miércoles, 28 de agosto de 2013

Ya está, ¿y ahora qué?

Hace unos días una chica, después de haber estado echando un vistazo a unas cuantas bicis, me hacía una pregunta comprometida.

- ¿Por qué en esta ciudad las bicicletas andan por las aceras?

Buena pregunta, sin duda. Evidente pero buena. Más para un ciudadano que pelea por que eso no sea así. Más en una ciudad donde la cosa reviste una gravedad inquietante.

La respuesta, como cabe imaginar, fue contundente:

- Pues porque ha habido demasiada gente interesada en que eso suceda así.

Estaba dispuesto a dejarlo ahí, ya son demasiadas conversaciones, demasiadas explicaciones, pero a ella no le pareció suficiente.

- Ya, es que yo vengo de otra ciudad y allí la gente anda por la carretera…

Tentado por indagar su procedencia, me contuve y me callé. Pero ella prosiguió.

- … y esto me parece una locura, y un atropello para los peatones ¿a ti no?

Aquí es donde ya no pude evitarlo y desaté mi demonio particular. El falso fomento de la movilidad sostenible, la difusión interesada del miedo al tráfico, las "facilidades" habilitadas invariablemente en plataformas peatonales, la bicicleta instrumentalizada y desnaturalizada a capricho de políticos pusilánimes y populistas, la indolencia general, la colaboración necesaria de las asociaciones cívicas irresponsables, la estupidez colectiva… nada nuevo.

La cosa no nos llevó más de un par de minutos o tres pero fue intensa y, por qué no, interesante. Al final, la chica se despidió diciendo:

- Así la bicicleta no funciona… y, por cierto, tenéis una tienda muy chula. De verdad.

De acuerdo en todo, pensé en un ataque de falsa modestia, pero la cabeza no dejó de hervirme.



¿Qué va a pasar ahora?

Pensé. Ahora que habéis conseguido echar literalmente a las bicicletas de la calzada, deslegitimar a los ciclistas que aún nos empeñamos en circular por ella como si fuera peligroso y hasta antinatural, empoderar más todavía al coche, como si hiciera falta, ¿ahora qué?

¿Qué va a pasar ahora que cada vez hay más personas andando en bicicleta por las aceras? ¿Qué va a pasar con la escalada de violencia vial que se está produciendo de un tiempo a esta parte en las plataformas peatonales? ¿Qué va a pasar con esos espacios de naturaleza anárquica y calmada ahora que han sido sistemáticamente invadidos por las bicis, y muchas veces con actitudes chulescas?

No tengo respuesta para todas estas preguntas, pero me temo que tampoco la tienen quienes tienen el mandato de velar por el interés común de la ciudadanía, sean electos o autoproclamados.

Lo que sigue turbando mi mente calenturienta es la sospecha de que todo esto, que visto desde fuera parece una deriva incontrolada, responde a una estrategia perfectamente pergeñada y orquestada desde los poderes fácticos, esos que operan desde la sombra pero que mandan más que los que salen en los periódicos.

viernes, 23 de agosto de 2013

Nos falla la tribu

Podemos tener un montón de infraestructuras, podemos escribir un montón de normas, podemos tener policías en cada esquina vigilando por que se cumplan, podemos confinar a nuestros menores en centros de adiestramiento y hacerlos expertos en cualquier cosa, podemos hartarnos de discutir con argumentaciones brillantes, podemos afanarnos por tener grupos de influencia más o menos poderosos, pero hemos perdido lo principal para conseguir que nuestra convivencia, nuestra sociedad, nuestro mundo empezando por nuestra calle, nuestro barrio, nuestra ciudad sean más amables y más confiables: hemos perdido la tribu.

La tribu

Ese ente más o menos concreto y más o menos organizado, pero invariablemente compuesto por personas, Personas con mayúscula que la reconocen y se reconocen en ella. Ese grupo de personas donde lo más importante es lo que no está escrito y cuyas relaciones se basan en la confianza y el respeto, más que en el miedo. Esa tribu en la que los mayores se merecen el reconocimiento por el mero hecho de serlo y en la que los débiles cuentan con la protección de todos sin excepción. Esa tribu en la que cualquiera puede reprenderte por transgredir una de esas leyes no escritas y en la que, cuando eso pasa, tú sabes reconocer que efectivamente estabas fuera de juego y aceptas el aviso.


El mundo cruel

Hoy no. Hoy y aquí la tribu ha desaparecido y sólo cuenta el individuo, al que hemos inculcado una buena dosis de miedo y luego hemos conseguido que se blinde frente a él, al que hemos alimentado con falsas promesas de éxito, confort, posición o trascendencia a base de aislarlo y ponerlo en competencia con los demás, con sus semejantes, hasta convertir a cada individuo en un pequeño monstruo para ellos. Hemos escrito leyes y hemos llenado la calle de vigilantes para hacerlas cumplir. Y es esto lo que hemos conseguido: un mundo impersonal y despersonalizado, que nos mantiene amedrentados en nuestras jaulas de oro.

Hoy en día, lo mejor que te puede pasar cuando pides a alguien que recoja el envoltorio que ha tirado, que no ande en bicicleta por la acera, que deje de mear en la puerta del portal de tu casa, es que te dirijan una mirada despreciativa o que te digan que te metas en tus asuntos.

Así no vamos a ninguna parte. Así no vamos a conseguir nada. Porque siempre va a haber un estúpido, siempre va a haber un capullo que lo va a echar todo por tierra.

Basta de lamentaciones

Pero el problema no acaba con lamentarse. Nunca las lamentaciones han resuelto ningún problema. Esto hay que volver a montarlo. Porque ya nos estamos dando cuenta de que no funciona, de que nos han disgregado para tenernos dispersos, aislados, desasistidos y temerosos, impotentes, y esto se ha convertido en una merienda de negros.

Así pues, hay que volver la vista a nuestro entorno inmediato, empezando por la familia ampliada, por nuestras relaciones de confianza, para volver a montar una tribu que se respete a sí misma. Sólo así podremos construir un mundo mejor. Más cívico, más empático, más sociable, más entrañable, más seguro, más divertido, más humano. Un mundo donde los niños vuelvan a jugar en las calles.

Gracias a Melilla ConBici por la inspiración.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Los seguros no aseguran la inseguridad ciclista

De hecho lo que les interesa es que cada vez haya más accidentes. Lo que pasa es que saben venderlo. Vender lo de que la bicicleta es peligrosa y demostrarlo con hechos, con datos agregados. Las estadísticas de accidentes son para las aseguradoras auténticas campañas publicitarias. 

Ahora hay varias de esas siniestras empresas empecinadas en vender seguros a los ciclistas, para regocijo del grupo de influencia que protege los intereses del automóvil. Claro. Como parte integrante de esa apisonadora del sistema que es el lobby automovilístico, colabora de manera interesada (ese es el fin del lobby) para presentar los datos relativos al incremento de accidentes ciclistas así en bruto, que es como más impresionan, para argumentar su necesidad (y de paso la necesidad de que las cosas sigan por este camino, el bueno).

Esto ya sería en sí mismo suficiente para merecer un comentario reprobatorio, pero lo que hay detrás de esta maniobra (piensa mal y acertarás) es la manera de inculpar e incriminar a los ciclistas en sus propios accidentes, aunque en la mayoría de ellos participen solamente como víctimas. La concurrencia de culpas al no ir protegido por un seguro, por un casco o por lo siguiente que se les antoje, servirá para disminuir la responsabilidad del automovilista y, seguramente, para reducir también sus penas e indemnizaciones. Magistral. Para muestra un botón.

¿Venderían las aseguradoras seguros para actividades que fueran realmente inseguras?

Pero, aunque todo esto sea repulsivo (lo de vender miedo más que lo de tratar de colocarnos otra póliza que es legítimo) lo que debe resultarnos sospechoso es que las aseguradoras no hayan calculado el riesgo que asumen con esta maniobra. O lo que es lo mismo ¿quién se metería a vender seguros en los que la probabilidad de indemnizar fuera muy alta? Pues eso, precisamente eso es lo que nos hace deducir que las aseguradoras han calculado: que el riesgo de accidentarse en bici, aunque muy publicitado, es realmente bajo comparado con el número de usuarios, incluso con las facilidades para el accidente que se han implementado en nuestras ciudades en los últimos años. Por eso es un negocio.

Así pues, los seguros no garantizan la seguridad del ciclista pero tampoco demuestran su inseguridad, más bien al contrario. Lo que sí hacen es intentar incrementar la sensación o la percepción de inseguridad (mientras no cuentes con una de sus pólizas) y eso va calando en el público en general y es ahí donde tienen mucho que ganar.

Mientras tanto, el ABC de Sevilla dedica un buen espacio a mostrar los resultados de la que probablemente sea la ciudad con más siniestralidad ciclista de este país, de paso que hace una apología del casco. ¿A quién va dirigida esta noticia?¿Qué trata de mostrar o de demostrar? Que cada uno saque sus conclusiones.

lunes, 19 de agosto de 2013

Si los conductores muertos soplaran, la mitad daría positivo

Tremenda la noticia que se publicó el otro día en la prensa y que en su momento y acompañada del resto no resultaba en absoluto sorprendente. Pues sí, el 47,32 por ciento de los conductores fallecidos en accidente de tráfico en carretera durante el año pasado dio positivo por consumo de alcohol, drogas o psicofármacos, según la memoria del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF). Macabro el trabajo de esta gente, pero sin duda necesario porque resulta revelador.

Es fácil emitir opiniones sobre las causas de la peligrosidad en el tráfico. Velocidad, imprudencias, descuidos, falta de atención... pero la influencia del alcohol y en menor medida de otros psicotrópicos es devastadora para sus propios consumidores, si luego se ponen a conducir un vehículo. No digamos para el resto de los que se encuentren en su camino.

El perfil de los conductores muertos tampoco sorprende: más de 3 cuartas partes eran hombres e iban bien bebidos, en su inmensa mayoría cuadruplicaban la tasa permitida. Aquí es donde la cosa chirría un poco más, sobre todo porque todos sabemos reconocer en ello un modelo sociocultural demasiado arraigado en nuestro entorno.


Los peatones también

Lo malo de esta estadística es que, de entre las víctimas, los peatones arrojaban las mismas proporciones de alcoholemia. Ahora bien, aunque es triste, no se puede comparar la gravedad de una y otra, como de las infracciones que se cometen por unos y por otros bajo los efectos del alcohol.

Esto es obvio para todo el mundo, menos para la DGT, la Dirección General de Tráfico, que entre sus novedades normativas quiere introducir los controles de alcoholemia también a los peatones, al menos a los que infrinjan las normas de circulación y no solo a aquellos que sean víctimas o copartíSicipes de un siniestro. Habrá que saber si andar borracho por una acera bici también cuenta, porque entonces están averiados. O estamos. Por cierto que, parece ser, que estas infracciones costarán también una buena pasta y unos puntos del carnet de conducir siempre que se tengan y que se viva para contarlo.

Ahora bien, lo realmente preocupante de todos estos datos es la incidencia que tiene el alcohol en nuestras muertes (y no digamos en nuestras vidas). Tanto o más que la conducción de coches sin motivo justificado. ¿Hasta cuándo vamos a seguir dando cobertura a estos hábitos mortales? Más con el efecto multiplicador que provoca su adición (y su adicción, también).

Si puedes, no bebas. Si bebes, no conduzcas. Si conduces bebido, eres un malnacido.

jueves, 15 de agosto de 2013

"Yo voy a seguir siendo un capullo"

"Me da igual lo que hagáis y lo que dejéis de hacer. No voy a cambiar nada y vosotros no vais a cambiarme a mi. Seguiré haciendo lo que me de la gana. Vaya en coche, a pie, en bici o en lo que quiera. Me da risa todo vuestro rollo ese del respeto, de la sostenibilidad y tal. Dais pena. Si me salto un semáforo, un paso de peatones, ando en bici por la acera, me pongo borde con algún imbécil o cruzo sin mirar es mi problema y el de nadie más. Yo correré con las consecuencias, no vosotros. Gracias por el intento, pero no ha servido".

Igual no así de literal, pero mucha, mucha gente todavía está en esa perspectiva en el asunto de la movilidad, por mencionar uno."Si no me pillan, me lo paso todo por el mismísimo..."


Esta es probablemente la cuestión más importante por la cual no podemos conquistar mejores niveles de seguridad, respeto o pura educación vial, por no decir civil, en nuestro entorno y por lo cual asuntos como el de la movilidad, entre otros, se hallan anclados en el siglo veinte. Estamos rodeados de una partida de desaprensivos que no piensan más que en su ombligo, en su interés, en su ventaja y se las apañan para acomodar todo su entorno a su estilo.

Estúpidos envalentonados en movimiento, que ponen patas arriba, con su sola intervención, todo el juego de la convivencia y, además, la sensación de seguridad que produce. Da igual que anden en bici, a pie, en coche, en moto, que conduzcan un bus, un tren o un avión. Lo echan todo a perder con su participación, son nefastos para los demás.

La pregunta es ¿qué hacer con ellos?

miércoles, 14 de agosto de 2013

Usando la calle

La calle, el espacio común, admite múltiples usos, de hecho, está para usarla. Para vender, o al menos intentarlo, para desplazarse, para divertirse o, simplemente, para estar estando. La calle recoge los deseos y los intereses de las personas cuando están fuera de sus casas, sus espacios privados. La calle es el espacio público, aquel que es de todos y de nadie a la vez. Es ese espacio donde suceden las cosas, donde se producen muchos encuentros y algún que otro desencuentro.

La calle no es tuya

Y tampoco mía. Es nuestra. Es el lugar para compartir, para convivir o, cuando menos, para concurrir. Y esa concurrencia es la que debe modularse y la que debe estar presidida por el respeto. Por la comprensión de lo que está haciendo el prójimo. Sólo si somos capaces de entender lo que están haciendo las personas que nos encontramos en la calle seremos capaces de hacer comprender qué queremos hacer nosotros en ella. Da igual lo que sea: pasear, jugar, circular, aparcar, comprar, vender o simplemente estar.


La calle no es privativa

Mal que le pese a muchos. Es un bien comunitario, un bien escaso que es necesario compartir de la manera más satisfactoria posible para responder a los deseos de los que la usan. La calle debería regirse por el entendimiento y por el interés general, priorizando en aquellos usos que sean beneficiosos para más personas.Si fuera así no harían falta normas, códigos o reglamentos. Nunca debería estar presidida por la prisa, por la prepotencia o por la violencia de algunos de sus usuarios, nunca debería haber sido ocupada prácticamente en su totalidad para que unos cuantos (siempre minoría) se sirvan de ella casi en exclusividad para circular y aparcar sus automóviles privados y privativos.

La calle no es de los automóviles

Pero así ha sido y esa es la calle que nos encontramos en la inmensa mayoría de los casos. Son raras las calles donde este orden de cosas se ha cambiado y se han devuelto a las personas. Lo más extraño de este proceso es que, cuando se ha planteado, siempre se ha hecho con la oposición de las personas, de algunas personas, normalmente vecinos y comerciantes, que han entendido que la calle era un bien privativo de ellos y que tenían un derecho sobre ella que la hacía prácticamente discrecional.

La calle no está para parcelarla

Ahora, en la modernidad alucinante en la que nos hayamos inmersos, unos cuantos, enarbolando el estandarte de la movilidad sostenible, han pensado que eran acreedores de un espacio exclusivo en esa calle, tratando de emular las conquistas que el automóvil había hecho hasta nuestros días y han exigido que la calle se parcele, para darles una parcela a ellos. Una raya que delimite su espacio de dominio, su privilegio.

Lo que no entienden esa partida de ilusos es que, salvo contados casos de calles sobredimensionadas para la circulación y sólo en determinadas circunstancias que merecerían un estudio detallado, la mayoría de las calles no admiten parcelaciones y que es necesario convivir en ellas de la mejor manera posible y eso sólo se hace desde el respeto y el respeto no se consigue con rayas pintadas en el suelo. Ni mucho menos.

martes, 13 de agosto de 2013

Cambiar el miedo por respeto

Nos hemos acomodado a la lógica del miedo. No es extraño porque el miedo es muy rentable para muchas personas y sobre todo para muchos grupos de poder. Inculcar miedo es la mejor y más irracional forma de mantener a la gente atenazada, expectante, ansiosa por que se lo calmen con cualquier remedio. El miedo es el arma más potente y el poder lo sabe y lo ejerce.

Nos han metido el miedo hasta las entrañas, que es donde mejor se acomoda, y así han conseguido que evitemos pensar, que no atendamos a la lógica, que seamos incapaces de discernir. Porque el miedo no nos deja.

Nos luciría de otra manera el pelo si en vez de habernos dejado vencer por el miedo, hubiéramos sido capaces de fundamentar los cimientos de nuestras relaciones sociales en el respeto. Respeto, que no obligación u obediencia.


El respeto nace del reconocimiento y la aceptación del otro como un individuo pleno ante el que debemos profesar una consideración en el objetivo de que dicha consideración sea mutua, recíproca. Así pues, el respeto parte de una visión empática de la dignidad y de una necesidad de reconocer para ser reconocido. Es una óptica mucho más ética y un fundamento mucho más sólido que el del miedo si lo que buscamos es la convivencia y el entendimiento.

Es ahí donde debería estar el quid de la cuestión en cualquier aspecto social que contemplemos. Es ahí donde debería estar el quid de la cuestión en la movilidad, en la circulación, en el tráfico, en el desplazamiento de personas. Si fuéramos capaces de reconocer que no hay automovilistas, ciclistas, peatones o motoristas, hay personas.

El respeto a las personas no se fundamenta en ninguna ley escrita, no hace falta una normativa, ni una policía que vigile su cumplimiento. Porque el respeto es una manera de entender las relaciones humanas, donde las personas, cada persona es lo más importante y lo más incuestionable.

Lo que pasa es que el respeto no se imparte ni se reparte (como el miedo), el respeto se inculca y se merece, hay que conquistarlo, hay que ganárselo y es ahí donde tenemos una carencia fundamental. Hemos perdido el valor del respeto hacia las personas y hacia todo lo demás y es por eso por lo que nos hemos dejado vencer por el miedo y por lo que ahora necesitamos normas que establezcan rayas de las que no pasarnos y vigilantes que nos obliguen a cumplirlas y nos castiguen cuando no lo hagamos.

Es así de lamentable. Y también es así de grave, porque es una dinámica muy difícil de cambiar. Para recuperar el respeto vamos a necesitar varias generaciones, para perderlo ha bastado con una.

viernes, 9 de agosto de 2013

A los ciclistas nos quieren pingüinos

Idénticos, inocentones, patosos, en fila de a uno, dóciles y ordenados, con casco y con chaleco reflectante. Circulando por los "carriles pingüino", esos por los que no se puede correr, adelantar ni girar, por los que no se puede circular libremente. A ser posible en "bicis pingüino", esas torpes e idénticas bicicletas públicas en las que se marcha cansinamente.

Por lo visto les molesta que revoloteemos alegremente como mariposas o pajarillos, circulando a diestro y siniestro entre sus vacas sagradas, los coches. No pueden soportar nuestra fragilidad, nuestra ligereza, nuestra agilidad. No les gusta que nos colemos en los atascos, que nos escurramos entre su pesado tráfico alegremente. No nos quieren en medio de sus carriles, porque creen que los ralentizamos y les gusta bufar y berrear a golpe de acelerador, como si les persiguiera el diablo.

Y por eso nos quieren castigar y nos quieren imponer su norma. La que nos orilla, la que nos confina en carriles bici, la que nos obliga a calzarnos un casco y ¿por qué no? también un chaleco reflectante, porque no hay armadura disponible en el mercado homologada.

La imagen es más que elocuente: el Alcalde de Málaga, la Directora General de Tráfico y todo su séquito, marchan en formación por el carril bici a bordo de las recién estrenadas bicis públicas ante la mirada atónita de unos peatones a los que, por supuesto, no les ceden el paso pese a que está perfectamente marcado. Soberbio. Ejemplar.

miércoles, 7 de agosto de 2013

La estupidez del ciclista peatonal

Llevamos unos cuantos años, demasiados, presenciando la invasión sistemática de las aceras por parte de ciclistas que, aduciendo miedo al tráfico motorizado, han decidido ignorar la ley y ocupar los espacios reservados para los peatones para circular en bicicleta.

Desde siempre los ciclistas se han valido de las aceras como escapatorias o atajos, para evitar puntos especialmente conflictivos o itinerarios con circunvalaciones exageradas. Hasta ahora esto se hacía con la conciencia de que se estaba trasgrediendo la ley y molestando a las personas que ocupaban esos espacios con pleno derecho, pero de un tiempo a esta parte la cosa ha cobrado un cariz distinto.

Si hasta hace unos años al ciclista trasgresor se le pillaba en renuncio, éste se disculpaba y asumía su infracción de la mejor manera posible (aunque siempre haya habido excepciones deshonrosas) pero nunca osaba contestar o ponerse chulo, porque sabía que estaba fuera de lugar y eso quedaba, como mucho, reservado para las disputas en la calzada.

Mal de muchos...

Lo que pasa ahora es que ha habido un incremento tan importante de ciclistas noveles, alentados por campañas y con la connivencia de las autoridades, que las aceras han pasado de ser un refugio excepcional a convertirse en el lugar habitual de circulación para muchos. Es comprensible el interés de muchas personas en no compartir el lugar natural de circulación de estos vehículos que es la calzada, porque, por un lado, protege a todos esos que han elegido la plataforma equivocada para circular y, por otro, porque preserva la calzada de manera más exclusiva para los automóviles. La decisión de implementar muchas de las vías ciclistas en aceras no ha hecho más que empeorar el panorama.

Ciclista "corriendo" en el encierro de Estella de ayer (ver noticia)

Pero el colmo de esta situación lo representa la actitud prepotente que, de manera creciente, muchos “ciclistas peatonales” exhiben para con sus vecinos. Descaro, intimidación, chulería y hasta enfrentamiento directo, no son señales de otra cosa que de la estupidez que rodea todo este proceso de promoción de la bicicleta en el que estamos envueltos y que de alguna manera les asiste en su sinrazón, policías municipales incluidas obviando el cumplimiento de la ley.

No sé cuánto más vamos a ser capaces de soportar y consentir esta situación de irresponsabilidad colectiva y de falta de respeto, pero cuanto más tiempo pase, más grave se hará y más difícil de recomponer.

martes, 6 de agosto de 2013

La bicicleta ¿vehículo preferente?

Todavía resuenan con estruendo los ecos de la gran conquista lusa en el camino de la normalización de la bicicleta como vehículo de pleno derecho al hacerse con una nueva normativa que así la presente y la defiende. Con naturalidad.

Fruto, sin lugar a dudas, de una sociedad civil organizada, adulta y determinada, cuyos argumentos se apoyan en cuestiones fundamentales: en la necesidad de reconocer a la bicicleta como un vehículo más en la calle, más vulnerable que otros, pero vehículo en definitiva. Sin medias tintas, con pulso firme y evitando las excepciones para buscar la regla. Porque el Gobierno portugués, como está tratando de hacer el español, había propuesto una norma que marginaba extraordinariamente a los ciclistas y los relegaba a meros comparsas en una ordenación vial claramente orientada al automovilista.

Repasando las actuaciones y las campañas de nuestra sociedad civil, representada fundamentalmente por la Coordinadora ConBici por ser la que más asociaciones aglutina, encontramos que su campaña fundamental se ha centrado en la lucha contra la obligatoriedad del casco, dejando pasar cuestiones tan centrales como el modo de circular en la calzada o la permisividad en la circulación por las aceras.

Sin embargo, después de unos cuantos varapalos recibidos de fuera y de dentro de sus filas, ConBici decidió dar un giro, que a sus dirigentes se les antojó como decisivo, para defender la Ciudad 30, esa en las que las calles de un solo carril por dirección estarán limitadas a esa velocidad, curiosamente un poco después de que la DGT hiciera mención a esa posibilidad. Y se vistieron de defensores de la calzada, después de haber estado muchos años emperrados en vender miedo y en que lo mejor para los ciclistas era huir del tráfico y refugiarse en carriles bici (aunque fueran pésimos y obligatorios). De sabios es cambiar de opinión.


Cuando la DGT que estaba en los cielos y cuyo nombre santificaban, porque los sentaba a su mesa para hacerles creer que les escuchaba, decidió mostrar sus garras a nuestros representantes se les ocurrió la idea de plantarle cara y presentarle sus armas en forma de documento, acompañado por este video.



Y es aquí donde la cosa alcanzó toda su amplitud y nos desveló que entendía esta gente como los derechos de los ciclistas. Lo que descubrimos, además de mucha mojigatería, es que las demandas de lo que se autodenomina la voz legítima del colectivo ciclista urbano y cicloturista no recogen más que una serie de excepcionalidades y se olvidan de la cuestión central: el derecho a circular por el viario y el respeto debido cuando lo hagan, además de su obligación de cumplir las normas.

Así nos muestran casos excepcionales como son la circulación contrasentido, la posibilidad de saltarse semáforos de regulación peatonal o la necesidad de circular por "espacios peatonales" y para hacerlo se sirven de una presentación del ciclista cándida, por no decir ñoña. Y luego se amparan en que en otros países más desarrollados, estas excepcionalidades están contempladas y obvian todo lo demás que ocurre en esos mismos países.

Sin embargo, cuando eludimos tratar las cuestiones centrales, las que atañen al derecho inviolable de circular  con naturalidad por el viario, a la necesidad de respetar las distancias de seguridad tanto de circulación como de adelantamiento, a la exigencia de reducir la velocidad de circulación sobre todo en las intersecciones y a observar un respeto escrupuloso a los más vulnerables, empezando por los peatones, todo esto se queda en algo casi estúpido.

El problema, el gran problema en ConBici, que la DGT y cualquiera un poco despierto no ha pasado por alto, es que esta gente no quiere molestar al todopoderoso tráfico motorizado, no quiere cambiar el orden de las cosas y no quiere soliviantar a nuestros gobernantes, porque se conforman con las migajas. Les basta con tener unos pasillos para circular exhibiendo prepotencia, les basta con poder subir sus bicis en el tren, les basta con poder hacer unos cuantos contramanos y con poder utilizar las aceras.

Eso señores y señoras de ConBici, señores y señoras de la Mesa Nacional de la Bicicleta y, sobre todo, señoras y señores en general no son más que tonterías, cuestiones marginales, excepcionales. Lo importante es comprender qué significa que la bicicleta sea un vehículo y qué exige, tanto para sus usuarios como para el resto de los mortales. Si no se respeta eso, se cae, como ha caído ConBici, en trivializar la bicicleta y presentarla como algo extraordinario. Nuestros vecinos los portugueses han comprendido eso y le han visto las orejas al lobo, al mismo lobo que aquí nos amedrenta, y han decidido domesticarlo y priorizar en la construcción de un orden social basado en el respeto y no en el miedo.

Del casco, por cierto, ni mención.

viernes, 2 de agosto de 2013

Portugal pedalea más cerca de Europa que España

Triste pero cierto. O no tan triste. Lo bueno de las situaciones descabelladas es que se hagan ridículas y que su excepcionalidad las presente como fuera de juego. Es lo que le pasa a este país de pandereta con muchas cosas, entre las que se cuenta su normativa de circulación. Mientras Portugal celebra una conquista histórica, después de haber sufrido durante demasiados años un retraso histórico en lo que respecta a la ley de la calle, va España o sus excelsos gobernantes y se marcan, o se quieren marcar, un tanto retrógrado.

Así, mientras en Portugal la bicicleta consigue un reconocimiento histórico como vehículo de pleno derecho en la calzada, gracias sin duda al empeño de la presión social encabezada por la Federaçao Portuguesa de Cicloturismo e Utilizadores da Bicicleta (FPCUB) y la Associaçao pela Mobilidade Urbana em Bicicleta (MUBi), aquí nos regalan nuestros mandamases en pleno calor del verano un anteproyecto de Ley que vuelve a reincidir en colocar a ciclistas y peatones en la picota y ver cómo se les puede derribar.


Es penoso ver cómo en nuestro país vecino por excelencia, donde ni siquiera estaban contempladas concesiones como la de circular en carretera en pareja o la obligación de adelantar manteniendo una distancia de seguridad mínima de metro y medio, que aquí hace años que se habían conseguido, son capaces de dar dos pasos adelante y reconocer el derecho de los ciclistas de ocupar un espacio suficiente para circular, de utilizar remolques y bicicletas de carga por la calzada o de poder ignorar la existencia de una ciclovía contigua por tener reconocido el derecho preferencial de uso de la calzada, y aquí nuestros gobernantes se jacten de haber logrado hacer obligatorio el casco para los menores de edad o poder someter a controles de alcoholemia a los peatones.

No sé si merecemos lo que tenemos y lo que nos espera, visto lo visto, pero la buena nueva que nos llega desde Lusitania debería ilusionarnos y cohesionarnos cada vez más para conseguir lograr el reconocimiento de la bicicleta como un vehículo digno y recomendable, en vez de andar dando tumbos respecto a la necesidad de invadir aceras o de hacer contramanos. Por cierto, en Portugal por las aceras sólo se podrá circular hasta los 10 años.

Cultura de la Bicicleta con mayúsculas

Pero hay temas de mayor calado en la ley que acaba de aprobar apenas hace unos días el Parlamento portugués. Hay toda una carga conceptual de un nivel ciclocultural realmente elevado que subyace en el texto de su Código da Estrada y que ha sido alumbrada por gente de primera división en esto de sentar las bases para un buen desarrollo ciclista. Conceptos como el de "usuarios vulnerables" de la calle, como el de "preferencia incondicional" en los cruces y rotondas, como el de "diseño urbanístico inclusivo" en zonas de coexistencia, como el de la "obligación de reducir la velocidad" por parte de los automovilistas ante la presencia de ciclistas o peatones. La verdad es que merece la pena echarle un vistazo al documento.

Esto señoras y señores de la bicicleta de este país no es el fruto de una pataleta cívica o de una campaña unidireccional como la que han planteado las organizaciones de este país contra el maldito casco. Por cierto, del casco ni mención en la ley portuguesa. Esto es un trabajo que tiene una trayectoria y una enjundia realmente encomiables. Bien trazado, bien madurado, bien peleado y bien rematado. De verdad, parabéns Portugal! A ver si aprendemos.