas, con tantas vías ciclistas y tan pocos coches y peatones estas maravillas de la ingeniería civil acaban con los fatídicos accidentes en las intersecciones, que siguen siendo el caballo de batalla de la siniestralidad ciclista, así que mejor no pensar qué pasaría en nuestras ciudades si sometemos a nuestros peatones a tantos cruces y a los automovilistas, que no ceden ni al que está parado, a tener en cuenta tantas interacciones.

lunes, 24 de febrero de 2014

Bienvenidos al Apocalipsis

Muchas veces no somos conscientes de qué estamos hablando cuando nos referimos a cosas tan cotidianas como la luz, el transporte, la comida o el dinero. Nuestra ignorancia y la descontextualización de cada uno de esos elementos fundamentales para nuestra vida nos hace trivializar su importancia o reducirla a una mera repetición de tópicos. La ignorancia es atrevida y, más que eso, es pasto de reduccionismos demagógicos que sólo ayudan a mantener el orden establecido mediante falsas expectativas e intoxicación con miedo de cualquier opción alternativa a dicho orden.

Por eso cuando oímos algunas voces que tratan de alertarnos sobre la autoconsunción del mundo, las tachamos rápidamente de apocalípticas o maltusianas, ridiculizándolas utilizando lugares comunes y sofismas sin base alguna, pero que por pura repetición acabamos creyéndonos, y así las desactivamos y las silenciamos rápidamente.

Hoy toca hacer un ejercicio de información para la conciencia sobre el futuro que nos espera si seguimos a este ritmo de destrucción planetaria. Este fabuloso vídeo didáctico encierra una densidad de información y de lógica científica, que será difícil que no explote dentro de las cabezas que sean capaces de querer entender el mensaje que encierra.

Damos por supuesto que la inmensa mayoría de la gente sólo es capaz de ver lo que es capaz de creer, pero eso no debe desanimarnos en nuestra tarea de hacer viral un mensaje cuya esperanza se base en la inteligencia de cada persona para cuidarse de sí misma, más que en que el poder concentrado en unas pocas vaya a ocuparse o preocuparse de todos nosotros. Así pues, bienvenidos al principio del final de la era del petróleo y larga vida a un futuro más prometedor.

domingo, 23 de febrero de 2014

Multa por exceso de velocidad

Ya sabemos lo desquiciada que está la cosa con la bicicleta en este país de locos en el que vivimos, pero nunca está de más constatar hasta dónde pueden llegar los que tienen que hacer cumplir las normas en su celo a la hora de desempeñar su labor.

Cuando una ordenanza recoge un artículo que limita la velocidad de circulación de las bicicletas a 10 kms/h en una zona urbana, normalmente un paseo compartido con peatones, todo el mundo entiende que se trata más de una recomendación que persigue la buena convivencia entre ciudadanos en un lugar de uso intensivo y de gran atractivo, que de un límite exacto que se va a vigilar escrupulosamente.

Pues no. No al menos en Málaga, como muestra este testimonio (de Julio del año pasado), que sin conocer más concretamente las circunstancias del suceso no puede pasar de ser una anécdota, pero que deja claro cuál es el nivel de subdesarrollo ciclista y de abstrusismo en el que nos movemos.

Un oyente se dirige al Facebook del programa de radio "Levántate y Cárdenas" y deja esto:

"Hola Cárdenas, 

Te sigo desde Crónicas, y me pareces un gran periodista y, lo más importante, que eres independiente y dices las cosas claras quien sea, tenga el puesto que tenga. Por eso te voy a informar de que ayer en Málaga, cuando iba paseando por el Paseo Marítimo en mi bicicleta tranquilamente, una pareja de la policía local, que también iban en bicicleta, me pararon ante mi sorpresa. 

Cuando me pidieron mi DNI y me expusieron el motivo por el cuál habían interrumpido mi marcha, no podía salir de mi asombro creyendo que me estaban tomando el pelo o bien me estaban grabando desde algún lugar. 
Me multaron con 60€ por ir a más de...-prepárate- 10km/h. ¿Les pregunté que qué aparato o quién determinaba la velocidad a la que iba una bicicleta? y me respondió...-que su cuenta kilómetros de su bicicleta-. 

Entonces le pregunté de nuevo, que quién no tenga cuenta kilómetros en su bicicleta no puede pasear por el paseo marítimo, y me respondió que no, que tendría que ir por la carretera. En fin, el colmo recaudatorio del Ayuntamiento de Málaga. Porque he dejado de ir a trabajar a mi oficina en coche porque han puesto todos los aparcamientos del centro y sus alrededores de zona azul de pago, con lo cual tomé la decisión de irme en bicicleta. Ahora multan a las personas por pasear en bicicleta a más de 10km/h, cuando no hay forma científica de calcular la velocidad. 

Por favor te ruego que des eco informativo de este suceso, al menos que sirva de antecedente para otras personas y para que sepa el resto de España el afán recaudatorio que se vive por Málaga. Gracias, y sigue así Cárdenas!!!"


Para echarse a llorar... sobre todo porque ese Paseo Marítimo de Málaga arrastra un triste historial que deja cuenta de la crispación entre peatones y ciclistas desde hace años. Más o menos el mismo que el resto de paseos en todas nuestras ciudades. Una muestra más de que están todavía demasiado orientadas al coche, que siguen penalizando a los ciclistas y los recluyen, con su consentimiento, en zonas de carácter estancial. Una vergüenza. Otra.

viernes, 21 de febrero de 2014

Ir, venir, entrar, salir, circular en bici sin jugársela

Ese es el objetivo y muchas veces depende mucho más de nosotros de lo que somos capaces de admitir. Andar en bici es fácil, es cómodo, es agradable y eso hace que muchas veces viajemos excesivamente relajados y bajemos nuestros niveles de atención. Es parte del juego, pero no reparamos en que nosotros somos mucho más vulnerables que el resto de vehículos y podemos ser muy agresivos sin quererlo con la gente que anda a pie.


Las distracciones en bicicleta pueden salirnos caras. Hay que ser conscientes de ello y no confiarnos en exceso nunca. Incluso si dominamos la bicicleta y tenemos muchos años de experiencia, no estamos libres de tener un despiste.

Es atención de lo que hablamos, nunca de miedo, ni de estrés, simple atención. Poner los sentidos en lo que se hace, que es conducir un vehículo impulsado por nuestra propia fuerza. No hablamos tampoco de exigir infraestructuras específicas para nuestra circulación, ni de cambiar las normas, no hablamos de tener un trato preferencial, de ir vestidos como árboles de navidad, de tocar un timbre o llevar luces de 1000 lumens. No. Esto es mucho más sencillo y más natural.


Cada día somos más los que nos movemos a diario montando bicicletas en espacios comunes con otros usuarios de las calles y las carreteras, eso hace que, por un lado se nos perciba más, pero por otro sirve para incrementar la estadística de número de ciclistas siniestrados y eso sólo ayuda a empeorar nuestra imagen y sembrar dudas y justificar miedos irracionales.

Y eso depende muchas veces de nosotros mismos. Muchas más de las que nos queremos creer. Y depende de que lo asumamos y actuemos en consecuencia para poder exigir a continuación el respeto a que somos merecedores como ciudadanos de plenos derechos y la persecución de las actitudes temerarias e intimidatorias sobre todo por parte de algunos automovilistas, muchos todavía por desgracia.

Si no empezamos por nuestra prevención, no estaremos legitimados para exigir protección.

miércoles, 19 de febrero de 2014

¡Que vienen los drones!

Ya podemos espabilar. Hace tiempo que teníamos que haberlo hecho, aprovechando las contracciones de esta crisis. No vamos a tener mejor coyuntura en muchos años para proponer "lo siguiente" en términos de movilidad y, ya de paso, de estilo de vida. Si no somos capaces de sacar partido de estos momentos aciagos, donde se está cuestionando hasta la pertinencia de las autopistas, donde todo ha quedado infrautilizado, donde cada vez menos gente se mueve y los que lo hacen cada vez lo hacen de una manera más inteligente, luego no tendremos derecho a quejarnos.

Porque ellos, los poderosísimos y sus cabezas pensantes ya están pensando en la resurrección del coche y en presentarlo como una revolución. Ya están pensando en el coche inteligente, en una especie de "smart car", un coche 2.0 que se relacione con coches, porque está demostrado que las relaciones entre humanos son problemáticas y causan demasiados accidentes. Estos drones se comunicarán en red y serán capaces de procesar información en tiempo real y aprender de los itinerarios habituales para los que se les requiera como Google aprende de nuestras búsquedas repetitivas y al final sabe más de nosotros que nosotros mismos.


Hasta entonces tenemos un "impasse", un tiempo muerto en el que podemos tratar de montar una organización diferente que habilite a los pobres que no tienen un coche y se mueven a pie o en bicis para hacerlo con más o menos facilidad. Aunque, si no andamos vivos, se nos va a pasar la oportunidad esperando... o quejándonos. Para construir ese nuevo orden hace falta que demostremos que andar a pie o en bicicleta es conveniente y que ayuda, mucho más que la cibernética, a ahorrar tiempo y dinero, a mejorar la salud, a disponer de mejores espacios públicos, a capacitar a mayores y menores a moverse libremente y a disfrutar de la calle y de la ciudad de manera amable, segura y relacional.

Ah, y una cosa, la gente de los drones no saben qué hacer con peatones y bicicletas por la escasa masa y energía que mueven ya que hace muy difícil su detección y posicionamiento "on time" por sus radares y satélites y muchas veces para cuendo se quieren dar cuenta es demasiado tarde y los tienen que atropellar.

UMTRI Revised Draft 2 from safetypilot on Vimeo.

martes, 18 de febrero de 2014

¿Qué ciudad hemos preparado para nuestros niños?

¿Y cómo tenemos que adiestrar a nuestros niños para que se adapten a esa ciudad?



Si viendo videos adoctrinadores como éste no se nos ponen los pelos de punta es que somos unos indolentes y unos irresponsables, o que ya nos hemos inmunizado a la basura infantil.

¿De verdad queremos mantener este estado de cosas? ¿De verdad queremos seguir metiendo miedo a nuestros niños? ¿Queremos seguir prohibiéndoles jugar en las aceras? ¿Queremos seguir reprimiéndoles y represaliándoles porque no son capaces de hacerse con el orden que les hemos establecido? ¿De verdad lo queremos? ¿O es que simplemente no creemos que se pueda cambiar?

Esto no es seguridad vial, esto no es educación vial, esto es represión vial.

Basta de semaforitos, basta de niños advertidos, basta ya de meter miedo y de proteger al coche y justificarlo, incluso en los despistes de los automovilistas, basta ya de culpabilizar a los que tendrían que ser los protagonistas de la movilidad y de la vida urbana.

Esto es demasiado siniestro para que nos siga pareciendo normal. 

Si con ese video no os ha sido suficiente, ahí va otra joya de la misma firma. Aquí al miedo, a la protección de la tiranía del coche, a la educación aborregante y maniqueísta hay que sumar la justificación de las prisas y la irascibilidad al volante, la inevitabilidad de la congestión, la incitación al consumo y a la competencia infantil y, no paremos de alucinar... ¡la circulación de las bicicletas por las aceras y la peligrosidad de los peatones!



Luz roja a esta luz verde tristona y atemorizadora que va a hacer de nuestros niños unos zombies a las órdenes de Nancy Agente de Tráfico. No más terror en las aulas.

lunes, 17 de febrero de 2014

A la penúltima ¿va la vencida?

Una más. Otra más. Otra carta de un peatón indignado. Contra los ciclistas de acera temerarios e impunes. Contra la generalizada permisividad y connivencia de los que deberían estar atajando estas conductas y a estos conductores que van sembrando el terror por las aceras. Otra llamada de atención utilizando el altavoz de los medios de comunicación. Otro testimonio desesperado ante la relajación de las normas más básicas que garantizan la convivencia en la calle. Otra voz que clama. La última. La penúltima.


Unas cuantas veces a la semana nos toca leer cartas de estas. Con distintos tonos, desde distintos lugares, en distintos medios. Lo que es invariable es el mensaje: la acera no puede ser un lugar de circulación. Da igual de qué vehículos hablemos, da igual lo pretendidamente amables que los consideremos, lo que es inevitable es que, en cuanto las aceras y algunas zonas peatonales de carácter estancial son circuladas por bicicletas, patines y otros artilugios que aceleran la marcha de las personas, dichos espacios pierden su condición tranquila y despreocupada y se convierten en lugares donde la gente está tensionada y donde la libertad de movimientos y el estilo azaroso e imprevisible propio de las personas en la calle se ven coartados.

¿Hasta cuándo? ¿Cuándo será la vencida?

Parece que el camino andado en los últimos años no va a ayudar a enfocar el asunto porque se ha desquiciado de tal manera que ya no sabemos por dónde empezar, porque no nos acordamos de cuál era el orden de prioridades. Y no es una pura cuestión de educación para la convivencia, no. Eso es reducir el problema a un enfrentamiento entre débiles en los márgenes de la calle y consolidar el dominio del tráfico motorizado en el centro de la ordenación de nuestras ciudades.

Mientras sigamos consintiendo que esto se produzca y no reivindiquemos la reducción del tráfico motorizado y de la oferta de aparcamiento y la ralentización de la circulación residual, esta carta, cualquier carta siempre será la penúltima.

domingo, 16 de febrero de 2014

Vamos a contar mentiras ¡tralará!

¿Cuántas pruebas necesita un ser humano para darse cuenta de que le están engañando y que le están contando un cuento? Es difícil saberlo, porque depende, entre otras cosas, de su inclinación a creer en lo que se le cuenta, que suele estar directamente relacionada con su deseo de que las cosas sean como las cuenta el cuento más que como suceden en la realidad.

Es lo que pasa con las bicis y con aquellos a los que nos gusta que haya bicis y cosas relacionadas con las bicis que mejoran su presencia y que las hacen más visibles en nuestra sociedad. Llevamos tanto tiempo deseando que nuestras ilusiones se hagan realidad que pretendemos verlas realizadas incluso antes de que se produzcan. Nos gusta tanto ver indicios, adivinar pruebas irrefutables de su creciente nivel de implantación, de normalización, que caemos irremediablemente en la misma trampa: nos dejamos engañar.

Ayer se dieron a conocer dos datos que podrían ser relevantes en el camino de la ciclabilización de la ciudad en la que vivo: que las bicis se podrán meter en los autobuses públicos y que las bicicletas públicas ahorran un montón de combustible. Por un lado, el cambio normativo en la ordenanza del transporte público comarcal que va a permitir, a partir de hoy, transportar bicicletas plegables, plegadas y enfundadas en los autobuses. Por otro lado, el ahorro energético que supone tener una partida de bicicletas públicas dispersas en la ciudad. Dos páginas en el mismo periódico en las que las bicicletas son protagonistas no está mal para despertar un sábado, pero ¿qué se esconde detrás de estas noticias pretendidamente positivas?

¿Bicis al bus?

En primer lugar, las bicicletas plegables enfundadas, como cualquier arma, hace tiempo que están tácitamente permitidas en los autobuses urbanos de la Comarca de Pamplona. De hecho, la propia Mancomunidad de la Comarca, titular y responsable de la prestación de este servicio, hace unos años lanzó una campaña para que la gente se animara a practicar este formato de multimodalidad para posibilitar el uso combinado de bici y bus en un terreno poco adaptado al uso de ninguno de los dos y así aprovechar una potencial sinergia entre ambos modos sostenibles de desplazamiento.


Sin embargo, la realidad le ha dado la espalda a esta iniciativa y ha demostrado que el impulso de la bici no depende de artificios tan retorcidos y remotos como este sino de medidas mucho más naturales.

¿Bicis públicas que ahorran petróleo?

Es lo mismo que le pasa al sistema de bicicletas públicas de esta ciudad. Concebido como un elemento meramente propagandístico, una herramienta más de escaparatismo verde, nunca se ha tratado de optimizar ni de potenciar este servicio que ha quedado reducido a unas bicicletas aparcadas en la calle... y vamos para 7 años de triste historia. Un servicio que apenas si lo utilizan una treintena de personas al día, unas bicicletas que se usan, de media, una vez cada tres días, lejos de ser un impulso para dinamizar el uso de la bicicleta se ha convertido en un lastre y en una demostración de que la promoción de la bici no consiste en repetir unos eslogans o en reproducir unas herramientas, sino en apostar por ella de una manera decidida.


Así pues, publicitar el permiso de transportar bicis en buses no es necesariamente un símbolo de desarrollo ciclista, como no lo es publicar el presunto ahorro de combustible equivalente de unas bicicletas que, además de costar unos miles de euros al año que se ocultan gracias a una dudosa cuenta de compensación, no están pensadas para sustituir viajes de coches y, por lo tanto, no consiguen ahorrar todos esos litros de combustible no renovable y de emisiones equivalentes de gases que pretende nuestro ayuntamiento de la mano de esa empresa de publicidad en calle que las gestiona.

No podemos picar esos anzuelos, porque nos va a dar la impresión a nosotros de que nos alimentan y a nuestros "pescadores" de que nos tienen engañados y contentos en nuestras peceras, en cautividad, inofensivas para su mundo automovilístico.

Las bicicletas públicas que no se usan hay que desmantelarlas y la movilidad sostenible no se consigue colando bicis plegables en autobuses y dejando todo lo demás como estaba.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Mirando a otra parte

Sabemos que ser íntegros en esta vida viciada cuesta y cuesta mucho más cuando en ello nos van votos, cuando atacamos a las prácticas más comunes y mayoritarias, aunque sean cuestionables e incluso reprobables, aunque la intervención contraiga más beneficios que perjuicios comunitarios e incluso para los propios protagonistas. Cuesta porque hemos asumido como parte de un juego siniestro mirar a otra parte en determinados momentos, aunque esos momentos sean determinantes para la estrategia de decimos estar siguiendo en otros en los que no nos tiembla el pulso porque estamos interviniendo sobre minorías.

Hablamos por supuesto de movilidad, de sostenibilidad, de autodependencia, de hipermotorización, de viajes estúpidos y, lo más importante, de inculcar entre nuestros niños y jóvenes nuevos valores para que sean ellos los que nos den la alternativa hacia un mundo y unas ciudades más habitables, más amables, más respetuosas, más humanas en definitiva, ya que nosotros hemos sido incapaces ni siquiera de proponerlo en serio.

Hacer una peatonalización y perseguir después a los ciclistas, hacer unos kilómetros de carril bici, una zona azul, verde o naranja, un calmado de tráfico o colocar unos cuantos aparcabicis no es comprometido y prácticamente no conlleva mayor inconveniente que pelear con unos pocos vecinos y comerciantes. Son minorías, son actuaciones puntuales, pecata minuta.


Ahora bien, cuando lo que tratamos de atajar son los vicios contraídos por toda una generación a la que hemos inculcado los valores del individualismo, de la competitividad, del hiperconsumismo, de la propiedad privada, de la globalización, de la deslocalización, del miedo, de la sobreprotección de los menores, del acuartelamiento de los mismos, de la agorafobia y del ventajismo, la cosa cambia. Ahí nos tiembla el pulso.

Un ejemplo tremendo de ello lo tenemos en los accesos a los centros escolares, otro en los accesos a los centros laborales en hora punta. Siempre es hora punta cuando hablamos de viajes al cole, siempre es hora punta cuando hablamos del viaje al trabajo. Y más punta todavía y más afilada cuando volvemos de dichos centros.

Ahí todo vale. El canibalismo, la depredación circulatoria. la violencia y la agresividad extrema están justificadas y consentidas. La labor de los agentes de la ley, en todo caso, es velar por que las agresiones no vayan más allá de la verbalidad, que las invasiones del espacio público no duren más de media hora, que las infracciones sean temerarias pero no mortales. Porque tenemos interiorizado que es inevitable y, más que eso, que no hay que evitarlo, porque es parte del juego. Mirar a otra parte en esos momentos es conveniente.



Lo que no nos damos cuenta es que esos viajes suman las dos terceras partes del total de los viajes que se producen en entorno urbano, así que si no actuamos sobre ellos estaremos limitándonos a intervenir sobre un tercio como máximo de los desplazamientos que se producen en una ciudad.

Así pues, dejémonos de monsergas y de pantomimas cuando hablemos de movilidad. La movilidad principal es la obligada, la del horario, la de la hora punta, la del miedo y la violencia, la misma a la que tratamos de no mirar de frente porque nos acobarda. Si no actuamos sobre la movilidad obligada no tendremos legitimidad a la hora de tratar de intervenir en otros aspectos más marginales aunque igualmente decisivos para sentar las bases de un nuevo modelo de accesibilidad, de movilidad y por extensión de convivencia y de ciudad.

martes, 11 de febrero de 2014

Crónica de una suerte anunciada

Los últimos días hemos estado entretenidos siguiendo el devenir de unas cuantas bicis que se alojaban cómodamente y con seguridad en el porque del edificio donde se ubica el Area de Sanidad y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Pamplona, en plena Plaza Consistorial, en el corazón más simbólico de esta ciudad.


Anunciábamos anteayer con sorpresa su defenestración, reconocíamos ayer nuestro apresuramiento a la hora de extraer conclusiones, pero advertíamos también de lo desafortunado del nuevo emplazamiento, sospechando incluso que la cosa podía ser más lamentable de lo que ya era a priori. Pues así ha sido, la Ley de Murphy se ha vuelto a cumplir y, de las distintas alternativas se ha consumado la peor. Lo esperado.


Lamentable es poco. A las puertas de un Ayuntamiento que sigue presumiendo de haber hecho los deberes en promoción de la bicicleta y de haber incluso desbordado las expectativas más ambiciosas y las demandas de sus ciclistas urbanos, un Ayuntamiento cuyo pleno ha aprobado habilitar aparcamientos seguros, cubiertos y hasta cerrados especialmente en el Casco Viejo, se ha cometido este escarnio a unas cuantas bicis y a sus dueños, pero por extensión a toda la población ciclista que sigue esperando que se resuelva una de los problemas más acuciantes que comporta el uso de la bicicleta.


Constatar lo contrario no sirve más que para poner en evidencia la hipocresía y el cinismo en el tratamiento de la bicicleta que tienen muchos ayuntamientos, que se atreven a hacer propaganda con unos cuantos hitos aislados y a la vez pueden tener detalles tan desafortunados como este que relatamos hoy, que es algo más que una anécdota simpática.

No sabemos que tendrá que decir este Ayuntamiento del tema ahora que en vez de Sanidad y Medio Ambiente, ahora ese edificio será la sede del Area de Información y Turismo. Tampoco esperamos que lo haga.

De momento, de la casi veintena de bicicletas que usaban el antiguo aparcamiento, tan sólo quedan una cuarta parte.



Pamplona, I like it!

Fotografías de Adoquines y Losetas

lunes, 10 de febrero de 2014

Tampoco es mierda todo lo que huele

Pues no. Ni es oro todo lo que reluce ni es mierda todo lo que huele, por más indicios que se nos presenten de uno y otra. Dicen que la labor principal de todo informador es contrastar suficientemente las informaciones antes de difundirlas y no caer en las trampas que muchas veces presentan las apariencias, pero lo que también deben de saber esos que dicen eso es que el subconsciente es débil y tiende a asociar ideas y a establecer relaciones causales (de causa) en situaciones que muchas veces son más bien casuales (de casualidad).

Eso es lo que me pasó ayer cuando la inercia esa que nos hace patinar muchas veces y que nos lleva a bandazos otras, pero que muchas más nos ayuda a mantener el equilibrio, me jugó una mala pasada y me hizo presuponer lo que no había.

Ese aparcabicis...

Me refiero al movimiento súbito de un aparcamiento estratégico del centro más central de mi ciudad, Pamplona, de un lugar óptimo y conveniente a otro desafortunado y riesgoso por más que distaran escasos 50 metros uno de otro.


Hoy quizá la conciencia, quizá el morbo o más bien la pura casualidad me han hecho pasar justo por ese punto y he comprobado que hay una causa que justifica este movimiento: la planta baja del edificio donde se aloja el Area de Sanidad y Medio Ambiente está de obras, y esas obras afectan también al porche donde se encuentra el aparcabicis en cuestión.

Constancia pues de las disculpas y de la correspondiente rectificación en las mismas condiciones que el artículo de denostación de ayer. De todas formas, constancia también del defecto de forma por parte del Ayuntamiento al delegar en la constructora una información que es de su competencia, máxime cuando el Area que se ha responsabilizado y lidera actualmente el devenir de las bicicletas sea la misma que ocupa el citado edificio y cuando el tema del aparcamiento esté de máxima actualidad y forme parte de la agenda municipal. Constancia también de lo desacertado de la nueva ubicación elegida.

... ese aparcabicis

De momento, hoy apenas quedaba media docena de bicis acochinadas por las vallas de la obra. Mañana veremos en cuál de los dos emplazamientos de la Plaza de los Burgos "mueven" a las bicis restantes si a éste, que dentro de lo malo está a mano, a nivel de la plaza y a cubierto...


... o a este otro que está allá desangelado, desprotegido, incómodo y a desmano.


Seguiremos atentos a los movimientos relacionados con la bicicleta y, aunque parezcan sospechosos porque sean subrepticios, no nos dejaremos llevar por nuestro instinto y no nos cegaremos por el brillo ni nos ofuscaremos por el tufillo que entendamos que despiden. Hasta mañana.

sábado, 8 de febrero de 2014

Las bicis estorban

Lo sabíamos hace tiempo, de cuando tan sólo había unas pocas repartidas por ahí. Las bicicletas han sido un incordio siempre, o al menos desde que el coche, los coches vinieron para imperar en nuestras ciudades y los munícipes decidieron darles paso libre o cortárselo completamente en ese invento moderno llamado peatonalización.

Pero las bicis estorban mucho más ahora que hay muchas. Porque están por todas partes y aprovechan todos los rincones y todos los vericuetos para colarse. Y eso es algo que enerva a mucha gente y ,a mucha, más de la cuenta.

Si circulan, porque lo hacen de una manera anárquica (por supuesto visto desde una perspectiva automovilística o peatonal), si están quietas porque afean la ciudad impoluta. Nadie tiene en cuenta que la esencia de la bicicleta es de algún modo anárquica y anarquizante. La bicicleta relativiza la rigidez del ordenamiento en que hemos sumido a nuestras ciudades y aportan vida y movimiento en este mundo de asfalto, cemento y césped en el que se están convirtiendo nuestras ciudades.

Hoy el reportero de calle de nuestra vieja ciudad ha retratado este malestar que provocan esas bicicletas que han aprovechado un lugar idóneo para pasar la noche, todas las noches, y los días también.

El aparcabicis indeseable


Este aparcabicis, colocado por el Ayuntamiento de Pamplona, se aloja en un porche de la Plaza Consistorial  justo en el edificio donde se ubica el Area de Sanidad y Medio Ambiente municipal. Nada mejor traído. Es una zona de tránsito intenso, encuentro de muchas calles, centro neurálgico del Casco Viejo. Ahí debajo las bicicletas de muchos vecinos y de algún forastero habían encontrado un refugio cómodo, práctico y seguro.

Pues, por lo visto, a alguien le deben incomodar y ha decidido movilizarlo como se hacen estas cosas. A la brava y con intermediarios. En este caso, el encargado de comunicarlo, en vez del Ayuntamiento, ha sido la constructora de turno.


¿Y a dónde se lo llevan? Pues a escasos 50 metros: a la Plaza de los Burgos. Otro lugar simbólico que se ha quedado en medio de todo sin uso y sin sentido: un limbo urbano. Cualquiera que no conozca el lugar diría que no ha lugar ninguna queja porque no cambian las cosas. Pero sí que cambian. Y mucho. Porque el sitio a donde apartan estos aparcabicis es un lugar limpio pero abandonado, donde las bicis van a estar a merced de vándalos y chorizos, porque, simplemente, no se ven.


Mientras, seguimos esperando que se cumplan los mandatos que se aprobaron por mayoría en el pleno de ese mismo edificio espectador de piedra de estos pequeños movimientos que van configurando una ciudad en la que las bicis merecen mejor trato del que se la dispensado en los últimos años entre los responsables de esa casa.

Gracias a Javier Muru por su encomiable labor fotográfica diaria en Adoquines y losetas.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Ciclistas de ciudad ¿nos hacen falta héroes?

¿Presentar a los ciclistas cotidianos como héroes sirve para promocionar el uso de la bicicleta o sólo vale para alimentar el ego de los pocos valientes que ya son practicantes? ¿Y sirve para promocionar el uso de la bicicleta como medio de locomoción o más bien la presenta al público como una actividad marginal reservada para unos pocos elegidos? ¿Andar en bicicleta por la ciudad es una proeza? Y aunque lo llegue a ser en algunos casos ¿es conveniente presentarlo como tal?

Esa es la cuestión ante iniciativas como la que presentábamos hace unos días de RyderState a nivel privado o como lo que propone el Cyclescheme británico, que es el programa de fomento de la bicicleta como vehículo para desplazamientos laborales.

Si RyderState proponía el reto de convertirte en el gobernador ciclista de tu territorio, el programa Super Commuter lo que busca es una docena de líderes, condes ciclistas de los 12 territorios en los que han dividido Britannia.

Propuestas como estas son sintomáticas de una falta de normalización de la bicicleta, de que la bicicleta y el ciclista urbano son una casta y que el intento de dignificarla y de promocionarla se queda en algo minoritario, endogámico por no llamarlo sectario.

Para movilizar a la gente hacia la bicicleta quizá son más adecuadas imágenes y visiones menos radicales de la misma. El verdadero reto en esto de que la gente se incline hacia la bicicleta consiste precisamente en lo contrario: se trata de hacer ver que la bicicleta es fácil y está al alcance de cualquiera, sin una preparación especial, sin facultades sobrehumanas, sin necesidad de ostentar un arrojo o un menosprecio del riesgo especiales, lejos de concursos, de conquistas, de demostraciones espectaculares, con naturalidad.



¿Demasiado normales?

martes, 4 de febrero de 2014

La historia de Leonard Mead, el último peatón

El peatón 

por Ray Bradbury
Título Original: The Pedestrian 1951

Entrar en aquel silencio que era la ciudad a las ocho de una brumosa noche de noviembre, pisar la acera de cemento y las grietas alquitranadas, y caminar, con las manos en los bolsillos, a través de los silencios, nada le gustaba más al señor Leonard Mead. Se detenía en una bocacalle, y miraba a lo largo de las avenidas iluminadas por la Luna, en las cuatro direcciones, decidiendo qué camino tomar. Pero realmente no importaba, pues estaba solo en aquel mundo del año 2052, o era como si estuviese solo. Y una vez que se decidía, caminaba otra vez, lanzando ante él formas de aire frío, como humo de cigarro.

A veces caminaba durante horas y kilómetros y volvía a su casa a medianoche. Y pasaba ante casas de ventanas oscuras y parecía como si pasease por un cementerio; sólo unos débiles resplandores de luz de luciérnaga brillaban a veces tras las ventanas. Unos repentinos fantasmas grises parecían manifestarse en las paredes interiores de un cuarto, donde aún no habían cerrado las cortinas a la noche. O se oían unos murmullos y susurros en un edificio sepulcral donde aún no habían cerrado una ventana.

El señor Leonard Mead se detenía, estiraba la cabeza, escuchaba, miraba, y seguía caminando, sin que sus pisadas resonaran en la acera. Durante un tiempo había pensado ponerse unos botines para pasear de noche, pues entonces los perros, en intermitentes jaurías, acompañarían su paseo con ladridos al oír el ruido de los tacos, y se encenderían luces y aparecerían caras, y toda una calle se sobresaltaría ante el paso de la solitaria figura, él mismo, en las primeras horas de una noche de noviembre.


En esta noche particular, el señor Mead inició su paseo caminando hacia el oeste, hacia el mar oculto. Había una agradable escarcha cristalina en el aire, que le lastimaba la nariz, y sus pulmones eran como un árbol de Navidad. Podía sentir la luz fría que entraba y salía, y todas las ramas cubiertas de nieve invisible. El señor Mead escuchaba satisfecho el débil susurro de sus zapatos blandos en las hojas otoñales, y silbaba quedamente una fría canción entre dientes, recogiendo ocasionalmente una hoja al pasar, examinando el esqueleto de su estructura en los raros faroles, oliendo su herrumbrado olor.

− Hola, los de adentro − les murmuraba a todas las casas, de todas las aceras− . ¿Qué hay esta noche en el canal cuatro, el canal siete, el canal nueve? ¿Por dónde corren los cowboys? ¿No viene ya la caballería de los Estados Unidos por aquella loma?

La calle era silenciosa y larga y desierta, y sólo su sombra se movía, como la sombra de un halcón en el campo. Si cerraba los ojos y se quedaba muy quieto, inmóvil, podía imaginarse en el centro de una llanura, un desierto de Arizona, invernal y sin vientos, sin ninguna casa en mil kilómetros a la redonda, sin otra compañía que los cauces secos de los ríos, las calles.

− ¿Qué pasa ahora? − les preguntó a las casas, mirando su reloj de pulsera− . Las ocho y media. ¿Hora de una docena de variados crímenes? ¿Un programa de adivinanzas? ¿Una revista política? ¿Un comediante que se cae del escenario? 

¿Era un murmullo de risas el que venía desde aquella casa a la luz de la luna? El señor Mead titubeó, y siguió su camino. No se oía nada más. Trastabilló en un saliente de la acera. El cemento desaparecía ya bajo las hierbas y las flores. Luego de diez años de caminatas, de noche y de día, en miles de kilómetros, nunca había encontrado a otra persona que se paseara como él. 


Llegó a una parte cubierta de tréboles donde dos carreteras cruzaban la ciudad. Durante el día se sucedían allí tronadoras oleadas de autos, con un gran susurro de insectos. Los coches escarabajos corrían hacia lejanas metas tratando de pasarse unos a otros, exhalando un incienso débil. Pero ahora estas carreteras eran como arroyos en una seca estación, sólo piedras y luz de luna. 

Leonard Mead dobló por una calle lateral hacia su casa. Estaba a una manzana de su destino cuando un coche solitario apareció de pronto en una esquina y lanzó sobre él un brillante cono de luz blanca. Leonard Mead se quedó paralizado, casi como una polilla nocturna, atontado por la luz. 

Una voz metálica llamó: 

− Quieto. ¡Quédese ahí! ¡No se mueva! 

Mead se detuvo. 

− ¡Arriba las manos! 
− Pero... − dijo Mead. 
− ¡Arriba las manos, o dispararemos! 

La policía, por supuesto, pero qué cosa rara e increíble; en una ciudad de tres millones de habitantes sólo había un coche de policía. ¿No era así? Un año antes, en 2052, el año de la elección, las fuerzas policiales habían sido reducidas de tres coches a uno. El crimen disminuía cada vez más; no había necesidad de policía, salvo este coche solitario que iba y venía por las calles desiertas.

− ¿Su nombre? − dijo el coche de policía con un susurro metálico. 

Mead, con la luz del reflector en sus ojos, no podía ver a los hombres. 

− Leonard Mead − dijo. 
− ¡Más alto! 
− ¡Leonard Mead! 
− ¿Ocupación o profesión? 
− Imagino que ustedes me llamarían un escritor. 
− Sin profesión − dijo el coche de policía como si se hablara a sí mismo.

La luz inmovilizaba al señor Mead, como una pieza de museo atravesada por una aguja. 

− Sí, puede ser así − dijo. 

No escribía desde hacía años. Ya no vendían libros ni revistas. Todo ocurría ahora en casa como tumbas, pensó, continuando sus fantasías. Las tumbas, mal iluminadas por la luz de la televisión, donde la gente estaba como muerta, con una luz multicolor que les rozaba la cara, pero que nunca los tocaba realmente. 

− Sin profesión − dijo la voz de fonógrafo, siseando− . ¿Qué estaba haciendo afuera? 
− Caminando − dijo Leonard Mead. 
− ¡Caminando! 
− Sólo caminando − dijo Mead simplemente, pero sintiendo un frío en la cara. 
− ¿Caminando, sólo caminando, caminando? 
− Sí, señor. 
− ¿Caminando hacia dónde? ¿Para qué? 
− Caminando para tomar aire. Caminando para ver. 
− ¡Su dirección! 
− Calle Saint James, once, sur. 
− ¿Hay aire en su casa, tiene usted acondicionador de aire, señor Mead? 
− Sí. 
− ¿Y tiene usted televisor? 
− No. 
− ¿No? 

Se oyó un suave crujido que era en sí mismo una acusación. 

− ¿Es usted casado, señor Mead? 
− No. 
− No es casado − dijo la voz de la policía detrás del rayo brillante. 

La luna estaba alta y brillaba entre las estrellas, y las casas eran grises y silenciosas. 

− Nadie me quiere − dijo Leonard Mead con una sonrisa. 
− ¡No hable si no le preguntan! 

Leonard Mead esperó en la noche fría.

− ¿Sólo caminando, señor Mead? 
− Sí. 
− Pero no ha dicho para qué. 
− Lo he dicho; para tomar aire, y ver, y caminar simplemente. 
− ¿Ha hecho esto a menudo? 
− Todas las noches durante años.

El coche de policía estaba en el centro de la calle, con su garganta de radio que zumbaba débilmente. 

− Bueno, señor Mead − dijo el coche. 
− ¿Eso es todo? − preguntó Mead cortésmente. 
− Sí − dijo la voz− . Acérquese. − Se oyó un suspiro, un chasquido. La portezuela trasera del coche se abrió de par en par− . Entre
− Un minuto. ¡No he hecho nada! 
− Entre. 
− ¡Protesto! 
− Señor Mead... 

Mead entró como un hombre que de pronto se sintiera borracho. Cuando pasó junto a la ventanilla delantera del coche, miró adentro. Tal como esperaba, no había nadie en el asiento delantero, nadie en el coche. 

− Entre. 

Mead se apoyó en la portezuela y miró el asiento trasero, que era un pequeño calabozo, una cárcel en miniatura con barrotes. Olía a antiséptico; olía a demasiado limpio y duro y metálico. No había allí nada blando. 

− Si tuviera una esposa que le sirviera de coartada... − dijo la voz de hierro− . Pero... 
− ¿Hacia dónde me llevan? 

El coche titubeó, dejó oir un débil y chirriante zumbido, como si en alguna parte algo estuviese informando, dejando caer tarjetas perforadas bajo ojos eléctricos. 

− Al Centro Psiquiátrico de Investigación de Tendencias Regresivas. 

Mead entró. La puerta se cerró con un golpe blando. El coche policía rodó por las avenidas nocturnas, lanzando adelante sus débiles luces. 

Pasaron ante una casa en una calle un momento después. Una casa más en una ciudad de casas oscuras. Pero en todas las ventanas de esta casa había una resplandeciente claridad amarilla, rectangular y cálida en la fría oscuridad. 

− Mi casa − dijo Leonard Mead. 

Nadie le respondió. 

El coche corrió por los cauces secos de las calles, alejándose, dejando atrás las calles desiertas con las aceras desiertas, sin escucharse ningún otro sonido, ni hubo ningún otro movimiento en todo el resto de la helada noche de noviembre.

Fin

lunes, 3 de febrero de 2014

El Estado Ciclista... puede ser tuyo

Hoy nos ha llegado una invitación para financiar una iniciativa de crowfunding, esa fórmula mágica por la cual mucha gente anónima puede ayudar a hacer realidad una iniciativa a través de múltiples microaportaciones. El proycto en cuestión se trata del desarrollo de una app para smartphones, ese alien que la mayoría llevamos en el bolsillo y que nos está haciendo tan potentes como dependientes.

Bajo el nombre de RiderState la aplicación es un juego social y un reto personal para ciclistas cuyo objetivo es demostrar quién pedalea más por su territorio para hacerse el "gobernador" ciclista del mismo. La app registra todos tus recorridos y sus estadísticas relacionadas y con ellas forma el historial de cada jugador que después compara con el de sus rivales para saber quién es el que manda.



Todo bien armado, bien presentado y comercializado a nivel planetario como un producto que puede servir para cambiar los hábitos a través de incentivar el uso de la bicicleta en vez del del coche en espacio urbano. Un juego ciclista, un juego de movilidad sostenible, un juego para enganchar a la gente en la desmotorización, una idea interesante. Y no han escatimado en medios para lanzarlo. Videos, camisetas, fiestas, colaboraciones y mucho, mucho internet. Impecable todo.



Tienen la campaña abierta hasta el próximo, inminente 7 de Febrero y tú puedes ayudarles a hacer este proyecto realidad.

Un producto que adolece un tanto de la subculturalidad que goza la bicicleta en nuestro país, de la marginalidad ilusionada de quien ha descubierto recientemente la bici como lo panacea o algo así. Muy entrañablemente masculino y madrileño todo ello.


Ayúdales... si quieres.

domingo, 2 de febrero de 2014

Ahora va a resultar que Volkswagen significa movilidad sostenible

Como BMW, Honda y otras marcas punteras, la industria del automóvil se ha puesto ya hace tiempo a adulterar el discurso de la sostenibilidad y del ambientalismo para vender más coches. Teniendo en cuenta que es la industria comercializadora más potente del planeta y que está en eminente recesión a nadie le extrañará que trate de identificar las tendencias emergentes para fagocitarlas y regurgitar su versión pervertida y perversora y así vender más de sus productos.



En la ciudad donde vivimos, Pamplona, manda, entre otros, la Volkswagen. Quedaba constatado hace unas semanas en un editorial que lo decía a las claras: es la vaca sagrada de la economía navarra, el motor de nuestra riqueza, de nuestro bienestar, de nuestro desarrollo y la esperanza de nuestro futuro... o al menos eso es lo que nos quieren hacer ver.

Aunque estaríamos dispuestos a tragarnos todos sus humos con ejemplar sumisión y nadie a este lado del Ebro osaría criticar a quien le da de comer, la prepotencia y el paternalismo propio de las grandes industrias multinacionales les obliga a hacer demostraciones públicas de su benevolencia y de su contribución incuestionable a la sociedad donde se asientan y, ya de paso, a su entorno.



Es el caso de la Volkswagen. Si a nivel mundial ha lanzado su mensaje de respeto al medio ambiente gracias a innovaciones tecnológicas que reducen la contaminación y minimizan el consumo energético, últimamente tienen una especial fijación en las bicicletas ya que se han debido dar cuenta de que transmiten todo lo que la mercadotecnia busca: una imagen fresca, amable, respetuosa, sana, limpia, moderna, atractiva y, por qué no, feliz.

O casi mejor... bicicleta

Hace tiempo que el monstruo alemán dijo dar con la solución a la movilidad urbana, cuando nos presentó su "bicicleta" eléctrica plegable. "Bicicleta" entre comillas porque no tenía pedales, por lo cual deberían haberla presentado como un ciclomotor, pero ellos ya sabían lo que exigía el guión y lo que marcaba la tendencia. La juventud en el mundo desarrollado ya no quiere coches y, mientras que los americanos prefieren tablets o smartphones, en Alemania prefieren bicis. Así pues, bicis o sucedáneos de bicis. Luego ya fue toda una gama.



En nuestra ciudad agradecida, la Volkswagen lidera hasta la Semana de la Movilidad Sostenible, en la que los ciudadanos y ciudadanas reconocen con una peregrinación en bicicleta la contribución inigualable que hace la factoría automovilista a la movilidad y recorren la ciudad hasta meterse en sus fauces y circular alegremente donde, hasta ahora, las bicicletas no podían llegar (a menos que fueran las bicicletas que usan algunos operarios para moverse por dentro de la fábrica).

Digo hasta ahora porque hoy se puede comprobar en la contraportada del mismo periódico (ese que demostraba la necesidad irreemplazable de esta industria) que la magnanimidad de esta compañía no conoce límites y no han tenido pudor en becar por cuatro meses a dos estudiantes de arquitectura de la Universidad de Navarra para que desarrollaran su proyecto de hacer un carril bici hasta el interior de la ciudad industrial. Algo que vienen reclamando algunos de sus empleados, lo pocos que osan ir en bicicleta a trabajar, con la negativa como respuesta invariable.

La magia mediática, el lobbismo y la mercantilización sublime de todo ello vende mucho más que atender las demandas laborales de unos cuantos pirados. No sé que será lo siguiente, pero seguro que no hacen caso de los postulados de las personas que llevan años dedicándose a esa valiosa labor de fomentar la educación vial y la movilidad sostenible en el Parque Polo, un centro que se aloja dentro del recinto blindado de la misma factoría y que cuando no se usa para eso sirve de pista de carreras para karts y minimotos.


Algunos hasta ahora pensábamos que el sueño nazi llamado  "Volkswagen" significaba algo así como "el coche del pueblo", el utilitario, el paradigma de la movilidad, el fundamento de la hipermotorización doméstica, el origen de los problemas de la congestión, de la contaminación, de la sobreocupación y de la violencia vial de nuestras ciudades, pero va a ser que no, que estábamos equivocados. Ahora va a resultar que "Volkswagen" significaba movilidad sostenible y, como nos despistemos, va a significar también bicicleta y al final también felicidad.

No hace falta que te lo creas, es así... y, si no, se cambia la historia y punto.