domingo, 30 de septiembre de 2012

Incentivar el uso del coche

En agarrarnos con fuerza a un clavo ardiendo es en lo que parece que se está convirtiendo este tránsito increíble entre la vorágine y la debacle de este sistema moribundo. O al menos así están tratando de explicárnoslo como única opción posible. Da igual que sea más de lo mismo o menos de lo mismo, el caso es que sea lo mismo. En eso consiste el truco, en insistir hasta la saciedad en los mismos postulados que nos han traído hasta aquí, como los únicos que nos pueden llegar a salvar. Increíble de no ser cierto.

Un ejemplo de ello, más allá de las recetas económicas y políticas que nos están administrando, es el aliento desesperado que quiere dársele al coche como bastión de la movilidad y motor de la economía. Alargar la vida del todopoderoso vehículo parece que es el encargo que se han propuesto los poderes, aceptando el chantaje de fabricantes y vendedores, por llamarlos de alguna manera digna.

La noticia es el nuevo plan de ayudas a la compra de coches nuevos o seminuevos en la que se ha embarcado el gobierno central de la mano de fabricantes y concesionarios. A la espera de que el ladrillo vuelva a pesar lo que pesaba y, no contentos con esquilmar las arcas públicas para pagar el desastre, ahora vienen con una micromedida de ayuda a la compra de coches.


Más coches

Hacen falta más coches. La caída en picado de un sector que había generado su propia burbuja al calor de la inmobiliario-financiera y que ahora sufre las vacas flacas ha servido para justificar, bajo la excusa de mejorar la eficiencia y disminuir el nivel contaminante, la subvención a la compra de 75.000 coches de aquí a diciembre.

Ahora que la demanda de coche había bajado, por la disminución de la actividad económica, por el incremento del precio del combustible y, en menor medida, por las medidas disuasorias de su uso, principalmente la tarificación del aparcamiento, ahora vienen los poderes fácticos y se autoadjudican unas ayudas que, por ejemplo, la compra de bicicletas no la tienen.

75.000 coches más. Prácticamente nada. Si en vez de coches se hubiera financiado la compra de bicis hubiera dado para 1.000.000 a razón de 75 euros/bici, que en proporción viene a ser lo mismo. Todo para salvar a fabricantes y a tiendas, dando igual que la fabricación sea estatal o no.

Para la ciudad, sobre todo

No ha pasado ni una semana de la celebración de la Movilidad Sostenible como evento, en la misma ciudad en la que se organizó simbólicamente la marcha de la bici hasta la factoría de coches local el periódico de mayor tirada y más conservador publica hoy un informe según el cual Pamplona es tan transitable en coche en Septiembre como en Agosto. Cuestión de minutos.

¿Qué significa esto? Pues que esta ciudad, como tantas otras, es todavía demasiado favorable al uso del coche. Que, pese a esas medidas pretendidamente disuasorias, la facilidad y la prioridad de uso del coche como medio de locomoción es incontestable. Eso y que, como en todas estas mediciones de viajes en coche se siguen descontando los tiempos terminales de aparcamiento y desplazamiento a pie hasta el destino final.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Semáforos para bicicletas

Mucho se ha hablado y mucho se ha escrito de cómo proteger a los ciclistas en las intersecciones, que, junto con las rotondas, son los lugares fatídicos donde se producen la mayoría de los accidentes graves en la ciudad.

No hay fórmulas mágicas. Sin embargo, a veces, con un poco de ingenio y una buena dosis de sentido común, se pueden obtener buenos resultados.

En alguna parte de Centroeuropa una noche paseando me encontré con esta imagen borrosa.



Una forma sencilla de mejorar la seguridad en un cruce que, si bien no es infalible ni definitiva, si que resuelve algunos entuertos:
  • Anticipa la salida de las bicicletas, haciéndolas visibles.
  • Alerta a los automovilistas de la presencia de éstas en el arcén.
  • Evita la concurrencia en el ámbar mortal.
Claro que esta intersección no tiene posibilidad de giro a la izquierda y eso simplifica mucho el entuerto. La interacción de la viandante resulta también interesante.

Ya sólo faltan las bicis.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Paso a la acción ciclista

Llevamos unos cuantos años dando cabida a todo tipo de iniciativas relacionadas con la bicicleta simplemente por eso, porque incluían a la bicicleta. Con eso bastaba, con eso nos bastaba. Veníamos de años de sequía, de incomprensión, de marginalidad, de denuncias a gritos, de sofocarnos en batallas interminables, perdidas… y de repente nos pareció que las cosas estaban cambiando. Las señales eran inequívocas: infraestructuras, campañas, congresos, presencia física y social. Y nos quedamos alucinados entre tanta abundancia. Y perdimos el criterio. Alegremente. Porque pensábamos que, por fin, nos iban a tener en cuenta, iban a hacer caso a nuestras demandas, a nuestros argumentos.

Pero estábamos equivocados. Vivíamos engañados. Nos gustaba la basura que nos vendían tan sólo porque llevaba la bicicleta impresa. Y éramos incapaces de mirar en perspectiva y de ser exigentes, porque la realidad fundamental seguía alentando el uso del coche. Nos habían emborrachado de ciclabilidad fraudulenta.

Ahora

Ahora que la cosa no es tan boyante, ni mucho menos, y que el dinero no se reparte a espuertas, ahora que ya no hay felicidad derrochadora en busca de campañas fáciles, de un verde amarillista, de un sostenible de pacotilla y de un ramplón espeluznante, ahora ya no nos queda aliento ni credibilidad para volver a retomar el discurso esencial, ese que habla de la bicicleta en primera persona, ese que empieza desde la niñez como un juego, ese que necesita protección, pero sobre todo contra el robo, ese que requiere de una inclusión real y una proyección, y no precisamente a través de grandes obras megalomaníacas ni de campañas populistas facilotas y volátiles.

Ahora que hemos superado la maldita Semana de la Movilidad Sostenible, dejando muestras de lo falsos que somos, lo bienintencionados pero inactivos, lo arrepentidos pero reincidentes, ahora es el momento de recordar que sólo a través del ejemplo, de la acción cotidiana, de los acuerdos inmediatos, de las pequeñas conquistas en los círculos de influencia personales, se cambian los hábitos. Porque esto es una cuestión de hábitos, de decisiones personales, íntimas, atrevidas, valientes, sostenidas.


Así pues, permitirme que no comulgue en la ceremonia de la escenificación de la falsedad en la que se ha convertido la Semana de la Movilidad Sostenible, porque hay que empezar a reclamar el Día a Día de la Movilidad Deseable, esa que recompensa a los que con sus decisiones y sus actos aportan su granito para que nuestras ciudades, esas agregaciones impersonales de seres humanos, empiecen a ser un poco más humanas, un poco más habitables.

La tarea es difícil, pero merece la pena devanarse los sesos en pensar cómo vamos a hacerlo:
  • Cómo vamos a facilitar que nuestros niños y jóvenes puedan moverse en la ciudad de manera autónoma y responsable.
  • Cómo vamos a hacer para fomentar que en nuestras empresas, en nuestros centros de actividad, las bicicletas sean bienvenidas y las personas que las traen, recompensadas. Igual que las que vengan a pie o, en el peor de los casos, en algo que sea un coche monopasajero. 
  • Cómo vamos a denunciar y dificultar el uso indiscriminado del coche.
Todo lo que no sea eso serán milongas, paripés y declaraciones de buenas intenciones. No sirven. De hecho, empiezan a resultar contraproducentes por autocomplacientes, porque nos autojustifican y nos perdonan en nuestra inacción.

Así pues, basta ya de pamplinas, que para esto no hacen falta campañas, ni subvenciones, ni obras públicas. Esto se habla en casa, se decide individualmente, se comparte entre colegas y se defiende con la actitud personal.

domingo, 23 de septiembre de 2012

La otra semana de la movilidad, la insostenible

No es broma. La movilidad está de capa caída, la sostenible también. Aunque nos regocijemos con el incremento de ciclistas urbanos y la boyante marcha de los negocios relacionados con la venta y reparación de bicicletas, la movilidad en su conjunto sigue haciendo aguas.

El ejemplo más amargo lo tengo en la propia puerta de mi casa. Esa donde, al punto de la mañana, se apelotonan los infantes acompañados de sus mayores para esperar el autobús escolar. Ese que este curso no volverá a pasar sufragado por el erario público debido a los recortes gubernamentales.

Esta semana el colectivo escolar de mi pueblo se ha dedicado a organizar una semana de la movilización por la movilidad insostenible, sólo por preservar el derecho consolidado e inalienable de los padres y madres de adiestrar a sus hijos e hijas en la más absurda de las reivindicaciones: la del inmovilismo reivindicativo.


Estos padres y madres afectados reclaman la continuidad de un servicio de transporte escolar subvencionado por el gobierno regional que transporta a cerca de 400 escolares en 9 autobuses 4 veces al día para recorrer la distancia de 600 metros. ¡4 manzanas!

Lo de menos en este caso tan flagrante es el coste de dicha aberración y el ahorro que se va a producir en las arcas públicas, que tampoco irá destinado a otros fines, sino a recortar el presupuesto. Lo vergonzoso es la actitud de unos padres y madres, de una comunidad escolar incapaz de proponer otros medios para hacer el camino escolar más sano, más activo, más responsable, más barato y más consciente entre los niños y niñas de primaria en un pueblo que goza de buena salud demográfica y de un colegio en un entorno privilegiado, al que puede accederse de manera tranquila, agradable y activa, sin ningún tipo de dificultad, sin peligro.

Son malos tiempos para la sostenbilidad estos en los que todos y todas estamos pensando en cómo salvar nuestro culo, cómo mantener nuestros privilegios, cómo conservar nuestro bienestar o lo que creemos que es eso y cómo hacernos más egoistas en respuesta a tanto castigo y recorte social y político. Es lo que tiene la estupidez colectiva, que por pura agregación acaba autojustificándose y haciéndose más reaccionaria.


¿Quién pagará el pato esta vez? Sin duda los menores, víctimas de la miopía de sus padres, incapaces de ver que, otra vez más, las pretendidas dificultades sólo presentan oportunidades inmejorables de cambio y de mejora.

Otra vez más el miedo, la sobreprotección, la abulia y la insensatez colectiva construyendo una sociedad, un entorno y una convivencia cada vez más viciada y más insostenible.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El día que San Miguel se puso el casco

Mencionábamos ayer la participación de Induráin en una marcha ciclista hasta las fauces de la factoría de Volkswagen en Pamplona, como una representación del tributo al Rey Coche en una desafortunada, por llamarlo de alguna manera, inauguración de la Semana de la Movilidad Sostenible.

Hoy vamos a detenernos un momento en un detalle, que, como todo en la vida pública de estos animales mediáticos que son los ídolos deportivos y los políticos, no fue para nada improvisado. Se trata de esa foto buscada de las personalidades participantes en la fastuosa marcha ajustándose el casco para regocijo de participantes y reporteros presentes.

Miguel Induráin se ajusta el casco ante la atenta mirada de su hermano Pruden

Este acto que para muchas personas representará una nadería y que para otras será una demostración inequívoca de ejemplar responsabilidad y de prevención, no es sino una jugada burda, otra, para consolidar una estrategia encaminada a denigrar el uso de la bicicleta en la ciudad. La polémica del casco, con actos como éste, queda zanjada por los medios más potentes con los que cuenta esta sociedad, los de comunicación de masas.

Que Miguel Induráin, San Miguel, se coloque un casco y haga ostentación del mismo, significa en términos mediáticos la consagración de este gesto y sepulta cualquier intento de polemizar al respecto. Miguel Induráin, que el viernes y tampoco por casualidad, hacía una aparición estelar en el Expobike, de la mano de, ni más ni menos, que Doña Esperanza Aguirre (hasta ayer Presidenta de la Comunidad de Madrid) para bendecir esta feria (organizada curiosamente por su hermana en las mismas fechas que la decana Festibike), ayer se enfundaba un casco para alegría de los congregados, en presencia de su propio hermano Prudencio, que resulta que es Director del Instituto Navarro de Deporte y Juventud..

Esperanza Aguirre "compite" con Miguel Induráin en la carrera mediática de Ifema contra Festibike

No parece que haga falta profundizar más en el asunto, como en la omnipresencia de esos nefastos chalecos reflectantes de coche a plena luz del día. Esto está hablado, está apalabrado, está decidido: andar en bici en la ciudad es peligroso, incómodo... inconveniente. Vale como juguete, vale como deporte y vale como ocio, pero no como vehículo.

Por cierto, para los que duden de la integridad de los personajes, Miguel Induráin no utiliza casco para sus desplazamientos urbanos en bicicleta, que por cierto son frecuentes. Tampoco usa chaleco salvavidas reflectante.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Homenaje al coche

Que la Semana de la Movilidad Sostenible es una pantomima que sirve para cumplir con el expediente y para, de una manera muy sutil, ridiculizar las formas de movilidad que no son el coche es algo que no se le escapa, a estas alturas de la partida, a ninguna persona cabal.

Así, demostrando que los modos alternativos son simpáticos pero no pasan de un carácter recreativo, lúdico y puramente anecdótico, más para una actividad ocasional y extraordinaria que para el día a día, lo que se consigue en esta semana no es sino consolidar la hegemonía del coche, aunque sea por pura omisión.

Hacer marchas multitudinarias, formando masas de ciclistas (o de patinadores) dóciles que circulan emocionados por las mismas avenidas por las que al día siguiente no se propondrían ni por asomo circular es sólo la demostración de la virtualidad de dicha actividad. Nadie propone cambios sustanciales, permanentes, ni en la ordenación del tráfico ni en las actitudes ni en las opciones personales.

Las bicis rinden pleitesía al coche

El colmo de lo expuesto es la propuesta que han pergeñado en mi pueblo. Aquí, con la bendición de Don Miguel Induráin, la marcha ciclista con la que se ha iniciado la Semana de la Movilidad Sostenible se ha dirigido a la factoría de la Volkswagen que magnánimamente abrió sus puertas y sus naves para recibir a los bicicleteros felices y masificados.

Foto:Jesús Caso (Diario Navarra)

Las mismas puertas que al día siguiente se cerrarán para los pocos descabellados que se propongan ir allá en bici, que doy fe que los hay, porque es una posibilidad que no se contempla. Las mismas puertas difícilmente accesibles en un polígono industrial que, aún en plena crisis, concentra la mayor masa de trabajadores de esta región. Un polígono, que forma parte del contínuo urbano de esta ciudad a dos escasos kilómetros del centro, a donde apenas una docena entre varios miles se atreven a ir en bici todos los días. La misma factoría que alberga un recinto de educación vial, el Parque Polo, una iniciativa ejemplar per que se mantiene, que la mantienen encorsetada, con un secretismo y un hermetismo sospechosos, lamentables.

Una pena. Una vergüenza.

sábado, 15 de septiembre de 2012

La Vuelta al Coche

Empieza una nueva temporada. Septiembre marca la vuelta a la actividad, a las rutinas. El nuevo curso, el nuevo año empieza, en contra de los que nos quieren vender, en Septiembre. Cuando acaban las vacaciones escolares, después de las operaciones retorno, con las crisis posvacacionales, por si no tuviéramos suficiente con las sistémicas.

En Septiembre la intensidad se recupera y las ciudades recobran su hiperactividad que, entre muchos otros síntomas, produce la hipermovilidad a la que nos vemos sometidos, si se practica en coche.


El viaje al cole multiplica las necesidades de movilidad de la gente que, con la excusa de aprovechar el viaje y con el argumento de la peligrosidad de las calles, hace viajes imposibles en tiempos record para colocar a sus hijos en sus colegios, y después correr atropelladamente hacia sus destinos finales.

En este clima conocido y reconocible, la convención europea ha decidido introducir la Semana de la Movilidad Sostenible que ya nos hemos acostumbrado también a celebrar en estas fechas. Esa escenificación de buenas intenciones que nos hace recordarnos precisamente eso: que no tenemos mucho más que intenciones, que somos pecadores convencidos y que aceptamos la penitencia.

Volvemos a la carga.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Estarás contento ¿verdad?

Es el comentario que he oído hoy varias veces.

- Tanto blog y tanto artículo... ya lo has conseguido. Te parecerá bonito ¿no?

No entiendo.

- ¿A qué te refieres?
- A que ahora no nos van a dejar andar por las aceras, como recomiendas tú. ¿Y por dónde quieren que andemos?
- ¿En serio? ¿Dónde lo pone?
- Pues en los paneles de información del Ayuntamiento ¡menuda campañita! ¿No la has visto?

Salgo inmediatamente cámara en mano a recoger pruebas. Efectivamente están ahí, en la cara que es visible sólo desde la acera.


- ¿No decías que había que aprender a andar con la bici en la mano? Pues ahí lo tienes.

Cuesta creerlo pero es verdad. Ahí está ese personaje fantasmagórico con el casco puesto andando con la bici de una manera realmente difícil, poco natural y ocupando demasiado espacio, como quien anda con un caballo, pero el mensaje es literal.

Un poco más adelante descubro que el mismo espectro es el protagonista de esta campaña ejemplarizante para los ciclistas.


La campaña en sí misma parecería a primera instancia correcta, pero encierra una serie de perversiones que merece la pena analizar.
  • Para empezar sobreentiende la imperiosidad del casco, su obligatoriedad, cosa que todavía está estudiándose, pese a las desafortunadas declaraciones del Ministro de Interior.
  • Luego, da por sentado que el ciclista puede cruzar un paso de peatones en el sentido de los viandantes, cuando esto, por ley y por ordenanza, es una práctica irregular.
  • En tercer lugar, da carta de naturaleza a la desafortunada fórmula de las "aceras señalizadas" que no son otra cosa de una herramienta posibilista y altamente riesgosa de acondicionar como espacios de convivencia calles que no lo permiten.
  • Recrea el victimismo peatonal, ilustrado en la imagen de esa niña que saluda agarrada de la mano de su mayor vigilante que la libra del peligro apartándose de la trayectoria del ciclista, en una acera donde deberían andar despreocupados por tener prioridad.
  • En este sentido, ahonda también en la falta de autonomía de los niños.
  • Utiliza el imperativo como forma verbal, de forma que más que consejos, se enuncian órdenes. En ningún momento se utiliza fórmulas asertivas, que inviten o trabajen sobre los aspectos positivos.
  • Además resulta msógina (o cuando menos machista) y sesgada al representar al ciclista como un chico jóven y con aspecto de estudiante, identificando así aólo a una parte de las personas que andan en bici.
La campaña se acompaña de un folleto informativo que ahonda en estas cuestiones y en otras.

La pregunta es:

¿Cuándo se dirigirá una campaña a los automovilistas?

En estos mismos términos imperativos, paternalistas, tratándoles como irresponsables, recordándoles sus obligaciones:
  • La calle es de todos, debes respetar el derecho de los demás a moverse.
  • Cede el paso y respeta escrupulosamente los pasos peatonales.
  • Adelanta utilizando otro carril o espera a hacerlo hasta que puedas respetar una distancia mínima de 1,5 metros cuando se trate de ciclistas y motoristas.
  • No increpes a otros conductores. No utilices el claxon. No seas agresivo. No intimides a los demás.
  • Respeta las limitaciones de velocidad y las distancias de seguridad.
  • Pon todos los sentidos en la conducción, no te despistes con móviles, navegadores, música a alto volúmen o conversaciones con los pasajeros.
  • Recuerda que tus imprudencias pueden resultar graves e incluso mortales y no precisamente para ti. 
  • Ah, y ponte casco. El riesgo de sufrir lesiones cerebrales es elevadísimo en caso de accidente. Y obliga a tus pasajeros a que se lo pongan también.
Sería interesante ver las reacciones entre los destinatarios de dicha campaña.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Iba en bici ¿dejémoslo correr?

No es estupor, es indignación lo que provoca leer una noticia que nunca debería de haberse producido y que relata la huída de un ciclista después de haber perpetrado un accidente sobre una anciana en una acera que se resuelve de manera trágica con la muerte de la víctima. Ha sido en Valencia, pero podría haber ocurrido en cualquier otra ciudad, más en esas en donde los ciclistas campan a sus anchas por las aceras, desoyendo las recomendaciones, las normativas y los reproches de viandantes.

Siempre la fatalidad es triste, pero muchas veces también se hace el ejercicio de tratar de desdramatizarla amparándose en la mala fortuna, en el accidente, en un cúmulo de desgracias, asociándola a una especie de excepcionalidad que la hace asumible, comprensble, casi lógica. Sin embargo, este caso no es fortuito, no es más que el resultado de una probabilidad con la que se ha jugado y con la que se juega demasiado alegremente entre demasiada gente en demasiadas de nuestras ciudades. Demasiados demasiados para ser casualidad.

Cuando se permite y se promueve de una forma tan generalizada y tan contundente la circulación de bicicletas por plataformas peatonales estas son las consecuencias inevitables: el incremento del riesgo en los tránsitos peatonales, el incremento de los incidentes entre ciclistas y peatones, el incremento de la accidentalidad con claro perjuicio del más débil y, por desgracia, la fatalidad.


Sin embargo, aún habrá voces que tratarán de reivindicar el uso de las aceras en defensa propia por parte de aquellas personas que, alegando miedo a tráfico rodado, justifiquen su uso indiscriminado. Son para ellas daños colaterales, excepcionales, no deseables pero inevitables. Es el paso lógico y necesario de la Ciudad de los Coches a la Ciudad de las Bicis a costa de la Ciudad de los Peatones.

Terrible. Terrorífico.

Siempre con el argumento de que en otros lugares donde, en muchos casos, las aceras son decorativas por intransitadas a pie, se consiente (por decirlo de alguna manera) la invasión ciclista.

Tratar de eludir el tema, tratar de relativizarlo, tratar de trivializarlo es sin duda una opción crítica que conlleva unas consecuencias devastadoras que redundan sólo en el deterioro irreversible de los espacios públicos como lugares de disfrute y de encuentro.

A ver quién es el valiente ahora de decir que las bicicletas son inofensivas.

martes, 11 de septiembre de 2012

Comida + Bebida + Rock&Roll = ¿Velódromo?

Pues sí. Radfahrhalle es el nombre del local en la bonita localidad de Biberach an der Riss en el estado sureño alemán de Baden-Württemberg que reúne esta propuesta que, otra vez más, vuelve a conjuntar bicicletas, hostelería y buen ambiente.


Una actividad absolutamente normal, un establecimiento con encanto en un cruce de caminos cualquiera, de los tantos que hay por el mundo. Pero este con ese ingrediente especial: el ciclista.

El Radfahrhalle no es una catedral de la esencia ciclista de esta pequeña ciudad alemana, no recoge el sentir de las dos ruedas, la cultura de la bicicleta, el frikismo del rollo fixie escenificando el ciclismo de pista... no. El Radfahrhalle se llama "velódromo" porque, en ese preciso lugar, el siglo pasado había una pista de carreras de bicicletas oval. Nada más.


El motivo es más que suficiente para identificar el sitio y, con unas cuantas fotos, darle un toque. La verdad es que no es lo mismo mirar una carta encabezada por Eddy Merckx o comerse una ensalada, una pizza o un schnitzel con una buena cerveza en un sitio que, además de acogedor, está atendido por una gente muy amable y utiliza de excusa la bicicleta antigua para hacer la decoración.

Claro que, con estos ingredientes y estando en una de las salidas naturales de la población, el local recoge también a muchos ciclistas que, de salida, de llegada o de pasada. Otra iniciativa a sumar a unas cuantas que conjuntan bicis y hostelería. 



Artículos relacionados 
- Bicicletas y cafés

lunes, 3 de septiembre de 2012

La Europa de las Bicis no nos quiere

Para esos todopoderosos centroeuropeos, los de aquí abajo somos poco menos que unos simpaticos trogloditas subdesarrollados en esto de las bicicletas no deportivas y, por eso, se permiten el lujo de despreciarnos. No somos una potencia, no representamos un objetivo en su lógica de mercado, no quieren intervenirnos, simplemente nos ignoran.

No lo digo por decir. Cuando te acercas a un interlocutor, representante de la industria de la bicicleta de cualquiera de esos países poderosos, léase Alemania y Holanda principalmente, y les cuentas de dónde vienes y tu interés por sus productos, estos te miran con una sonrisa de esas que sólo ellos saben poner y que a ti te da para atrás porque sabes lo que significa.

"Toda España vende lo que una tienda de Frankfurt"

Y se quedan tan panchos. Y tú que puedes ser un distribuidor importante, un comerciante experto o un agente potencial, te quedas con dos palmos de narices y te dan ganas de soltarles un "pues que os lo comáis con patatas", pero te sobrepones y les plantas tu sonrisa, en la que ellos adivinan estupidez envidiosa, pasas y sigues con el juego comercial.


La Europa de las Bicis, con mayúsculas mayestáticas, no entiende al Sur, aunque muchos de ellos veraneen aquí o tengan planes de retiro o incluso de vida aquí. Simplemente les hacemos gracia. No entienden que el Sur tiene un potencial que ya no lo tiene el Norte, que esto es mucho más ciclable, que aquí acompaña el sol muchas más horas que allí. Pero que aquí no valen sus bicis aunque sí sus accesorios. Porque aquí hay más cuestas, menos carriles bici, las ciudades son más intrincadas, el paisaje más atractivo y la gente es más pequeña y sabe menos inglés y prácticamente nada de alemán. Por eso se permiten mirarnos por encima del hombro.

Esta prepotencia es más producto de la reluctancia cultural, de la disparidad de formas de vida, y de la poca predisposición a empatizar con algo que no quieren entender, porque siguen pensando que van a venir los ingleses o mejor los americanos y les van a comprar un montón, porque en el fondo les admiran, porque son rubios o pelirrojos y hablan como ellos, o al menos eso creen.

En fin, llamarme envidioso, pero creo que estos teutones y sus enojados vecinos se pierden un buen festín, por no saber sembrar y por estar sólo para recoger, o para recaudar, o para dominar que es lo que les gusta.

Allá ellos. Ellos se lo pierden. A ver cuánto les dura.